Cuando los Arellano dominaban Tijuana existía un sentido de orden entre sus filas. Los miembros del cártel era reclutados de familias acaudaladas y se codeaban sin problemas con la elite de Tijuana. (Archivo)
En la guerra de las drogas en México, la de la ciudad fronteriza de Tijuana es una historia en la que el gobierno dice estar ganando, pero la batalla se vuelve cada vez más sangrienta.
El arresto a bordo de un yate en agosto de 2006 de Javier Arellano Félix, líder del cártel de la droga basado en Tijuana, desató una violenta guerra por la sucesión, que fue aprovechada por el presidente Felipe Calderón cuando asumió el cargo cuatro meses más tarde y declaró una guerra total al narcotráfico en México.
El caso de Tijuana ha mostrado cuánto tiempo, esfuerzo y sangre va a tomar para someter incluso a un solo cártel. Dieciocho meses después del arresto de Arellano Félix, los cabecillas de la droga en esta ciudad fronteriza seguían peleándose entre sí y contra el ejército.
Ahora, luego de una oleada de tiroteos y decapitaciones en plena luz del día — 443 asesinatos en los últimos tres meses de 2008 — Tijuana está más calmada.
Los escépticos dicen que la calma pudiera ser apenas una corta tregua entre los traficantes, pero un alto comandante del ejército mexicano dice que las facciones rivales de la poderosa pandilla están agotadas.
"Se agotaron entre sí", dijo el general Alfonso Duarte Múgica. "No podían seguir a ese paso".
Para quebrar los otros cárteles de la droga en el país, Calderón está empleando la misma estrategia que puso a la pandilla de Arellano Félix contra las sogas.
La violencia del narcotráfico en México ha cobrado 10 mil 700 vidas desde diciembre de 2006, una señal, dice el procurador Eduardo Medina Mora, de que la ofensiva del gobierno está dividiendo y debilitando a las pandillas del narcotráfico en su batalla por el control del mercado.
La guerra lanzada por Calderón podría no acabar permanentemente con el flujo de drogas, pero el objetivo, expresado por el presidente en declaraciones en febrero es debilitar a los cárteles para 2012 a un punto en que el ejército y la policía federal pueden retirarse y dejar la tarea a las fuerza policiales locales.
La suerte de la pandilla Arellano Félix muestra además que la batida del gobierno mexicano está teniendo su efecto y que el narcotráfico deja de ser un negocio discreto y disciplinado para convertirse en una descarada pelea pública entre grupos criminales menores y menos sofisticados, lo que ha llevado al caos sangriento que afecta el país.
"Al menos en los primeros dos años, no ha llevado a cárteles menores y más controlables, sino a carteles menores y más violentos", dijo David Shirk, director del Instituto Trans-Border de la Universidad de San Diego.
Cuando los Arellano dominaban Tijuana existía un sentido de orden entre sus filas. Los miembros del cártel era reclutados de familias acaudaladas y se codeaban sin problemas con la elite de Tijuana.
Ahora, los cuatro hermanos que lo encabezaban están muertos o encarcelados, y la pandilla es dirigida por Fernando Sánchez Arellano, un sobrino conocido como "El Ingeniero". Sánchez Arellano, de 36 años, está en guerra con Teodoro García Simental, un veterano lugarteniente del cártel que se separó hace un año en una pelea callejera que dejó muertos a 14 miembros de la pandilla.
Otras pandillas establecidas — desde el cártel de Sinaloa hasta el cártel del Golfo — están contribuyendo a la violencia batallando abiertamente por el territorio en Tijuana.
El rival del 'Ingeniero', conocido como 'El Teo' o 'Tres Letras', se ha aliado ahora con el cártel de Sinaloa, de acuerdo con un documento del ejército fechado en febrero.
El 'Teo' y 'El Ingeniero' no se asemejan a los líderes de los noventa, cuando los cárteles mexicanos reemplazaron a los colombianos a medida en que las operaciones antidrogas lanzadas por Estados Unidos en el Caribe y el sur de Florida desplazaron las rutas de narcotráfico hacia la frontera mexicano-estadounidense.
En esos días, Ramón Arellano Félix era el matón que tenía motocicletas Harley-Davidson y asesinaba por placer. Benjamín Arellano Félix era el hombre de negocios reservado que se vestía de forma conservadora y, de acuerdo con un auto federal de instrucción de cargos en San Diego, "tenía la suprema autoridad" en el grupo.
Los Arellano mataron a todo el que se interpusiese en su territorio en la frontera México-California, ayudados por policías corruptos. Su principal matón en la ciudad de Mexicali, de acuerdo con documentos judiciales estadounidenses, era Armando Martínez Duarte, un ex policía federal.
Aún así, los hermanos trataron de evitar la violencia pública, usualmente disolviendo cadáveres en ácido o quemándoles en el desierto, según John Kirby, un ex fiscal estadounidense que firmó el auto de instrucción de cargos en 2002.
"Benjamín quería que las cosas fuesen calladas", dijo Kirby. "No quería un montón de cadáveres en las calles".
El cártel atrajo a algunas de las familias más prominentes de Tijuana.
Alejandro y Alfredo Hoyodán, los hijos estadounidenses de un contratista eléctrico de Tijuana, se le unieron a Ramón en los mejores clubes nocturnos y fiestas callejeras en la ciudad. La madre de ambos, Cristina Palacios, recordó que Ramón lucía un abrigo de visón y pantalones cortos la primera vez que le vio en 1987.
Ramón siempre pagaba por las bebidas y muy pronto los hermanos Hoyodán se sumaron a sus operaciones.
Alejandro tenía 35 años cuando desapareció en 1997. Alfredo, de 36 años, está en una prisión mexicana.
Palacios se toma una pausa ante la pregunta de qué atrajo a sus hijos a Ramón Arellano Félix. "Pienso que fue la adrenalina", dijo.
Pero la aceptación pública de los Arellano se evaporó en 1993, cuando Ramón y miembros del cártel que buscaban matar a un rival asesinaron por error al Juan Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara.
Mientras tanto, funcionarios antidrogas mexicanos y estadounidenses comenzaron a debilitar la cúpula del cártel. En 2002, las autoridades mexicanas mataron a Ramón en un tiroteo en Mazatlán y, un mes más tarde, capturaron a Benjamín, que sigue encarcelado en México.
Luego de la captura de Benjamín, un importante lugarteniente del grupo que ya estaba bajo arresto comenzó a hablar con las autoridades estadounidenses, de acuerdo con David Herrod, un agente de la agencia federal antidrogas (DEA) que estuvo a la caza de los hermanos durante casi 20 años.
Arturo "Kitty" Páez, que en el 2001 se convirtió en el primer narcotraficante mexicano en ser extraditado a Estados Unidos bajo un histórico veredicto del Tribunal Supremo de México, dio a las autoridades la información que necesitaban para preparar un caso sólido contra Benjamín y otros importantes líderes, dijo Herrod en una conferencia pública este año.
Además les ayudó a capturar al nuevo líder, Javier, el más joven de los 11 hermanos Arellano Félix. Las autoridades estadounidenses interceptaron comunicaciones radiales de al menos mil 500 secuestros bajo el reinado de Javier, con los cadáveres de la mayoría de las víctimas disueltos en ácido, dijo Herrod. Las autoridades estadounidenses dijeron que Javier tenía un túnel de contrabando de drogas bajo la frontera que se extendía unos 700 metros.
Para capturar a Javier, la DEA plantó un transponedor bajo un yate que él usaba mientras la embarcación estaba en una concesionaria en el sur de California, dijo David Bartick, su abogado.
La DEA convenció a la Guardia Costera que vigilase el yate durante seis semanas, dijo Herrod. Una embarcación de la guardia costera había concluido sus tareas y estaba dos horas costa arriba cuando conoció que Javier había salido de aguas mexicanas. Para cuando el guardacostas regresó, el yate estaba aún en aguas internacionales, lo que hizo legal su intercepción. Javier se declaró culpable de narcotráfico en un tribunal en San Diego y fue sentenciado a cadena perpetua en una prisión federal.
La batuta del cártel pasó a las manos del 'Ingeniero', de quien poco se sabe. Solamente en enero la DEA dio a conocer sus primeras fotografías del 'Ingeniero' y 'El Teo'.
Los dos rivales se enfrascaron en una batalla que comenzó en un importante bulevard de Tijuana en una mañana de sábado. El ejército mexicano dice que 'el ingeniero' convocó a una reunión para ordenarle a 'El Teo' que cesase los secuestros y los asesinatos. 'El Teo' no acudió.
La división fue causada por una "falta de liderato", dijo Duarte Múgica, que comanda más de dos mil soldados en Tijuana. "Es muy probable que el Ingeniero no infunde respeto ni legitimidad".
En la guerra subsiguiente, 12 cadáveres fueron dejados cerca de una escuela en septiembre, la mayoría de ellos decapitados o con las lenguas cortadas. Otros nueve cuerpos decapitados fueron hallados en un lote yermo en diciembre. Las cabezas de tres policías fueron encontradas con sus credenciales en la boca.
Duarte Múgica dice que las facciones rivales están reclutando cada vez más a menores ante la falta de criminales experimentados. Algunos reciben una paga de apenas 400 dólares mensuales para custodiar las casas en las que se retiene a loas víctimas de secuestros.
El cártel de los Arellano Félix sigue sufriendo descalabros. Eduardo Arellano Félix, el último de los hermanos fundadores, fue capturado en octubre. Otros importantes miembros fueron detenidos el año pasado: Saúl Montes de Oca, cuando se preparaba para la carrera automovilística Baja 250, y Gustavo Rivera en el balneario de San José del Cabo.
El grupo de 'El Teo' también está en aprietos. Un presunto matón y ex policía, Ángel Jacome Gamboa, estaba entre 60 personas arrestadas en un salón de bailes en Tijuana en marzo.
El general Duarte Múgica dice que el cártel de los Arellano Félix está dividido y debilitado, aunque no dice que esté acabado.
"Es parte de nuestra estrategia para crear división", dice. "Para crear desconfianza entre ellos".