El viejo Filósofo de Güémez se encontraba plácidamente trabajando en la carpintería cuando desde la puerta se escuchó una suave voz:
--¿No hayyy genteeee? -era doña Fidelina, la vieja partera que había traído al mundo a más de la mitad de los niños y jóvenes del pueblo-: Filósofo, ¿ya me habrán terminado el ropero que encargué?
El Filósofo amablemente la invitó a sentarse, llamando inmediatamente a su ayudante.
--¡Facundo!, doña Fidelina viene en busca del ropero que nos encargó, ¿ya lo terminaste?
--No, compadre, no sólo no lo hemos terminado... no lo hemos empezado.
Doña Fidelina, con los ojos desorbitados, iba a reclamar en el mismo instante en que el Filósofo dijo:
--¿Y le tenemos una explicación?
--Sí, es que la luna no ha estado llena y no hemos ido a cortar madera.
--Mira, Facundo, si ella confía en nuestra carpintería hay que entregar el trabajo a tiempo, ¿o qué le decimos? Que porque la luna no ha tenido la regla no fuimos a cortar madera, acuérdate que en la vida como en la política, las cosas se hacen cuando se deben hacer... ni antes ni después.
Esta historia, aplicada al viejo Filósofo de Güémez, es propia para el momento político que vive la nación, en donde las decisiones fundamentales se han ido posponiendo, por una parte por los partidos políticos en las cámaras de Diputados y Senadores, en las reformas necesarias para la competitividad.
Pero también, por otra, por el presidente Calderón a quien parece se le ha olvidado que "gobernar es decidir", así ha convocado a un foro -que busca consensos amplios (que se le escatimarán)- que analice la ubicación de la nueva refinería que Pemex construirá.
Hacia el interior, el actual Gobierno tiene dos problemas: un Gabinete que padece "declaracionitis", sobre todo en temas de seguridad pública, y pocos resultados, porque ha olvidado que en la protesta que tomó, prometió "cumplir y hacer cumplir la Ley", y con la formación de comisiones y foros no nos conduce a otra cosa que no sea retardar la necesaria toma de decisiones.
El Ejecutivo federal debe recodar que como líder de los mexicanos aspira a la unidad nacional, no a la unanimidad, y pareciese que mientras en el sexenio foxista el síndrome de la negligencia aparecía por doquier, en éste las indecisiones y "búsqueda de consensos imposibles" parecen una estrategia que marca la debilidad el sexenio del "Gobierno del empleo".
El 2 de julio de 2006, en una elección altamente competida, la ciudadanía fue directa, no formó comisiones para elegir al presidente, igual se requiere que en cumplimiento de la Constitución que juramentó "cumplir y hacer cumplir", el presidente Calderón tome decisiones con criterios técnicos, de infraestructura, medio ambiente, geográficos y económicos y no convoque a foros.
Es inaceptable que en plena crisis económica, los 12 mil millones de pesos autorizados para la refinería no sean ejercidos con la celeridad necesaria. El presidente debe tomar decisiones que por Ley, responsabilidad política y moral, le corresponden.
El presidente debe ser el hombre mejor informado de este país, ya los gobernadores, senadores y diputados interesados en el tema han planteado sus propuestas sobre las ventajas competitivas de cada estado para la instalación de la petroquímica -que generaría una inversión sin precedentes y una impresionante generación de empleos en el estado donde se ubique- es el momento puntual de dar claridad y rapidez en la toma de decisiones, porque mientras nuestra clase política se confronta y titubea con indecisiones, otros países toman fallos puntuales y a tiempo, avanzando más rápido en la competitividad a las que nos convoca un mundo cada vez más globalizado.
En plena crisis económica, un empleado acude con su jefe en la búsqueda de aumento de sueldo:
--Señor, sería bueno que me suba el sueldo, ¡le advierto que hay tres compañías que andan detrás de mí!
--¿Ah, sí? - comenta el jefe-, ¿y puede decirme cuáles son?
--Pues la de teléfonos, la del gas y la de la luz.