La comidilla política de los últimos días ha sido un ensayo que, en la revista "Nexos" de noviembre, publicaron al alimón dos distinguidos intelectuales mexicanos: Jorge G. Castañeda, excanciller de los primeros tiempos de Fox, y quien ha andado en muy diversas danzas públicas desde hace veinte años; y Héctor Aguilar Camín, periodista que suele incursionar con muy buena fortuna en la novelística. El ensayo tiene por título "Un futuro para México". Y trata, precisamente, de la construcción de un porvenir para un país que, desde hace un cuarto de siglo, se ha dedicado a dar bandazos, sin saber qué rumbo tomar ni a qué puerto llegar.
El planteamiento de Castañeda y Aguilar tiene mucho sentido común: las últimas dos elecciones presidenciales han estado marcadas por un pleito en relación a partidos y personalidades, no a proyectos ni programas. Fox propuso "sacar al PRI de Los Pinos", pero sin esbozar siquiera qué pasaría luego de conseguido ese objetivo. Y ya sabemos lo que ocurrió: para maldita la cosa que le sirvió a México que el pinar se pintara de albiazul. Luego, en 2006, Calderón se propuso como opción para evitar que la Presidencia la ocupara "un peligro para México". De nuevo, ni una brizna de proyectos a futuro, de los cambios que evidentemente le urgen a la nación. En 2000, la mayoría votó para que el presidente no fuera del PRI. En 2006, para que no fuera Andrés López. Pero ¿en torno a qué plataforma de gobierno, qué visión del futuro votó la ciudadanía? Misterio absoluto. O mejor dicho, no hay misterio: el voto no fue por un programa reformista o continuista, sino que surgió del estómago: a quién no quería ver en la Silla del Águila la mayoría.
Aguilar y Castañeda argumentan que nos urge estructurar un bosquejo de qué México deseamos para el Siglo XXI. Ellos hacen una propuesta que insisten en llamar holística, dado que embona de manera lógica muy diversas propuestas en todos los ámbitos: económico, político, sindical, fiscal, cultural, educativo. Por supuesto, puede haber otras. El chiste es que las campañas de 2012 no giren en torno a huipiles, copetes u odios viscerales y cromáticos, sino a qué queremos que sea México de ahí en adelante. Qué reformas estamos dispuestos a emprender para darle al país una oportunidad de ser viable, y no volver a ser un fracaso en el Siglo XXI, como los fuimos en el XIX, en el XX.
Los autores nos dicen que la mayoría de sus propuestas no son originales: su virtud consiste en haberlas articuladas en un todo comprensible e interrelacionado. Y tienen razón. De hecho, algunos de sus razonamientos han venido siendo discutidos desde hace un par de décadas... pero ya sabemos que en este país la ideología se impone al sentido común, y el tener la vista clavada en el espejo retrovisor nos impide ver por el parabrisas hacia el futuro.
En todo caso, hay algunos aspectos de "Un futuro para México" dignos de análisis. De ello nos ocuparemos el día de mañana.