Una migrante mexicana sobrevivió ocho días sin probar alimento, con poca agua que ella misma sacó del desierto y bajo un clima extremo en las montañas de California, luego de que un traficante de indocumentados la abandonó del lado estadounidense por no caminar rápido.
“Antes diga que no me morí, es un milagro”, repite Jovita Ochoa, de 49 años, originaria de Aguililla, Michoacán, quien aún está convaleciente en la Cruz Roja Mexicana de Tijuana por deshidratación severa, además de graves lesiones en los pies y piernas.
Originalmente, la michoacana salió de Tijuana hacia las montañas de Tecate con un grupo de indocumentados y un “pollero”, aunque todos la abandonaron a su suerte en el frío desierto, cuando ella se lastimó los pies. Ochoa cruzó de manera indocumentada el pasado 8 de enero y fue localizada por su esposo el 16 del mismo mes en Tijuana, con los pies destrozados por las rocas del desierto y con la vista nublada.
La mujer vivió para contarlo, luego de que su experiencia se debió en gran parte a una deficiente actuación del Grupo Beta en Tecate y Tijuana, denunció su esposo Rafael López Torres, de 50 años.
Tras siete días de búsqueda, el afligido esposo sólo encontró ayuda en la organización civil Ángeles de la Frontera, que liderea Rafael Hernández.
Después de buscarla en el desierto sin resultados positivos, Hernández contactó a elementos de la Patrulla Fronteriza y sólo así se enteraron que Ochoa fue localizada por agentes estadounidenses el jueves y que el viernes fue deportada.
Al verla débil por estar ocho días en el desierto, Hernández la llevó a la Cruz Roja en Tijuana para que la revisaran.
Al preguntarle en el hospital cómo sobrevivió tanto tiempo sola, Jovita Ochoa comenta que se encomendó a varios santos.
“Tenía mucha sed, no había luz, me pegué (encomendé) a la Virgen de Guadalupe, a la Virgen de Acahuato, al Santo Cristo y a San Juan, y con un palito hice unos pocitos y salió agua, estaba bien buena”, recuerda recostada con una sonda de suero dentro de su mano.
“La Virgen de Acahuato (en Apatzingán) está en un cerro, cuando la bajan al pueblo ella solita se regresa caminando, está viva”, explica con devoción.