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Su majestad, la impunidad

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Han pasado casi dos semanas del incendio de la guardería ABC en Hermosillo y todavía no sabemos quiénes son los culpables de la muerte de 46 niños.

Al momento de escribir este artículo -miércoles al mediodía- las autoridades federales y estatales seguían sin dar su veredicto en torno a esta infame tragedia.

La impunidad en México galopa sin freno. Seguramente un perito en incendios de una compañía de seguros ya habría dado con las causas y con los culpables.

Es evidente que el IMSS tiene amplia responsabilidad así como los dueños y directivos de la guardería que no cuidaron la seguridad del inmueble. También las autoridades locales que intervinieron para otorgar los permisos correspondientes y sin dejar a un lado a los encargados de la bodega de al lado en donde estalló el siniestro.

En la sociedad sonorense y mexicana causaron un profundo dolor estos hechos, así lo percibimos a raíz de los mensajes que recibimos sobre nuestro artículo "Tragedia en Sonora", publicado la semana pasada.

No obstante nos sorprendió saber que varios lectores estuvieran más preocupados en exculpar al gobernador de Sonora de los hechos que en pugnar por que las autoridades encuentren y en su caso castiguen a los responsables.

La impunidad está enraizada en una buena parte de la sociedad que no quiere perder sus canonjías y que respalda con su silencio y complacencia a los gobernantes en turno.

Esta impunidad ha ocasionado que las autoridades mexicanas de prácticamente todos los niveles e instancias estén devaluadas, desgastadas y en ocasiones despreciadas.

Ahí tenemos el caso de la línea Aviacsa que desairó la orden de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y volvió a operar sus vuelos en base a un amparo que legal o no, invalidaba al organismo cúpula de la aviación en México.

Fue penoso escuchar a un funcionario de la SCT llamar al público a no utilizar dicha aerolínea ante el peligro de sufrir un accidente. Años atrás las aerolíneas se clausuraban o requisaban, pero nunca se ponía en riesgo la seguridad de los pasajeros.

Esto sería como si un policía de tránsito se apostara en una vía rápida para decirles a los automovilistas que se cuidaran de un chofer desquiciado y sin control.

Y este es un ejemplo sencillo, si nos vamos a los crímenes de alto impacto como los secuestros hemos visto una y otra vez que miembros de los cuerpos policiacos están metidos hasta los huesos.

Nadie o muy pocos creen, pues, en la autoridad en México y eso resulta por demás grave. Antes los niños querían ser policías y bomberos, ahora prefieren ser narcotraficantes o personajes ligados a la delincuencia. ¿Será posible?

En este mar revuelto se incluyen desde luego a legisladores y partidos políticos que lejos de ayudar parecen empeñados en echarle más leña al fuego.

La campaña contra el crimen emprendida por el presidente Felipe Calderón ha tenido sus fallas y defectos, pero es la primera vez que se intenta afanosamente atacar a fondo esta grave problemática.

Que vaya a lograrse o no, es difícil saberlo, pero lo terrible es que sean los dirigentes de partidos quienes descalifiquen esta lucha y hagan creer al pueblo de México que esta lucha es inútil. Así como, pues.

Por la falta de respeto a las autoridades y líderes surgió esta campaña de anular el voto que refleja el hastío de la sociedad hacia todo lo que huela a vida política.

En medio de esta confusión preguntamos, ¿en dónde quedaron los líderes sociales, intelectuales, empresarios, periodistas y escritores que en otros tiempos de zozobra han salido a la palestra a calmar los ánimos e infundir confianza y optimismo?

¿Dónde están pues los líderes del nuevo México¿ ¿Acaso tendrá que reiniciarse el proceso de cambio y recomposición de nuestro país?

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