Por fin el Gobierno de Felipe Calderón se puso las pilas al anunciar una serie de medidas drásticas, entre ellas la eliminación de tres secretarías, para hacer frente a la falta de recursos económicos derivado de la crisis internacional.
Atrás quedaron las frases lucidoras de los funcionarios mexicanos como aquélla de que "México no será afectado gracias a su blindaje financiero" y la otra de que la caída de la economía norteamericana "será absorbida por la estabilidad de las finanzas mexicanas".
Casi un año después de que la economía mundial reventó por los créditos inmobiliarios, México y su presidente Felipe Calderón se deciden a emprender las acciones que pudieron haber sido tomadas desde principios de este año.
Pero si queremos ser optimistas como el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, diríamos que nunca es tarde para empezar, aunque las consecuencias de esta demora podrían ocasionar daños mayores a la hoy vapuleada economía mexicana.
Habría que preguntarse si estos recortes en el gasto federal, junto a incrementos importantes en impuestos, no se tomaron antes debido al proceso electoral o si la derrota del PAN en las urnas ocasionó la reacción hasta cierto punto visceral del Ejecutivo.
Obviamente varias propuestas del Gobierno Federal, como el nuevo impuesto del 2% al consumo, chocarán con pared en la Cámara de Diputados y otras serán enredadas para formar la tradicional capirotada presupuestal que surge cada fin de año en el congreso mexicano.
Hoy en México la crisis económica y política es grave y según analistas la situación es peor que en 1994 cuando se combinó la insurrección de Chiapas con los crímenes de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu lo que ocasionó "el error de diciembre" que puso a México al borde de la quiebra.
Además de la crisis internacional que inició a finales de 2008, México enfrentó a lo largo de este año una serie de sucesos adversos que complicaron el panorama.
La caída en los precios del petróleo, la reducción en las remesas de mexicanos del extranjero y la caída del turismo, provocaron el desplome en el ingreso de divisas y un boquete en las finanzas públicas que hoy, casi un año después, se intenta subsanar.
El Gobierno de Calderón cometió además errores operativos de magnitud como sucedió con la influenza porcina, cuyas medidas tardías y exageradas contribuyeron a que México quedara fuera del mapa turístico mundial durante varios meses.
Hubo situaciones tragicómicas durante aquella emergencia sanitaria como en California donde se cancelaron los cruceros con destino a México a pesar de que San Diego y Los Ángeles registraban más enfermos que Ensenada, Los Cabos y otras playas mexicanas.
Entre las nuevas acciones destaca el impuesto al consumo que incluye alimentos y medicinas, además del incremento al Impuesto Sobre la Renta y a los gravámenes al tabaco, cerveza y sorteos que levantarán el grito despavorido de los afectados, entre ellos Juan Pueblo quien como siempre llevará la peor carga.
El Gobierno mexicano tendrá una fuerte oposición para cambiar la tendencia del gasto público que se disparó en los últimos diez años gracias a la bonanza petrolera.
Pero de nada servirá desaparecer tres secretarías si el ajuste del gasto no se aplica por parejo a todas las dependencias federales, al Poder Legislativo y al Judicial, así como a los gobiernos estatales y municipales en donde se viven excesos dignos de Ripley.
La historia de los recortes la hemos vivido muchas veces en México y en infinidad de ocasiones ha sido peor el remedio que la enfermedad, porque se castiga al que menos tiene y se privilegia a los encumbrados y poderosos.
No pasará mucho tiempo para conocer el rumbo del plan calderonista. Esperemos que no venga acompañado de las prácticas mañosas de antaño cuando se decía: "hay que cambiar todo para que las cosas sigan igual". Usted me entiende, ¿verdad?
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