Es evidente que los partidos políticos nacionales enfrentan una situación compleja, inédita y difícil: la pérdida de la confianza ciudadana; así, en las circunstancias actuales de las campañas político-electorales para la elección del próximo 5 de julio, la decisión del electorado se ve muy clara: el voto ciudadano no le otorgará, a ningún partido político, la mayoría en el Congreso.
Los líderes partidistas saben que en nuestra joven democracia los resultados son impredecibles, porque carecemos de partidos que hayan establecido un vínculo fuerte con el electorado con base en resultados. En lo personal me hago una pregunta: ¿por qué nuestros políticos nacionales son incapaces de insertarnos con éxito en la globalidad?, si en el siglo pasado tuvieron la habilidad política de iniciar la transición electoral pactada, creando nuevas reglas que dieran credibilidad a los resultados electorales y teniendo como logro la creación del IFE, y después, en 2000, en una etapa de conflictos ya advertidos, lograron que el país iniciara la alternancia política pacífica.
Pareciese que nuestros políticos nacionales ignoran que mientras otros países avanzan a grandes pasos en la competitividad, nosotros nos quedamos atrapados en la inmovilidad por las viejas querellas políticas que sólo retrasan nuestro desarrollo e impiden la generación de los empleos tan necesarios para el avance social.
La participación ciudadana en nuestras elecciones tiene un compartimiento cíclico, en las presidenciales participa un número mayor de votantes que en una intermedia -como la presente-, porque la ciudadanía considera más trascendente la elección de presidente que la de legisladores.
Este 5 de julio los mexicanos tenemos un compromiso, ejercer el derecho y la obligación ética del voto; frente a la soledad de la boleta, tendremos cuatro opciones: 1) abstenernos, 2) votar por los candidatos de nuestra preferencia, 3) votar por un candidato no registrado y 4) anular el voto depositándolo en blanco, tachando varias opciones partidarias que no estén coaligadas o tachando toda la boleta.
El voto en blanco como abstención activa, aunque no tiene ningún efecto contable para resultados de la elección, lleva implícito un mensaje de inconformidad con los partidos y el sistema político, y aunque carece de valor en la conformación de la Cámara de Diputados, en el registro de los partidos y en el financiamiento que éstos puedan recibir, en sí mismo lleva un profundo mensaje político.
Estimado lector, lo invito a que reflexione sobre la importancia de su voto, elegir a nuestros representantes no es otra cosa que el ejercicio de nuestros derechos políticos, a efecto de que en una sociedad con una rica policroma pluralidad, el cambio de legisladores, gobernadores y ayuntamientos no sólo sea democrático... sino civilizado y pacífico.
Lo anterior me recuerda la ocasión en la que se desarrolló en Güémez un congreso mundial de cirujanos, en la cena, cinco de ellos comentaban quiénes eran los mejores pacientes en la sala de operaciones:
--¡Joder, macho!, que a mí me gusta operar contadores -dice el español-, porque cuando los operas, todo adentro está ordenado por números.
--Sí, che, pero los electricistas son mejores -espeta el Argentino-, por una sencillita razón, todos los órganos están codificados por colores, es imposible que te equivoqués.
--Nou, ser mejores los bibliotecarius -señala el gringo-, dentrou de ellos todo estarrr localizado en estricto orden alfabeticou.
--No hay como los mecánicos -señala el chileno-, ya traen las piezas de repuesto que hay que colocar.
--Lamento contradecirlos dice el Dr. Roldán -el mexicano-, los políticos son los mejores pacientes del mundo.
--¿Por qué? -preguntan intrigados al unísono sus compañeros cirujanos.
--Porque no tienen corazón ni estómago, no tienen huevos, y encima, el cerebro y el trasero están interconectados y además son totalmente intercambiables.
Filosofo2006@prodigy.com.mx