De la vida misma
Uno los va encontrando en el camino.
No están en el montón sino muy aparte.
Sus dones son tan especiales que los hacen destacar entre los demás.
De éstos usted ha conocido muchos y seguramente les guarda un respeto especial.
Por donde hemos ido pasando, los hemos encontrado y los hemos admirado.
Vamos a poner algunos ejemplos.
Estudiábamos en la Escuela Bancaria y Mercantil y llegábamos temprano, pero había alguien que nos madrugaba.
Cuando entrábamos al salón de clases, en el pizarrón estaba cada mañana un dibujo hecho con gis.
Era la caricatura de un maestro, de un compañero de clases, de Delfino el mozo, etc.
Dibujos muy bien elaborados, con mucho ingenio y con un parecido real de los personajes.
Pero, ¿quién era el autor?
Tuvimos que madrugar más para conocerlo. Se trataba de Higinio Esparza Ramírez quien desde que llegó a la escuela mostró mucho talento para las clases, para el dibujo y para las bromas.
Fue después reportero de este Diario.
En el mismo salón estaba otro compañero especial. Éste ataba a su escritorio un largo hilo y una de sus puntas estaba un bote, que simulaba un micrófono. Todos los días, apenas salía el profesor del salón, ese compañero empezaba "a radiar" noticias y entrevistas que nos hacía. Se llamó Alberto Orozco Fraire y fue un famoso locutor hasta que falleció joven aún.
Había otro notable. Empezaba el maestro a preguntar la clase, y antes de que terminara de hacerlo, ese compañero ya estaba levantando el dedo, pues se las sabía de todas todas. A todos molestaba su capacidad y algunos hasta lo agarraban la mano para bajársela.
Era Roberto Alvarado Arroyo a quien perdimos de vista hace muchos años.
En los pasillos de la escuela saludábamos con frecuencia a un alumno que decían era el más brillante de todos y que estaba en un grado diferente al nuestro. Su nombre, Juan de Dios Castro Lozano, quien fue después uno de los más brillantes alumnos de la Escuela de Derecho de esta ciudad y hoy ocupa un alto puesto dentro de la impartición de justicia.
Seres especiales, privilegiados, por los que siempre hemos tenido especial admiración y reconocimiento.