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Si a compromisos vamos...

JULIO FAESLER

Lo que tenemos que hacer es prepararnos para ejercer una acción ciudadana efectiva y no la que nos proponen de abstenernos de votar o de anular nuestras boletas. Esto sería certificar un peligroso vacío político y un dejarnos llevar por una solución tramposa.

La apatía ciudadana es uno de los orígenes del desarreglo en que se encuentra el oficio político, los partidos, los candidatos y los representantes populares. El desprestigio alcanza hasta los mecanismos electorales.

La desatención a los asuntos cívicos o a veces la tolerancia interesada, nos han traído al estado de cosas que ahora revienta en el negativismo a que nos convida la campaña de anulación del voto el próximo cinco de julio.

No hay que olvidar, sin embargo, que existe una innegable solidaridad con el triste fenómeno político que compartimos todos los que formamos la sociedad mexicana. Somos nosotros, y no otros, los que con nuestras virtudes o defectos realizamos nuestras variadas actividades entre las cuales está, nada menos, que la política.

Los defectos y vicios que tan fácilmente atribuimos a los políticos son los mismos que coexisten en otras profesiones, como por ejemplo, banqueros, comerciantes, industriales o en profesiones tan respetables como la médica, la ingeniería, o el magisterio. Si hay consistencia moral personal no habrá abusos ni arbitrariedades, de lo contrario, todos sabemos lo que puede suceder.

La política no es en sí corrupta, como tampoco lo son las innumeras actividades legítimas a que podamos dedicarnos. El cumplimiento de un contrato civil o de un compromiso político es igual al que exigimos a un trabajador, a un profesional, a un representante popular o a un funcionario de Gobierno. Este entendimiento supone la verificación que nosotros ejerzamos sobre la calidad del servicio que se nos presta.

En cualquiera institución de la que formemos parte requerimos control, desde lo familiar hasta en entidades privadas o públicas, pequeñas y simples, extensas o complejas. La falta de control en la familia se paga con desorden y amargas consecuencias que se refleja en el comportamiento de los hijos. La falta de vigilancia en las instituciones genera corrupción y una falta de confianza por hoy irresoluble.

El control que corre a nuestro cargo como electores debe ejercerse de inmediato una vez que hayamos llevado a alguien de nuestra comunidad a la responsabilidad pública. La falta de control ciudadano facilita indisciplina y el cinismo en el representante popular o en el funcionario, propicia el mal uso de sus facultades y de los fondos que se le encomienden. Ante el arca abierta, hasta el justo peca

Hay muchos ejemplos. El desvío de los objetivos que se da en muchas cooperativas y cajas de ahorro en México se debe al descuido y a la tolerancia. Si la figura de cooperativa ha sido empleada aquí con fines de evasión fiscal o laboral, ello no anula sus virtudes, sino que refleja que los propios cooperativistas y asociados no se preocupan para que funcionen los comités de vigilancia internos con la estricta disciplina necesaria. Ellos son los culpables de que estos dos mecanismos tan importantes y útiles en países como los europeos, o en Canadá y Estados Unidos, en México hayan caído en un penoso desprestigio y nos hayamos privado de sus beneficios.

El Fobaproa y el IPAB fueron creados aquí para remediar los estragos de una falta de ética en las operaciones financieras. A una escala mayor, el mundo entero sufre por el escandaloso derrumbe de las instituciones financieras norteamericanas, de cuya solidez nadie dudaba, hasta que las manipulaciones fraudulentas pusieron en evidencia una ambición desmedida sin coto alguno por la falta de vigilancia efectiva.

Son incontables los ejemplos de los males que brotan cuando no hay vigilancia. Ejercer control puede ser fatigoso. Dejar de hacerlo, sin embargo, es sufrir el daño que nos causan en nuestros intereses los que se sienten libres para actuar sin escrúpulos al no tener que rendirle cuentas a nadie.

La actividad política es un ejercicio y un servicio indispensable. Necesitamos políticos eficaces, sanos y honrados para que, junto a nosotros los ciudadanos, atiendan y den soluciones equitativas a las muchas y difíciles circunstancias de nuestra vida moderna. Para que la mancuerna funcione, nuestro papel es dar ejemplo de la misma responsabilidad que a ellos exigimos.

La más reciente iniciativa de Alejandro Martí de crear Observatorios Ciudadanos y de que cada candidato firme ante Notario Público su compromiso de cumplir sus promesas de campaña, necesita complementarse con nuestro propio compromiso de elevar la democracia electoral al rango de democracia participativa.

La campaña de abstención o de nulificar el voto no ha prosperado tanto como se creía. Las últimas encuestas indican que menos del 5% se pronuncia en ese sentido. Esto puede significar que la ciudadanía está tan profundamente decepcionada que no tiene interés de pronunciarse sobre si le importa o no elegir a sus representantes.

La otra interpretación, más constructiva, es que los políticos reaccionen al reto de la ciudadanía y empiecen a actuar responsablemente. Si a compromisos vamos, el de la ciudadanía es tan importante como el que firmen los políticos.

¿Estaremos listos a firmar ante nuestros propios notarios y ante nuestra propia conciencia personal la promesa de cumplir con nuestra tarea de participación y vigilancia ciudadana? De lo contrario, estaremos cayendo en la misma corrupción y cinismo en que han caído tantos políticos que están listos a prometer y a comprometerse con lo que sea con tal de ganar votos.

Junio 2009

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