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Senescencia

Diálogo

YAMIL DARWICH

Existe una nueva definición para las personas de la tercera edad: Senescentes, que puede subdividirse en tres niveles importantes: benignos, aquellos que muestran ligeros síntomas de envejecimiento cerebral, como amnesia temporal o interrupciones de la atención, llegando a representar hasta un tercio de la población de personas con más de noventa años de edad; breves, otro treinta y tres por ciento, quienes presentan Síndrome de Alzheimer -que amenaza en transformarse "pandemia de la tercera edad" para este siglo-, Parkinson, u otra enfermedad de las consideradas degenerativas del sistema nervioso central; el tercio restante, permanecerá sin aparente enfermedad, aunque evidencie deterioro del cuerpo por su envejecimiento.

Habrá que considerar que la neurofisiología está llegando, con pasos agigantados, a descubrimientos médicos y terapias novedosas, incluidos tratamientos que revolucionarán conceptos de salud, de tal suerte que, para todos los seres humanos de mayor edad, aparecerán alternativas insospechadas.

Si antes se decía que las células nerviosas no se regeneraban, ahora se conocen procesos de restauración; con anterioridad, los estudiantes de medicina aprendían que las neuronas dañadas no se recuperaban y ahora se sabe de mecanismos de reparación celular en conceptos como "plasticidad neuronal"; y si se pensaba que todos los daños cerebrales eran irreversibles y que el cerebro tenía en cada una de sus partes funciones específicas, ahora se pone en duda la exactitud de esos conceptos.

Los saberes de bioquímica cerebral son igualmente importantes; se han detectado más de cincuenta diferentes mediadores químicos que unen a una y otra célula nerviosa -sinapsis- y se están definiendo sus funciones, tan importantes que, gracias a ellas, hay equilibrio en el trabajo neuronal y su falla genera patologías como las psicosis o la depresión, enfermedades que se observan con frecuencia en los mayores, debido a razones propias del envejecimiento.

El incremento de la esperanza de vida, en inicios del siglo veinte, era de cuarenta y nueve años; en el último tercio de la centuria pasada llegó a los setenta y cinco; en pleno veintiuno, superará con mucho a ese promedio.

En 1950, sólo el 1 % de la población de los EUA tenía más de 85 años; en 1985, ya representaba el 3 % y para el año 2000, se incremento al 5 %, calculándose que para el año 2050, será, al menos, el 15 % de la población de EUA.

Hacer ejercicio físico e intelectual, son dos recomendaciones importantes para mejorar el pronóstico de vida y contra el envejecimiento, incluyendo buenas condiciones generales en las funciones corporales e intelectuales.

Ese patrón de envejecimiento demográfico se está dando en todo el mundo, aunque en menor porcentaje en los países pobres.

El incremento de años vividos por los seres humanos, presenta nuevos retos en los planos sociales, políticos y económicos, que nos llevan a la necesidad de encontrar otras alternativas para el reacomodo social.

En el plano social, los viejos "ya no lo son tanto", gracias a los adelantos médicos y los cuidados en salud pública, familiar y personal, así como de mejor alimentación tenida desde su infancia.

Hoy día, una mujer de sesenta años, aunque por definición pertenezca al grupo de los llamados ancianos, física e intelectualmente no lo es: cuenta con buenas condiciones generales y con expectativas de vida productiva de al menos otros diez a quince. Aunque ellas no ocupan espacios laborales, sí podrán realizar tareas que desempeñaron en su edad adulta y requerirán de atenciones en servicios públicos, de recreación y salud especializados.

Los varones "sesentones", están en condiciones de continuar en sus puestos de trabajo, lo que genera un "cuello de botella" para los más jóvenes que han desarrollados capacidades y habilidades suficientes para ocupar esos puestos que los viejos no quieren dejar.

Las alternativas de salud física, incluyendo la potencia sexual, ya empiezan a dar evidencias de competencias entre uno y otro grupo de edad; los mayores, aprovechando su experiencia y capacidad económica, agrediendo a los menores en sus aspiraciones de ubicación social y organización familiar.

En la macroeconomía, vendrán retos como costos de jubilación y cuidados de salud en porcentajes poblacionales no previstos adecuadamente; inconformidad de los más jóvenes por las diferencias en ingresos y la necesidad de encontrar formas de financiamiento para el sector productivo, que incluya pagos y atenciones imprevistas.

Los políticos deberán encontrar equilibrio entre los intereses de jóvenes y viejos, incluyendo legislaciones nacionales, estatales y regionales que atiendan las necesidades de los distintos grupos poblacionales, conforme a edades, gustos y preferencias.

Ante todo ello no podemos mostrarnos inflexibles; sea por necesidad social, razonamiento moral o debido a que los mismos jóvenes llegarán a ocupar esa posición en la estadística de nacional.

Sin duda es una realidad que, aunque prevista, es nada o pobremente atendida, a pesar de conocer casos como el japonés.

¿Piensa usted que los mexicanos actuaremos previsoramente?

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