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Sin herencia

Las laguneras opinan...

LAURA ORELLANA TRINIDAD

Por más que uno quiera mantener otro tipo de conversación en la familia, con los amigos, en el trabajo, surgen siempre comentarios que regresan a la situación de violencia que prevalece en la región. Es el tema. Todos recordamos con nostalgia esa época idílica, que hoy pareciera casi infantil: el paraíso de paz y tranquilidad que era la Comarca Lagunera.

Sin embargo, en el abordaje de esta cuestión, resultan interesantes las interpretaciones que cada persona aporta para entender el fenómeno, porque quizá tiene mucho que ver con la acción, aún cuando ésta se restrinja al entorno inmediato. De alguna forma, estos razonamientos que hacemos en las reuniones informales revelan nuestra cosmovisión del mundo.

Me parece que, grosso modo, estas interpretaciones que he escuchado en diversos grupos, pueden clasificarse en tres enfoques: los que consideran el problema de manera ajena; los que ubican que todos somos parte de esta espiral de violencia, desde una mirada psicosocial-económica-global; y otro más desde una orientación que pudiera llamar "integradora", en que la reflexión versa sobre el ser humano como un amasijo de luces y sombras, porque constituye una totalidad.

Las personas que sostienen el primer enfoque, señalan que hay una división tajante en la sociedad: los "buenos" y los "malos". Curiosamente, los mismos medios de comunicación han dado a los agresores el adjetivo de "malos", incluso así, entre comillas. La división suena como a los juegos de infancia: "indios contra vaqueros" o "policías y ladrones", que desde mi punto de vista resulta a todas luces insatisfactoria.

Esta perspectiva está de acuerdo en la violencia "entre los malos". Incluso, al comentar los últimos acontecimientos conflictivos entre diversas bandas en los Ceresos de Torreón y Ciudad Juárez, he escuchado algo así como: "Qué bueno que se maten entre ellos, a ver si pronto se acaban". Así, se entiende que el fenómeno de la violencia es externo, viene de fuera y la manera de acabar con el conflicto es liquidar a los agresores. Se piensa que si eso sucede, la Comarca regresará al edén original. Pareciera que no hay responsabilidad alguna en la situación y en todo caso a quien se culpa es al Gobierno por dejar crecer la situación, por no pactar con los narcotraficantes o por su ineficiencia en acabar con los "malos".

En la segunda perspectiva, se presenta un mayor análisis de las causas que han originado este escenario. Son múltiples y variadas: hay visiones que cuestionan el modelo económico imperante de la globalización, que ha favorecido a los grandes consorcios (sean mexicanos o extranjeros) y ha minando las economías locales. Un sistema que genera cada vez más humanos empobrecidos que carecen de educación o que incluso, aunque alcancen un nivel universitario, se vean privados de empleo. De este modo, dicen, prácticamente el único camino que se deja a estos mexicanos es el de la ilegalidad. También se aborda, desde este lugar, la corrupción que se encuentra en todos los niveles del sistema político. La observación de este enfoque incluye las múltiples formas de violencia que hemos autorizado o no hemos impedido en las familias, en las escuelas, en las calles. Desde aquí el problema no se ve ajeno, ni surgido de un momento a otro, sino como sedimento de sexenios en que a la par los ciudadanos en general, ya que hay honrosas excepciones, hemos consentido el país que tenemos.

La tercera perspectiva, más holística, espiritual o religiosa, pone el acento en la idea de que estamos viviendo una transformación muy profunda, una especie de psicoanálisis en el que toda la podredumbre emerge para que tomemos conciencia de aquello que también somos; de que se asomen las sombras porque también forman parte nuestra y nos ayude a verlas, observarlas y podamos actuar.

Estas personas aseguran que sólo aquello de lo que tenemos conciencia, puede ser analizado, trabajado. Hay quien refiere al ying y el yang, como esa unidad en el que las contradicciones confluyen, son cara una de la otra. Desde esta perspectiva se miran los acontecimientos como situaciones límite que nos impulsan a valorar lo más profundo, las verdades últimas.

Me parece difícil que regresemos a un estado de paz y tranquilidad en nuestra región, porque en realidad no lo teníamos. Quisiéramos pensar que esta situación terminará de un día para otro como por arte de magia, pero ¿acaso terminarán las desigualdades, el desempleo, la falta de oportunidades, la corrupción? Sí podemos lograr muchas cosas, pero construyéndolas.

Lo haremos promoviendo una cultura de la paz; exigiendo y evaluando a nuestros gobernantes, y si no pueden con el puesto, ¡que renuncien!, siendo intolerantes con cualquier forma de corrupción que tengamos a la mano.

Quizá nuestra generación se gastó la herencia de paz que recibimos y ahora sólo nos queda construirla.

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