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Tecnologías para reducir el impacto ambiental de la producción agropecuaria

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Toda actividad humana impacta el ambiente en que se realiza y es el grado en que éste se altera lo que marca la diferencia. Si bien la presencia humana en el planeta como homínido tiene alrededor de cuatro millones de años en los cuales sobrevivió en forma nómada adaptándose a su entorno natural, es hace 10,000 años cuando empieza a alterarlo con la domesticación de plantas y animales que propician una primera revolución agrícola, acompañada de la ocupación de espacios geográficos producto de su sedentarización; pero estas modificaciones no fueron graves en la medida que su impacto se focalizó sólo en los sitios en que surge la civilización y la cosmovisión de aquellos pueblos no implicaba presiones graves sobre los recursos naturales disponibles; el problema ocurre desde hace tres o cuatro centurias con el despliegue de las actividades industriales que provocan un impacto en los sistemas naturales que rigen el funcionamiento de la tierra, como sucede con el cambio climático global.

A partir de la industrialización, la producción agropecuaria se somete a la lógica mercantil que exige un uso intensivo de bienes y servicios que la misma industria contribuye a generar: semillas mejoradas, razas especializadas, maquinaria y equipos agrícolas y pecuarios, agroquímicos para controlar plagas y enfermedades, asesoría técnica, entre otros. Este tipo de tecnificación del campo aumenta la productividad en los sistemas de cultivo y ganado, cuyos objetivos se orientan a satisfacer la demanda de materias primas y alimentos que la industria y la población exigen, de ese modo la investigación científica tecnológica facilita una segunda revolución agrícola en el siglo XX a la que se le denominó "revolución verde".

Sin embargo, el aumento en la capacidad productiva derivó en impactos en los ecosistemas, fragmentándolos y reduciendo sus funciones en la organización y funcionamiento de la naturaleza, pero también afectando a la misma población humana, de modo tal que en la actualidad los sistemas productivos agropecuarios regidos por tecnologías convencionales derivadas de la revolución verde son calificados como no sostenibles. Afortunadamente, la innovación que el mismo ingenio humano desarrolla buscando soluciones a estos problemas ha generado nuevas tecnologías que pretenden reducir los impactos ambientales manteniendo la productividad y rentabilidad de esos sistemas de producción.

Tal es el caso de las innovaciones que se han obtenido por la comunidad académico-científica-agronómica de esta región, que está generando tecnologías que disminuyan los impactos de la ganadería lechera, principalmente en la producción de metano, excreción de nitrógeno y uso del agua. En días pasados tuvimos la oportunidad de escuchar uno de los expertos locales en esta materia, el Dr. Gregorio Núñez, investigador del INIFAP, quien expuso en el marco de la Semana de Agronomía de la Facultad de Agricultura y Zootecnia de la UJED, un concepto interesante que replantea la visión de la investigación agropecuaria y ofrece resultados concretos que vale la pena se difundan entre los tomadores de decisiones, sean funcionarios de Gobierno y productores, como entre la población afectada por dichas actividades.

Las nuevas tecnologías se orientan, por un lado, a reducir los gases de efecto de invernadero que la ganadería incorpora en la atmósfera, modificando la nutrición y productividad en los hatos lecheros mediante la elaboración de raciones alimenticias con contenidos adecuados de almidón para disminuir las emisiones de metano, y menores cantidades de proteína cruda para aumentar la eficiencia en el uso de nitrógeno reduciendo las cantidades de este elemento en las excreciones, en ambos casos manteniendo altas producciones de leche, algo que es importante si se considera un hato regional de 450,000 cabezas de ganado.

Por otro lado, reducir el consumo del agua sustituyendo parcialmente la alfalfa por forrajes estacionales C4 como maíz y sorgo forrajeros, que requieren menores láminas de riego y reducen la demanda global de agua. La problemática hídrica de la Región Lagunera que consume cerca del 50% del agua disponible aprovechada de la Cuenca Nazas-Aguanaval, particularmente en el sector agropecuario que usa el 100% de las aguas superficiales y el 84% de las aguas subterráneas extraídas del acuífero principal, sugiere apoyar este tipo de investigaciones que aporten soluciones tecnológicas que contribuyan a reducir la presión antrópica sobre este recurso.

En los tres casos señalados, las tecnologías innovadoras exigen una mayor atención para buscar soluciones que reduzcan los impactos ambientales de una de las principales actividades productivas en que se apoya la economía regional, lo cual implica asignar mayores recursos para desarrollarlas, pero también una respuesta responsable de los productores ganaderos en su aplicación sujetando el tamaño y manejo del hato a sus posibilidades sustentables, y no propiciar un crecimiento del mismo sólo por que genera un ventajoso margen de utilidades, a la vez de que el ahorro del agua derivada de la producción de forrajes alternativos no implique continuar usando los mismos volúmenes de agua sino que se ahorre este recurso conservándolo en los depósitos subterráneos, como una medida más de una estrategia que conduzca a recuperar su equilibrio entre extracción y recarga.

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