De la vida misma
El niño, que está queriendo despertar, escucha los ruidos y semidormido pregunta:
¿Quién?
Cree que llaman a la puerta, así que trata de volver a su sueño.
Pero el tic tic continúa y vuelve a preguntar: ¿Quién?
Nosotros, que estamos cerca, hacemos lo posible por callar la risa, porque el causante de los ruidos, semejantes a toquidos en la puerta, los hace, como cada mañana y cada atardecer un pájaro carpintero que con su pico golpea , como lo hace desde hace mucho tiempo, el ducto de la refrigeración que está en la azotea.
Se hace la ilusión de estar golpeando madera, y es algo que le ha gustado hacer.
Entonces nos vienen a la mente las ilusiones que todos debemos tener, sin ellas sería más difícil el vivir.
El pequeño nieto, mientras tanto, vuelve a sus sueños, con una cara de felicidad que nos emociona. A la mejor también está sumido en sus ilusiones, las de jugar al lado de papá o de su abuelito.
Y con cuidado nos asomamos a la ventana para ver, una vez más, a ese pájaro carpintero que desde hace un buen tiempo va a picotear el ducto, y también se le ve tan feliz.
Esta mañana, mientras vemos todo esto, nos vamos a nuestra pequeña computadora, la que nos ha traído Daniela y en ella escribimos estas primeras impresiones de un nuevo despertar, en el que el tema son las ilusiones.
Será que siempre nos han acompañado, desde antes de llegar a esta casa, cuando con la vieja escoba de mamá, convertida en brioso caballo, recorríamos toda la casa, entrábamos a la tienda de papá y salíamos a la calle para recorrer todo el Barrio Prieto, hasta detenernos en el arroyo llamado El Derramadero, donde nos gustaba ver las aguas, achocolatadas y embravecidas que pasaban haciendo gran ruido, como despedida de la fuerte lluvia.
Ahí soñábamos con recorrer el mundo, a veces en nuestro caballo, luego en el tren de la fantasía, el barco de los sueños y en el avión de dos plazas que tuvimos en casa con aquella gran caja donde llegó el ropero.
Hoy nuestras ilusiones son otras, y van más relacionadas con la familia porque llega el momento en que uno pasa a segundo término, porque poco esperamos para nosotros, pero sí mucho para los que queremos.
Usted seguramente también estará lleno de ilusiones, y en ellas no olvida incluir a los suyos, a los que lo quieren y lo cuidan, así El Señor lo tendrá más cercano en su protección y en sus dones.