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Traspasar el dolor

Las laguneras opinan...

ROSARIO RAMOS SALAS

-Ve esa palmera "bichi", pues ahí mero está la fábrica de coyotas- nos indicó amable, un señor a quien le habíamos pedido orientación, mientras buscábamos el lugar recomendado para comprar las tortillas con piloncillo, típicas de Hermosillo. Se refería a una palmera desnuda en léxico sonorense.

Y efectivamente, afuera de la fábrica había una alta palmera recién podada, sin hojas, "bichi". Entramos y había dos o tres clientes que en ese momento conversaban sobre el horror en estos días de tristeza en la ciudad y en todo el país. - Hermosillo ha estado en las noticias mundiales, me dijo una señora, y no lo hubiésemos querido así, que ahora nos conozcan por esa terrible tragedia y no por otra cosa.

Más tarde en una mañana hirviendo como suelen ser los días del verano sonorense visitaríamos el altar que de manera espontánea los habitantes de Hermosillo han dedicado a los 46 niños de la guardería de la colonia "Y Griega". Fue una experiencia muy triste, pero el milagro de la compasión de la gente contrastaba con la frialdad de las autoridades. Había en el altar un círculo de veladoras y junto a ellas los pares de zapatitos, tenis o huaraches de cada uno de los niños. Dentro del círculo una escultura hecha con tubos de plástico donde cualquier visitante puede escribir su mensaje, casi siempre con palabras de duelo y dolor ante la magnitud de la tragedia. "Señor consuela y fortalece a cada una de las familias". "Vivan gozosos en el cielo, están mejor allá". "Le faltaban ángeles al cielo". "Mataron su futuro". Decían algunos de los mensajes.

Atrás 46 cruces con el nombre de cada uno, las fotografías de los niños, con sus caritas sonrientes, animales de peluche que les han llevado como regalo. El monumento es una muestra de la solidaridad de las personas que se acercan a acompañar de esa manera a los familiares de los niños.

¿Qué sigue después de dos semanas del incendio de la guardería y de la muerte de los niños que en su edad infantil son ellos nuestros maestros, los que están cerca de la verdad, de la libertad y la nobleza? ¿Cómo traspasar el horror y no quedarse ahí? ¿Cómo traspasar tanto dolor? ¿Cómo será para las familias que perdieron un hijo o hija o para quienes continúan viviendo la angustia de si su hijo sobrevivirá a las quemaduras o al humo en sus pulmones?

Todo este dolor rebasado por la incapacidad, la estupidez e irresponsabilidad de autoridades federales, estatales y municipales y de los dueños de la guardería subrogada. Demasiado dolor para que además se falte a la verdad y se juegue con vidas humanas.

Hay una la falta de respeto para con esos padres y con las familias devastadas ante la pérdida de un hijo. La indignación crece, la poca credibilidad si es que la había en los gobernantes se ha ido a la basura. ¿Qué podemos esperar los mexicanos si contamos con gobernantes que no están dispuestos a dejar el poder ni por 46 vidas? ¿Cuántas se necesitan para que un funcionario presente su renuncia y enfrente con responsabilidad sus errores, sus faltas? ¿Es que no tienen dignidad?

No puede ser que ante tanta estupidez, ineficiencia, corruptela, transas, no haya todavía una sola persona responsable. Las autoridades se la han pasado echándose la culpa unas a otras, que si fue el Estado porque la bodega vecina no contaba con las alarmas contra incendio, que si fue el Seguro porque no supervisó que las medidas que había indicado se siguieran. ¿Sabremos algún día la verdad? Mientras la verdad no se conozca los mexicanos seguiremos padeciendo la falta de valores de unos gobernantes que sólo buscan el poder y el dinero.

¿Cómo entender lo que pasó?, si detrás del horror hay un mar de corrupción, aguas putrefactas que huelen y que nos contaminan como sociedad, nos faltan al respeto, nos alienan. Negligencia, irresponsabilidad, superficialidad en cómo se subrogan servicios como el de una guardería donde lo que se ofrece es el cuidado y la protección de niños, de personas indefensas, vulnerables, donde se ofrece un servicio a las madres que tienen que salir a trabajar.

Lo que queda después de la muerte de los niños de Hermosillo es que también hubo personas que se compadecieron y salvaron varios niños. Me quedo con el milagro de la compasión y con la exigencia a las autoridades de que hablen con la verdad.

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