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Según Calderón la realidad miente

Jesús Cantú

Desde el inicio de su gestión Felipe Calderón pretende transformar la realidad nacional a base de construir expectativas positivas, pero una y otra vez la realidad se encarga de desmentirlo. Así mientras el presidente y sus secretarios festinan detenciones y decomisos la criminalidad y la percepción de inseguridad se acrecientan, como lo muestran las cifras delictivas y las encuestas de opinión pública; y mientras “a México apenas le está empezando un pequeño catarro” más de un cuarto de millón de mexicanos perdió su trabajo en el último trimestre del año pasado.

El presidente señaló en Davos, Suiza, en un desayuno con líderes empresariales, que México va en camino de convertirse en “un sitio privilegiado para la inversión… en un país ganador…y en una de las economías más importantes en el mundo…”, mientras que de acuerdo a la última encuesta de Consulta Mitofsky el 56 por ciento de los mexicanos considera que el país va por un rumbo equivocado.

El presidente también dijo que el Gobierno está “perjudicando las estructuras operativas y financieras de las principales organizaciones criminales en el país…Los estamos golpeando y los estamos golpeando muy duro”; mientras que la tercera parte de los mexicanos, de acuerdo a la encuesta, considera que el principal problema del país está relacionado con la inseguridad, el narcotráfico, la corrupción y la drogadicción.

La visión del presidente y su Gabinete y las cifras duras de la realidad nacional y las percepciones ciudadanas parecen referirse a dos países distintos. Estas discrepancias eran comunes en los tiempos del régimen autoritario y los políticos cercanos al grupo en el poder adoptaban la versión oficial como la verdadera, pues como un día señaló uno de ellos: “pues si hay diferencias: la realidad miente, porque el presidente no puede estar equivocado”. Y el presidente Calderón parece estar empeñado en demostrar que la realidad miente.

También en Davos, aunque en conferencia de prensa, el titular del Ejecutivo dejó claro su compromiso con su versión y en un par de ocasiones manifestó su oposición a las posiciones discrepantes. Así calificó de distorsiones informativas a los análisis internacionales que “han pintado…un escenario de México que es, a mi juicio, distorsionado, las que comparan a México en situaciones de fragilidad como equivalentes a las de Pakistán, por ejemplo, que es totalmente desproporcionado y claramente equívoco…”.

Y al discrepar del pronóstico de decrecimiento que hizo el gobernador de Banxico, Guillermo Ortiz, sentenció: “Yo creo que tan malo es generar expectativas sobradas o infundadas, infundadamente optimistas, como también generar expectativas cada vez más negativas y deterioradas que también puedan carecer de fundamentos sólidos…Yo prefiero ubicarme en un escenario equilibrado, realista, es la instrucción que le he dado a mi Gobierno…”.

El problema es que él y su Gobierno se ubican en la generación de “expectativas sobradas o infundadas” y para ello basta recordar que el 5 de julio del año pasado el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, al negar la posibilidad de una devaluación señaló: “…al contrario, nuestra divisa se fortalece cada vez más respecto al dólar” y al defender los avances en materia económica sentenció: “…antes se decía que cuando a Estados Unidos le daba catarro, a México le daba pulmonía, ahora a Estados Unidos le dio pulmonía y a México apenas le está empezando un pequeño catarro”.

Unos días después la realidad se encargó de demostrar que su visión era exageradamente optimista: en el segundo semestre del año el peso se devaluó más de 40% y en el último trimestre el PIB empezó a decrecer y el desempleo a crecer.

Aunque es desmedido comparar la inestabilidad mexicana con la de Pakistán, hay que reconocer el crimen organizado todavía controla territorios donde cobra derecho de piso o protección, como lo reconoció el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, en agosto pasado en el Consejo Nacional de Seguridad.

El mismo Calderón reconoció el poder de desestabilización de la delincuencia organizada y, por ende el nivel de fragilidad del país, cuando en noviembre pasado tras el avionazo en el que perdió la vida su secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, pensó en un primer momento que se trataba de un atentado, como declaró en entrevista con Joaquín López Dóriga el pasado 1 de diciembre.

Calderón tiene razón al señalar: “En la medida en que se generan expectativas negativas también se inhibe la decisión de los agentes económicos; las decisiones de inversión se posponen, las decisiones de consumo se posponen; hasta en una familia común el decidir entre comprar un vehículo o no comprarlo o comprar una casa o no hacerlo se ve influenciada por las expectativas que los actores económicos, los gobiernos o los Bancos Centrales generemos sobre la economía.”

Pero en las condiciones actuales lo contrario es criminal y fue el origen de la crisis económica, pues las expectativas desmedidamente optimistas provocaron el caos financiero norteamericano, porque las decisiones de banqueros y particulares para otorgar y solicitar créditos para comprar viviendas se fundaron en éstas y no en realidades.

Las declaraciones y las expectativas optimistas pueden generar bienestar imaginario y transitorio, producir sueños de grandeza, pero tarde o temprano la realidad se encarga de desmentirlos y el despertar es acompañado de crisis y tragedias. La creatividad y la imaginación deben utilizarse para el diseño e implementación de políticas públicas que ayuden a enfrentar y mitigar la crisis, no para describir países inexistentes.

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