Ha aparecido en los diarios capitalinos una peculiar campaña propagandística en que se insta al Presidente, suponemos que el de la república, a persistir en la valentía que se implica ya ha ejercido. Se trata de pequeños avisos dispersos a lo largo de cada edición. Su texto es brevísimo y a primera vista enigmático, aunque en verdad no se requiere demasiada ciencia para saber de qué se trata, sobre todo cuando se identifica a los firmantes que tienen alguna presencia pública.
El mensaje consta de apenas dos líneas rimadas, la primera de las cuales aparece precedida de puntos suspensivos, lo que sugiere que es la conclusión de un discurso que no requiere ser citado, sino sólo su conclusión: "
Los primeros nombres pertenecen a personas muy conocidas: Janet Arceo, que fue locutora infantil del Club del hogar, conduce desde hace largo tiempo el programa de radio y televisión La mujer actual, en el Grupo Fórmula. Érick del Castillo ha participado en innumerables películas y telenovelas, y en 2003 fue candidato del PAN a la jefatura delegacional de Tlalpan, contienda en que lo venció Carlos Ímaz, caído un año después en desgracia política. Establecí además el papel público de otras dos firmantes: Diana Gabriela Delgado Flores ha de trabajar en la Conferencia del Episcopado Mexicano: por lo menos firmó como responsable de la publicación del mensaje de los obispos en que apoyan la declaración de presidente electo de Felipe Calderón. Y Teresa Martínez Sáenz encabeza el equipo de monitoreo de la asociación A favor de lo mejor, que examina los medios de comunicación y fue patrocinada por don Lorenzo Servitje, patriarca de los empresarios católicos mexicanos.
Todas esas personas son libres de expresar sus opiniones políticas y de expresar su apoyo al Presidente de la República. Hacerlo en los medios impresos, además, no enfrenta cortapisa legal ninguna, como sí ocurre en los medios electrónicos, en que sería discutible si esos mensajes podrían ser transmitidos en tiempo pagado, porque es conjeturable, y podría demostrarse, que se trata del género de propaganda prohibida por las leyes. No reprocho nada a nadie. Me ocupo de esta nueva forma de expresión ciudadana, por un lado, justamente por ese carácter innovador, en que la aparición del nombre de cada emisor hace innecesaria la firma de un responsable de la publicación, que es conveniente conocer para establecer el entorno que permite determinar a cabalidad el significado de un mensaje, pues lo que se dice importa por sí mismo, pero también por quien lo dice o paga la inserción.
También amerita una reflexión la axiología de la frase en que coinciden personas de tan diferentes ubicaciones sociales. Indirecta, pero claramente alaban la valentía presidencial e instan a Calderón a perseverar en ella. Me pregunto si la valentía es prenda loable y aun necesaria en el ejercicio del Poder Ejecutivo. Se requiere ser valiente para enfrentar riesgos personales que pueden actualizarse en personas inermes. El Presidente de la República dista de estar en esa condición. Su integridad física y la de su familia están salvaguardadas por ese poderoso ejército dentro del Ejército que es el Estado Mayor Presidencial.
Es de suponerse que la valentía mencionada en el breve mensaje mencionado es la desplegada por Calderón en el combate al crimen organizado. Si esa suposición corresponde a la verdad, su intención se ensambla con la que mueve a la propaganda explícita del PAN en la campaña electoral en curso. Ese partido contrasta la valentía presidencial, que le permite encarar al narcotráfico, con la dejadez de los gobiernos precedentes, el de Fox y los de los priistas. Tal género de propaganda corresponde al del sector de la derecha de que proviene, partidaria de la mano dura y de la exaltación de valores asociados a la virilidad, al machismo.
Sin dejar de reconocer la ventaja de que un Presidente de la república no sea medroso, opino con el mismo derecho que los firmantes de aquel mensaje y los autores de la publicidad panista, que otras prendas son más urgentes en el ejercicio del poder presidencial que la valentía. Es mejor que el Ejecutivo sea inteligente, para discernir los elementos que componen un problema y acertar con la solución idónea o al menos para asumir con conocimiento de causa las decisiones que mejor convienen o las que (puesto que a menudo hay que elegir entre males) causen menor daño. Es preferible un presidente honesto, incapaz por ello de emprender acciones que sólo beneficien sus intereses aunque por consecuencia posterguen los intereses generales. Más que la valentía al gobernar una república es preferible la generosidad para reconocer el valer de los diversos, de los distintos, de los otros.
Tengamos en cuenta, por último, un riesgo no remoto: que el valiente degenere en valentón.