“Qué hay en un nombre. Aquello que llamamos rosa con cualquier otro nombre olería tan dulce.”
William Shakespeare, Romeo y Julieta
ue no quede duda. Es la coalición de Andrés Manuel López Obrador: la que el ex candidato presidencial está forjando para abandonar el PRD, ese partido en el que ha militado desde su fundación, el que presidió durante tres años y el que casi lo llevó a ganar la Presidencia de la República en 2006.
La coalición de López Obrador está formada por dos partidos pequeños que no han demostrado hasta ahora tener fuerza por sí solos: el Del Trabajo y Convergencia. Sólo que para arropar a su líder, los organizadores quieren un nombre que atraiga una parte importante del respaldo popular que hasta ahora ha tenido el PRD. Por eso la coalición solicitó originalmente registrarse con el nombre de Frente Amplio Progresista, el mismo que ha tenido la alianza parlamentaria encabezada por el PRD desde 2006. Este nombre fue rechazado por el IFE, debido precisamente a la confusión que generaría con el grupo en el que participaba el PRD. El asunto se encuentra actualmente en el Tribunal Electoral.
El 7 de enero la coalición propuso otro nombre, igualmente confuso, pero que además deja en claro que la agrupación es un traje a la medida para un político en particular. El nombre propuesto, que no sabemos si será aceptado por el IFE, es Coalición por el Bien de Todos Primero los Pobres.
Coalición por el Bien de Todos es el nombre que tuvo la alianza encabezada por el PRD en la elección de 2006, de manera que no se elimina la confusión que genera el uso del nombre del FAP. “Por el bien de todos, primero los pobres” es, por otra parte, el lema que López Obrador utilizó como candidato al Gobierno del Distrito Federa por el PRD en el año 2000, por lo que también busca aprovechar el trabajo previo del PRD.
Los dirigentes perpetuos del PT y de Convergencia, Alberto Anaya y Dante Delgado, parecen entusiasmados con llevarse a López Obrador y a sus simpatizantes. Pocos nombres en el espectro político tienen un arrastre tan grande como el del tabasqueño. Con tal designación Anaya y Dante podrían dar a sus partidos una presencia que éstos nunca han tenido. Pero quizá deberían irse con cuidado. Si piensan que pueden utilizar a López Obrador para su provecho, quizá pronto se den cuenta de que es mucho más fácil que él los utilice a ellos.
López Obrador está cobrando ya su cuota de poder en la coalición que se está forjando en torno suyo. Baste mencionar que su incondicional Ricardo Monreal se ha convertido en coordinador de la bancada del Partido del Trabajo en el Senado, a pesar de que todavía pertenece al PRD. Alejandro González Yáñez, quien era el coordinador y cuenta con años de militancia en el PT, ha tenido que conformarse con pasar a la vicecoordinación.
Independientemente del nombre, no hay duda de que la alianza será el vehículo político de López Obrador en las elecciones de 2009 y que el PRD no será invitado a participar. Esto quiere decir que el voto de la izquierda se dividirá entre estos dos grupos, sin contar con los que el Partido Socialdemócrata pudiera atraer. El Frente Amplio Progresista, que constituía la segunda fuerza política en la Cámara de Diputados, podría ver disminuida así de manera muy importante su presencia en este cuerpo legislativo.
El PRI es el partido que mejor puede aprovechar esta división. Los votantes y políticos del PRD han mostrado tradicionalmente mayor facilidad para mudarse al PRI y los del PRI al PRD que cualquiera de los dos al PAN. Poco importa que en el Congreso hayan sido el PAN y el PRI los que han logrado acuerdos con mayor frecuencia.
López Obrador se ha abstenido hasta este momento de romper formalmente con el PRD. Busca construir una coalición rival del PRD, pero sin renunciar a las ventajas que le proporciona la militancia en el partido más importante de la izquierda en México. El PRD, por otra parte, le ha tendido constantemente la mano a Andrés Manuel, como lo hizo al solicitarle que presentara una lista de sus preferencias para candidatos a diputados; pero no le puede ofrecer lo que realmente satisfaría a López Obrador: la presidencia del partido, que hoy ocupa Jesús Ortega, para entregársela al operador lopezpobradorista Alejandro Encinas.
Por lo pronto la batalla entre las izquierdas se está centrando en el nombre de la nueva coalición. Quizá, como sugería Julieta en la clásica tragedia de Shakespeare, un nombre no cambia la esencia de las cosas o de los hombres. Pero en política, el nombre lleva muchas veces dentro de sí un reconocimiento que puede ser un valioso capital político.
SIN AGUA
El futuro ya nos alcanzó. Conagua está anunciado que reducirá dramáticamente el flujo de agua a la Ciudad de México en los próximos meses. La razón es que las presas del sistema Cutzamala tienen sólo un 63 por ciento de su capacidad, contra más de un 80 por ciento común en esta época del año. Las autoridades del Distrito Federal y los municipios conurbados mexiquenses, sin embargo, siguen sin darse cuenta de la gravedad del problema. No hay reglamentos de construcción que obliguen a aprovechar las aguas pluviales, mientras que el agua en el Distrito Federal se cobra a 2 pesos por metro cúbico contra 12 en Monterrey, León y otras ciudades con mayor conciencia ecológica.
www.sergiosarmiento.com