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Sin nadie en el gobernalle

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

Estoy triste por México, padezco spleen por mi patria y siento que muchos otros mexicanos comparten este mismo malestar. No acertamos a pegar un golpe en la diana de la vida, el tiempo se nos escurre entre los dedos de las manos y la existencia se nos acorta irremediablemente. El país se amurriña, aunque no refleje su tristeza ni externe su aflicción, mas todos sabemos que cada hoja que arrancamos del calendario nos sumerge más y más en la ciénaga de las responsabilidades incumplidas.

¿Desde cuándo estamos así? Tiempos inmemoriales hacen que la nación navegue de una crisis a otra crisis, de apuro en apuro y de drama en drama. ¡Es la economía mundial!, nos dijo últimamente el Gobierno que desgobierna, pero bien sabemos que nuestras dificultades también están en nuestra propia casa, en nuestro municipio, en nuestro estado, en nuestra república. Ningún sector de la economía mexicana se siente seguro, y nadie hay que ponga cotas a las vicisitudes económicas que nos angustian.

"Es pasajera la crisis"; dijo el secretario de Hacienda, pero estamos blindados: saltó el propio presidente, y lo apoyaron los conocidos corifeos que pertenecen a distintos sectores de la vida pública y privada: "Tenemos una reserva de dólares que nos hacen fuertes". "Hemos cuidado a nuestro peso". "Tenemos seguridad en nuestra estabilidad financiera" y luego, de la noche a la mañana empezamos a contemplar caras mustias, a escuchar balbucientes informes y mensajes, y a sentir movimientos económicos comprometedores. Como lo ven las gentes del dinero y lo siente quien de veras lo siente, éste no es un temblor de pocos grados en cualquier escala.

Otra andanada de disculpas recientes nos ametralla por conducto de los medios electrónicos e impresos: "No hemos querido enderezar nuestras finanzas públicas por medio de la anhelada reforma fiscal". "Convocamos a las cámaras legislativas a que se pongan de acuerdo y aprueben lo necesario para que nos hagamos un país competitivo y triunfador". Y el propio presidente se dirige a comentar ante los diputados y la nación toda, su proyecto económico; y asiste a las dos cámaras el secretario de Hacienda para encomiar la propuesta del Poder Ejecutivo y defenderla de los ataques de izquierda y centro ante una molesta fracción parlamentaria de los conservadores que no puede defender con atingencia lo que, por su naturaleza, ya parece indefendible.

Nada pasa y a lo poco que pasa nadie le entiende. Los peritos fiscales que militan en el PRI y en el PRD no encuentran asidero sino en la eterna negativa: Como en las guerras gritan "¡No pasarán!", pero a casi un mes después de que se abrieron los procesos legislativos en las cámaras de Diputados y de Senadores ni siquiera se ven las luces de un tránsito dialéctico positivo; sí, por el contrario, palabras, gestos y posiciones políticas que ensombrecen el ambiente nacional.

Nada nuevo, es cierto: así ha sido siempre. Pero la República se cansa de ver y sentir más de lo mismo, y a los mexicanos nos gana la tristeza por tantos años perdidos en la nada. ¿Cuándo, señoras y señores, vamos a caminar por el sendero de la concordia nacional?

Una de las tareas medulares de los presidentes de la Nación debería ser la armonización de los mexicanos para poder ganar las causas nobles de la patria y alcanzar mejores y mayores metas colectivas. No es imposible, sólo requerimos de un liderazgo sólido, fuerte y desinteresado, que por lo pronto no está en el gobernalle del barco, ni a la vista.

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