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Un año desafiante

Salvador Kalifa

El año que inicia será, muy probablemente, el más desafiante para la economía mundial desde 1930. No hay duda que las naciones desarrolladas experimentarán una recesión severa y prolongada, mientras que todavía están por verse los efectos que ello tendrá sobre el comportamiento de las economías emergentes que, por primera vez en décadas, no son el epicentro de la crisis.

El año pasado, a estas alturas, la principal interrogante para nosotros era si la economía de Estados Unidos (EU) experimentaría una recesión. Hoy eso es una realidad. Las preguntas ahora se centran en su severidad y duración, puesto que ello, queramos o no, tendrá importantes repercusiones sobre el desempeño de nuestra economía.

El problema es que sobre estos temas hay poca claridad. Las autoridades estadounidenses y de otros países desarrollados enfrentan el reto económico más trascendental desde la Gran Depresión, pero no están convencidos de que los instrumentos y dosis de política económica que han aplicado hasta ahora sean suficientes para amortiguar lo que, potencialmente, puede ser un descalabro productivo de proporciones mayúsculas.

Ello explica la agresividad y osadía con la que la Reserva Federal (Fed) de EU aplica la política monetaria, utilizando todo tipo de medidas ortodoxas y heterodoxas, que a la fecha todavía no le han dado los resultados deseados.

Esto es preocupante, porque por lo menos en lo que toca a la política monetaria tradicional, ya no tiene margen de maniobra. La Fed disminuyó la tasa de los fondos federales del 1 a un intervalo entre cero y 0.25 por ciento el martes 16 de Diciembre, con lo que ya se agotó como mecanismo de estímulo para la economía.

En dicho contexto, veremos una generalización de medidas monetarias heterodoxas, pero el peso del programa contracíclico en EU recaerá más sobre la efectividad de la política fiscal, que en esencia contempla un incremento sustancial del gasto público, así como otra posible ronda de devolución de impuestos en 2009.

El alcance y la dimensión de este estímulo fiscal, sin embargo, sólo se conocerá con detalle hasta después del 20 de este mes, cuando tome posesión Barack Obama, pero aún entonces pueden pasar varias semanas y hasta meses, antes de que operen por completo las políticas públicas de la nueva administración.

La mayoría de los analistas, por tanto, espera que la economía estadounidense registre una contracción en 2009, que en promedio ubican en 1 por ciento. Ellos confían que la recuperación inicie hacia fines de este año o al comienzo del 2010.

Esto convertirá a la recesión actual en la más prolongada desde la Gran Derpesión. El peligro es que la realidad, a la postre, resulte todavía más pesimista, con una caída más severa y duradera en relación con lo que se prevé en la actualidad.

Por otra parte, el debilitamiento económico no se limita a EU sino que es global. La crisis estadounidense ya contagió de manera considerable a las economías de Europa y Japón, que hoy también son arrastradas por la corriente recesiva. Esas economías también experimentarán una contracción este año.

Los países emergentes asiáticos tampoco parece que podrán escapar de esta turbulencia, y algunos ya registran disminuciones significativas en sus ritmos de actividad económica. Además, es muy probable que según avance el año, China resienta más los efectos de la caída en sus principales mercados de exportación.

Este es, a grandes rasgos, el entorno económico externo que tendrá que sortear la economía mexicana durante 2009. México, de entrada, no podrá aislarse de esas tendencias mundiales. A lo más que podemos aspirar es a amortiguar el golpe recesivo, pero será imposible eludirlo por completo.

En este sentido, se antoja extremadamente optimista la expectativa oficial de que nuestra economía crecerá 1.8 por ciento en 2009, cifra que es además superior al crecimiento estimado para el año pasado, cuando todavía no resentíamos el efecto completo de la recesión estadounidense.

Considero que una visión más realista, que toma en cuenta el difícil entorno global y, además, el escaso margen de maniobra que tiene la política económica en nuestro país, nos lleva a esperar una caída del PIB mexicano, que bien puede ser superior al 1 por ciento.

El programa contracícilco de nuestras autoridades, centrado esencialmente en una expansión del gasto público, tendrá poco efecto positivo sobre el desempeño de la actividad productiva. Esto se debe a dos razones.

Primera, el gobierno no cuenta con los recursos suficientes para aplicar un programa agresivo de estímulo económico, ya que fue muy imprudente al no hacer un guardadito razonable de los excedentes petroleros para enfrentar la época de vacas flacas.

Segunda, los daños económicos que ocasionará el IETU sobre muchas empresas urgidas de flujo de efectivo contrarrestarán muchos o todos los beneficios del estímulo que provenga de la expansión del gasto público.

La falta de recursos y el IETU pueden ser aún más onerosos sobre nuestra economía en 2010, si se materializa el temor de algunos analistas en el sentido de que EU continúe en ese entonces todavía en recesión.

Si ello sucede, pescaría a nuestra economía muy descobijada, puesto que habríamos agotado el exiguo fondo de estabilización de los ingresos petroleros, y ya no contaríamos con un precio de cobertura del petróleo que amortigüe la caída pronunciada de esos ingresos.

En resumen, las declaraciones oficiales respecto a la evolución de nuestra economía este año son solamente buenos deseos. Me temo que, como muchas otras ocasiones en el pasado, la realidad se encargará de volver a contradecirlos. Hay que prepararnos, por tanto, para un año muy desafiante.

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