De la vida misma
Interminable, monótono y arrullador el reloj sigue emitiendo sus sonidos.
Es de noche y aparte de los ruidos del despertador, sólo se escucha el murmullo de las oraciones de abuelito, que reza su rosario.
El niño escucha todo y disfruta todo, como lo hace cada vez que va a dormir con el padre de su padre, para ayudarlo en la madrugada del día siguiente, o a cortar la alfalfa del barbecho lejano o para ir a preparar lo necesario para abrir la iglesia del pueblo.
Y cuando abuelito termina de orar, el niño le pregunta:
Abuelito, ¿Qué son los problemas?
El hombre, con su voz amable y serena de siempre le contesta:
¿Por qué haces esa pregunta, dónde oíste eso de los problemas si apenas tienes seis años?
Y el pequeño responde: Es que en la tienda de papá muchos llegan y dicen: Cuántos problemas, cuántas cosas difíciles. ¿Son cosas difíciles abuelito?
El hombre de edad guarda su rosario en el buró y con gran calma acaricia la cabeza del pequeño y le dice:
"Hijo, los problemas nacieron junto con el hombre, y crecieron cuando aumentó la gente sobre este mundo. Son situaciones adversas, difíciles para muchos y naturales para otros. Son cosas que nadie quiere a su lado y sin embargo abundan. Mira, por ejemplo, vienen tiempos malos, no hay cosecha y surgen muchos problemas. Luego, entre la gente hay muchas dificultades, por una cosa, por la otra, y en lugar de solucionarlas se involucran en ellas y las aumentan. Pocas son las personas que se convierten en solución de los problemas, y yo le pido al Señor que tú seas de estas últimas porque te tocarán situaciones difíciles, como las tuvo tu mamá cuando dijeron que venías a este mundo y ella era una muchacha muy joven, pero te dio la vida contra viento y marea. Algo tienes que haber sacado de ella.
El niño quedó más confundido.