Hay un hermoso dicho mexicano que representa la mala pata que puede llegar a tener alguna gente; aquella que nació salada y a la que nada de lo que emprende le sale bien: "Compró un circo y le crecieron los enanos".
A Andrés López y cierto sector de la izquierda mexicana se le podría hacer una paráfrasis: "Montó un circo y los payasos se hicieron dueños". Más o menos es la evolución que ha tenido ese ejemplo de degradación política que ha sido lo ocurrido en Iztapalapa.
Como se recordará, todo empezó por una tardía y torpe decisión del Tribunal Electoral, que dejó fuera de contienda a Clara Brugada, una aliada del Mesías Tropical. Para desfacer ese entuerto, el tabasqueño le pidió al culto público de Iztapalapa que no votara por el PRD, sino por el PT, que tenía como abanderado a un ilustre desconocido. Tanto así que, a la hora de ungirlo, Andrés López tuvo que preguntar su nombre. Se lo soplaron. Y aunque todo el mundo lo conoce como Juanito, en realidad se llama Rafael Acosta.
La solidez y seriedad del PT como partido queda de manifiesto cuando uno se pone a pensar que ése era su candidato en serio. O sea que no tenían mejores cuadros que ese ignorante, político del trancazo y el agandalle, como lo calificara alguien de la vieja izquierda (Trejo Delarbre) que lo conocía de tiempo atrás.
El caso es que Juanito ganó. Y le gustaron tanto los reflectores que, pese a su promesa, coqueteó con la idea de quedarse a gobernar la demarcación municipal más poblada del país. Vaya, de América. Y no sólo eso: cayó en la tentación contra la cual le había prevenido Andrés López: Juanito se la creyó.
Pero rápidamente los poderosos lo pusieron en su lugar. Luego de una reunión con el jefe de Gobierno del DF Marcelo Ebrard, Juanito anunció que tomaría posesión y de inmediato pediría licencia por 59 días, para darle paso a Clara Brugada, según el guión pejista. Y así lo hizo, convirtiéndose de paso en el pisacorbatas mejor conocido del Siglo XXI.
Creíamos que Juanito se había resignado a su condición de anécdota grotesca de la descomposición política de la izquierda, y a ser patiño en una obra de carpa basada en su vida (¿?), cuando dio la sorpresa: al terminar su licencia, asaltó la sede de la delegación Iztapalapa, metiéndose literalmente por las ventanas: regresó a reclamar lo que él considera que es suyo.
Brugada lo tildó de retrasado mental. El PRD capitalino promovió un recurso legal para destituirlo por "ingobernabilidad"... siendo que el tipo ni se ha sentado al escritorio. Su promotor Andrés López se hizo humo, sin decir "esta boca es mía" ni "a este monstruo lo engendré yo solito". Un completo despapaye.
Si somos objetivos, son los presupuestívoros de la izquierda neandertal quienes promueven la ingobernabilidad... tratando de salirse con la suya manipulando a Juanitos y Adelitas. Y luego se extrañan de que los patos terminen disparándole a las escopetas.