De la vida misma
Los hay también fuera de la familia.
Y es que tuvimos la dicha de ser adoptados, a muy temprana edad por seres especiales que se cruzaron por nuestro camino.
Uno de ellos, lo hemos escrito aquí, fue nuestro primer maestro, don Rafael Canales quien nos llevó a conocer el campo, su quietud y sus bondades.
Otro fue Lucio Antonio Espino, le decían "El Güerito". Estaba encargado del cine Edén y tuvimos el privilegio, no de estar en primera fila sino en la misma caseta de proyección, donde salían luces y sonidos hacia la pantalla. En aquellos años infantiles, con ese privilegio, sentíamos que estábamos al lado de los mismos actores, lo mismo de Tarzán que de Charlton Heston o William Holden.
Y es que "El Guerito" nos consideraba parte de su vida, a grado tal que después, cuando visitábamos nuestro pueblo nos decía "Hijito, nunca olvide sus lugares ni sus quereres que dejó aquí". Nos daba un abrazo y lloraba emocionado.
Luego, ya en esta casa, a la que llegamos siendo niños, el primero que nos adoptó fue don Rodolfo Guzmán señor. Quizá vio pronto nuestras necesidades y por las noches nos decía: "Ándele hijo, vaya a mi casa por la cena" y era una señora canasta donde había de todo, y de la que nada comía don Rodolfo para repartir el contenido en los que le ayudábamos.
Y la segunda persona que nos adoptó fue Jesusita. Cómo olvidarla. Vendía publicidad y era la encargada de cuidar la limpieza de esta casa.
Era un ser solitario que nos regaló mucho cariño y atenciones. Llegaba cansada y nos entregaba un alcatracito lleno de dulces, diciendo "Mire hijo, le traje estas cositas para que le endulcen la vida".
Todos ya se fueron. Hace poco nos dijeron, y ojalá no sea cierto, que "El Güero" Espino ya no está más con nosotros. En una de las últimas visitas que hicimos al pueblo alguien nos tomó una foto y aparece él dándonos un abrazo, muy emocionado, ¿era el del adiós? Ojalá no.
Seres especiales que temprano nos adoptaron y temprano nos enseñaron lecciones de amor y de comprensión, en momentos difíciles de nuestra vida, cuando todo era lleno de sombras y de estrecheces.
Nos enseñaron a tratar de entender al prójimo y ayudarle.
Donde estén, mil gracias, y que El Señor se los pague.