Para poder egresar profesionales competentes de las aulas universitarias, es necesario reconocer que esta aspiración no depende de un solo fenómeno educativo, sino que nos estamos enfrentando a un reto multifactorial y multirreferenciado; sin duda la forma en que ese futuro profesional aprende y la manera en que lo reproducirá es relevante.
Incluso, se ha aceptado como una verdad empírica, que los alumnos cuando egresan de las universidades no saben cómo actuar en el mundo laboral y que aprenderán dicha actuación en la realidad, como si en la escuela superior enseñáramos cosas irreales o lejanas a lo que se enfrentarán en su vida profesional.
Se ha hablado mucho acerca de las competencias que debemos formar en los alumnos, pero para lograrlo hay que repensar, redirigir y redimensionar la forma en que capacitamos a nuestros profesores; sobre todo en los niveles educativos superiores, ya que si bien es cierto que la mayoría de los claustros en este nivel se nutre de los mejores especialistas en cada una de las profesiones, ello no garantiza que sean buenos docentes; es importante reconocer que estos especialistas defienden con orgullo su pericia en el campo profesional y que trasladan sus modos de actuación a sus alumnos.
Esto sin duda es muy loable, pero se convierte en un hecho lamentable si tomamos en cuenta que el desafío actual es formar a nuestros alumnos para una realidad global en un mundo competitivo, en el cual su especialización sin versatilidad, puede convertirlo en un trabajador periférico, “muy hábil en lo suyo”, pero incapaz de responder polifuncionalmente ante una realidad global innegable.
Es por ello que los profesores deben poseer competencias pedagógicas que les permitan formar sólidos profesionales basados en la interdisciplinariedad.
Por supuesto que en un claustro de profesores integrado por ingenieros, médicos, arquitectos, economistas, abogados, químicos psicólogos, etc., lo que se impone es una formación pedagógica en su sentido más amplio, que les permita percibir su saber profesional y especializado como aunado a un conocimiento pedagógico, por lo que este modelo responde a la integración de dos profesiones.
A este respecto es conveniente puntualizar a qué nos referimos con formación pedagógica en sentido amplio, aceptando que el gran concepto formación incluye a la actualización, la superación, la capacitación, la profesionalización y la competitividad, de aquí la importancia de definir cada concepto que la incluye:
Actualización: Verbo usado para cambiar un sistema con el fin de hacerlo más adecuado a los tiempos presentes; en términos de formación se refiere a la recontextualización de los saberes que posee un individuo para volverlo más actual laboral y profesionalmente (formación para el empleo).
En programas globales de formación permanente, la actualización incluye la revitalización cultural involucrando innovación pedagógica, así como la renovación de modelos y proyectos escolares y extraescolares.
Superación: Verbo relacionado de forma directa con los grados académicos que se expiden como acreditación de algún título y normalmente significa la conclusión de algún programa de estudios establecido. En el ámbito de la formación pedagógica está referido a la acreditación que los profesores logran en sus distintos programas de actualización, llámense cursos, talleres, simposium, diplomados, especializaciones, maestrías y doctorados.
Capacitación: Verbo utilizado para desarrollar alguna capacidad específica, para el trabajo, o para la incorporación de los alumnos a las actividades productivas. En cuanto a formación de profesores, capacitar significa propiciar el desarrollo de capacidades, normalmente en el plano de lo didáctico-pedagógico.
Profesionalización: Verbo usado para denotar la formación profesional que va aunada a aspectos de cultura general adecuada. En lo pedagógico implica el desempeño profesional de la docencia con un sólido soporte valoral del maestro.
Competitividad: término que alude a la posesión de una serie de atributos y niveles de desempeño relevantes para una tarea determinada. En formación docente incluye además aspectos de relevancia profesional para el logro de las metas educativas.
Este saber doblemente especializado al que hacemos referencia, es decir, el saber disciplinario y el saber pedagógico, debe poseer además la característica de un conocimiento con significación social, (de ahí su enorme responsabilidad) de tal manera que el saber especializado, que abarca formas de comprensión teórica, práctica, abstracta y concreta de una manera interrelacionada, debe aludir además a las siguientes características que toda profesión posee: que sirva como un valor social profundo y permanente, que opera conforme a un caudal de saber especializado y que controla las condiciones del ejercicio de su profesión.
Un profesor universitario no puede enfrentar el reto de formar profesionales polifuncionales, creativos, autónomos y solidarios, si no lo hace apoyándose en un papel de mediador procesal, de facilitador académico, de guía procedimental; mediación que estará centrada en su propia competencia cognitiva, su competencia sociocultural y su competencia profesionalizada, lo que integradamente, forman o definen su competencia pedagógica.
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