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¿Sirven de algo?

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

Buena parte de la población del mundo se manifiesta cínica en relación con la utilidad y pertinencia de los encuentros entre líderes de prominencia internacional. Así, aunque muchos mexicanos se preguntan qué utilidad tuvo el que Felipe Calderón visitara al presidente electo de los Estados Unidos Barack Obama, ese sentimiento no es único. Lo mismo piensan venezolanos, filipinos, argentinos y árabes sobre los viajecitos que se echan sus gobernantes con el aparente objetivo de saludar a otros gobernantes, y tomarse con ellos fotos sencillamente imposibles de enmarcar… por simple sentido del gusto.

Ciertamente, muchas de las llamadas “reuniones cumbre” no son otra cosa que oportunidades para que los fotógrafos se den vuelo y poco más. Pero también habría que revisar las bondades, reales o supuestas, de esos acercamientos entre gente que tiene las manos llenas de problemas.

En primer lugar, amigo lector, si usted ha debido arreglar un asunto importante a través del teléfono, sin duda habrá tenido la sensación de que todo sería más fácil si pudiera tratarlo cara a cara con su interlocutor. De alguna manera, verle los ojos a la persona con la que me comunico me da más confianza de estar obrando correctamente.

En segundo lugar, los mandatarios tienen que calibrar rápidamente a aquéllos con los que van a tener que lidiar, sean amigos o enemigos. Obama tenía qué saber de qué está hecho Felipillo, y viceversa: Calderón había que tantear si el morenazo sabía realmente algo de la agenda bilateral, o era un perfecto ignorante de lo que ocurre en la porosa frontera sur norteamericana. Y la manera más rápida de hacerlo es estableciendo un vínculo personal, así sea en una reunión de menos de una hora.

Y en tercer lugar, en ocasiones ese tipo de reuniones sirvan para que se pueda dar una empatía que resulte beneficiosa para ambas partes. Hay personajes que de inmediato hacen “click” y se llevan bien… lo que puede traducirse en mejores relaciones; o de perdido, en que las broncas sean manejadas de maneras más amigables.

De su visita a Washington Felipe Calderón sacó poco, porque no había mucho qué sacar, de cualquier manera. Si acaso ya se dio un primer contacto con un hombre que, por su vida y educación, entiende la globalización mejor que cualquiera de sus antecesores. Y por tanto, sabe que la relación con un vecino pobre e inestable no puede sino constituir un asunto de seguridad nacional, por más que no haya habido un atentado terrorista importante desde hace más de siete años.

Quizá habría que rescatar el hecho de que Calderón es el único mandatario al que Obama recibió antes de su toma de protesta. La verdad, qué tan significativo sea eso… Yo no haría mucho escándalo al respecto. En fin.

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