"Yo estoy para ayudar
Al presidente."
Agustín Carstens
Si el presidente Felipe Calderón ya había decidido reemplazar a Guillermo Ortiz como gobernador del Banco de México, vale la pena preguntarse por qué se esperó hasta el último momento.
La Cámara de Senadores, que debe ratificar el nombramiento y no es precisamente la más ágil de las instituciones, termina su período ordinario de sesiones el próximo martes 15 de diciembre. Ya el 8 de diciembre el presidente del Senado, el perredista Carlos Navarrete, señaló que esa cámara legislativa no ratificaría la tardía nominación. En el Senado, afirmó, "está cerrada la ventanilla; es obvio que no podremos tocar el tema antes del día 15". Esto significa que la ratificación quedará en manos de una Comisión Permanente en que el PAN contará con menos votos que en el Senado. Además, no habrá tiempo suficiente para preparar una entrega ordenada de la institución.
El presidente, sin embargo, parece haber retrasado a propósito la nominación. Los senadores parecían inclinarse a la ratificación de Guillermo Ortiz. Muchos se oponían en particular a la posible designación de Agustín Carstens por su cercanía al presidente.
Estrictamente hablando, y a pesar de las declaraciones de Navarrete, el Senado sí podría analizar el nombramiento y votarlo el próximo martes 15 de diciembre. Pero hay en la decisión del presidente de aguardar hasta el último minuto un gesto de desprecio al papel del Senado que parece haber sido calculado. Habrá que ver ahora cuál es la reacción de los senadores o, en su caso, de la Comisión Permanente.
Nadie puede poner en duda la capacidad técnica o la inteligencia de Agustín Carstens para encabezar el Banco de México. Es muy fácil descalificarlo por su público error de pronosticar, en febrero de 2008, que la crisis económica en Estados Unidos sólo produciría en México un catarrito. Pero la verdad es que, en febrero de 2008, todos los economistas preveían equivocadamente que México mantendría algo de crecimiento económico en 2008 y que éste aumentaría en 2009.
La nominación de Carstens se anuncia ocho días después de que éste, en una entrevista con Óscar Mario Beteta, declaró: "Yo estoy para ayudar al presidente y si quiere que me vaya al Banxico lo haré." El mensaje de la nominación parece ser, así, que Carstens será un gobernador más atento que Ortiz a las instrucciones de Los Pinos. Este me parece el peor de los mensajes para la autonomía del banco central.
El reemplazo de Ortiz no sólo genera dudas sobre la autonomía del Banco de México, sino que hará que nuestro país pierda la presidencia del consejo del Banco de Pagos Internacionales (BSI). Esta es una posición muy significativa, particularmente en un momento en que se están modificando las reglas de operación de la banca en todo el mundo. El nombramiento, que nunca antes había recaído en un latinoamericano, se dio por tres años; pero Ortiz tendrá que dejarlo el 31 de diciembre, apenas nueve meses después de haber asumido el cargo. La designación no es transferible a Carstens porque, a pesar de que es requisito ser cabeza de un banco central, se confiere a la persona y no al responsable de una institución en particular.
Es muy triste que, con todo lo que hemos avanzado para tener un banco central profesional y autónomo, el presidente de la república siga nombrando como gobernador a quien le ofrece lealtad y obediencia. Parece que estamos de regreso en los tiempos previos al '94, cuando el director de Banxico era un simple subordinado del presidente.
Tampoco dudo de la capacidad de Ernesto Cordero para ser titular de la Secretaría de Hacienda. Se le debe dar cuando menos el beneficio de la duda. Pero si como secretario de Desarrollo Social se registró un incremento de cinco puntos porcentuales en la pobreza, habrá que preguntarse si se le debe premiar otorgándole la máxima responsabilidad en el manejo de la hacienda pública nacional.
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