¿Qué es la inteligencia? ¿Nacemos con ella? ¿Se hereda? ¿La afecta el medio ambiente? Éstas son algunas de las polémicas preguntas que los científicos, en las últimas décadas, han intentado responder.
A continuación te presento querido lector, lectora, cinco datos sorprendentes, confirmados por investigadores de la Universidad de Cornell en Estados Unidos:
1. Un niño amamantado tiene un coeficiente intelectual más alto que un niño alimentado con botella. Esto puede deberse al tiempo que el bebé pasa junto a la mamá y al sentido de cercanía que se genera entre ellos. Aunque los investigadores afirman que esto último puede producirse también en un niño de botella, todavía existe una ganancia de 3 a 8 puntos de I.Q. en los niños de tres años que fueron amamantados. ¿Por qué? No se sabe exactamente. Quizá se debe a que los anticuerpos que contiene la leche materna evitan que el niño enferme y se afecte con ello el aprendizaje temprano. La leche de pecho también puede influir en el funcionamiento del cerebro al ser especialmente rica en ácidos grasos Omega 3, que son como los ladrillos de las membranas de las células nerviosas y, por tanto, cruciales para la transmisión eficiente de los impulsos nerviosos.
2. El coeficiente intelectual varía con la fecha de nacimiento. En algunas escuelas es obligatorio tener siete años cumplidos para entrar a la primaria. Quienes nacen en los últimos tres meses del año, tienen que esperar un ciclo escolar más para entrar. Como consecuencia, resulta que al crecer esos niños pasaron en la escuela un año menos que sus compañeros. Los estudios demuestran que por cada año escolar cumplido, el I.Q. aumenta aproximadamente 3.5 puntos. Por lo tanto, el grupo de los estudiantes que nacen tarde en el año, presenta una medida de inteligencia más baja que el de quienes nacieron temprano en el año. El potencial genético para la inteligencia en ambos grupos, por supuesto, es el mismo.
3. Estudiar aumenta el coeficiente intelectual. Cada vez que un niño o una persona estudia ya sea en la escuela o en la universidad, su inteligencia aumenta respecto a la de otra persona que no estudia. Para comprobarlo, se realizaron mediciones mensuales, mismas que arrojaron dichos resultados.
4. La inteligencia es plural, no singular. Sin importar el grado que tenga una persona de la llamada "inteligencia general", se ha demostrado que las habilidades de la inteligencia práctica, como el sentido común para enfrentar los retos de la vida cotidiana, nada tiene que ver con la inteligencia analítica. Los científicos están de acuerdo con Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, quien asegura que existen habilidades independientes que nos dan por lo menos ocho tipos de inteligencia: la espacial, la verbal, la analítica, la intrapersonal, la interpersonal, la musical, la motora y la inteligencia práctica.
5. El coeficiente intelectual está a la alza. En cada generación, el grado de inteligencia aumenta aproximadamente 20 puntos, una alza constante nombrada "Efecto Flynn", por un científico de Nueva Zelanda que realizó estudios al respecto. Si cualquiera de nosotros realizara una prueba de inteligencia y calificada con los estándares de desempeño de hace 50 años, más de 90 por ciento sería "genio". Y si a nuestros abuelos les hicieran las pruebas de inteligencia actuales, la mayoría resultaría casi "retrasada mental". Este aumento en el IQ se debe a factores como una mejor alimentación, más escolaridad, padres mejor educados, juguetes inteligentes, computadoras y demás.
Sin embargo, nadie cree que la verdadera inteligencia haya aumentado tan rápido como el coeficiente intelectual. Si nuestros abuelos nacieran hoy, calificarían igual de bien a como lo hicieron hace 50 años.
Como puedes ver, la inteligencia no es una cualidad inherente a la mente, está en nosotros desarrollarla.