NUEVA YORK.- Felipe Calderón puede ir quitándose la banda presidencial y colgarla en el clóset de su recámara para sacarla sólo en diciembre de 2012, cuando se la tenga que pasar a su sucesor o sucesora. Su sexenio terminará anticipadamente mañana 1º de septiembre con la instalación del nuevo Congreso. No habrá espacio para la aprobación de reformas pendientes, no habrá gobernabilidad democrática ni una relación productiva entre Legislativo y Ejecutivo. No habrá margen de maniobra para la agenda presidencial. Mañana arranca la contienda presidencial de 2012. ¿O no?
Ese escenario no sólo es pesimista y fatalista sino que además es una percepción generalizada entre el llamado círculo rojo. Y hay, lamentablemente, razones de peso para creer que así será. El próximo 1º de septiembre asumirán funciones los nuevos integrantes de la Cámara de Diputados de la LXI Legislatura. El PRI tendrá casi 200 curules en San Lázaro, al tiempo que el Partido Verde, con el que hizo coalición en la elección intermedia, unas 40. Juntos PRI y Verde tendrán casi la mayoría absoluta de 251 diputados. En otras palabras, ninguna iniciativa podrá pasar sin que el PRI le dé su visto bueno.
La alternancia llegó a México, pero sin los arreglos necesarios en el sistema político y electoral para eliminar las presidencias de tres años y el cogobierno, dominado por el Legislativo sin rendición de cuentas, en los últimos tres años de cada presidencia. Le pasó a Vicente Fox, quien de 2000 a 2003 empujó su programa de gobierno y de 2003 a 2006 prácticamente lo pasó viviendo de las relaciones públicas y de su innegable triunfo histórico. Le pasará a Felipe Calderón, quien inició su gobierno con la encomienda y la promesa de crear empleos de 2006 a 2009 y quien, si no hace algo extraordinario, pasará los próximos tres con el tilde del presidente del desempleo y buscando desesperadamente un legado en la guerra contra el narcotráfico.
Calderón necesita dejar de lado los números que le pasan sus encuestadores y grupos de opinión pública. Necesita dejar de gobernar preocupándose por si se habla bien o mal de México en el país y por si la mayoría de la gente, según sus números, está en contra de la reelección legislativa. Él fue diputado y sabe perfectamente que uno de los problemas en la disfuncional relación entre el Ejecutivo y el Legislativo es la inmunidad a la ciudadanía que gozan los senadores y diputados y el poderoso poder de los partidos políticos en México.
En nuestro vecino del norte, los legisladores usan los bonos de vuelos o de pasajes de tren que tienen para viajar constantemente a sus localidades de origen. Ver a un representante de Iowa en DC el fin de semana es casi un sacrilegio. Ese representante viaja a su ciudad o estado constantemente para por lo menos hacerle creer a su electorado que está preocupado y trabajando por los intereses de sus electores, aunque la razón principal de esos viajes es porque ese representante sabe que su trabajo será evaluado en las urnas cada dos años y que su carrera política está en constante evaluación.
La reelección legislativa ayuda al presidente de EU a hablarle directamente a los ciudadanos para que éstos presionen a sus representantes y senadores a que apoyen la agenda de gobierno del Ejecutivo. En EU la reelección legislativa no sólo es un mecanismo de rendición de cuentas, sino una estrategia de liderazgo presidencial y para ello los estudios de Samuel Kernell y de Stephen Skowronek son lectura obligada.
El presidente Calderón puede pasar los próximos tres años viendo sus números y cuidando los mismos temas que ha impulsado o podría dejar un legado al convertirse en el primer presidente de México que hable abiertamente a favor de la reelección legislativa y que impulse la agenda que México realmente necesita.
Politólogo e Internacionalista
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