EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Un médico bueno

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

A la memoria del doctor

Eduardo Villarreal Rodríguez

Hubo un tiempo en que la medicina, la abogacía o el ser educador. Entre otras profesiones, era un verdadero apostolado.

Luego, los tiempos cambiaron o, más bien las formas y dejaron de ser los hombres probos, preparados y justos que eran en sus comunidades.

La masificación de las universidades públicas, su politización y la comercialización en las privadas, dieron al traste con los buenos sistemas de formación de profesionales.

Ahora, son aves raras, los médicos, maestros o abogados que pueden considerarse buenos, no sólo por sus conocimientos, sino por su calidad humana.

El doctor Eduardo Villareal Rodríguez, fue sin duda uno de ellos, porque además de ser un buen galeno, era buen amigo. Por eso me impactó tanto su partida.

Dicen que Dios se lleva así a las almas buenas. Las saca de repente de este mundo para salvarlas de la maldad que las rodea. Teme que se contaminen y mejor se las lleva en plenitud.

Sea como sea, su partida deja un gran vacío y a muchos de sus pacientes nos coloca en estado de indefensión, porque no sabemos dónde encontraremos a alguien siquiera parecido a él.

Eduardo fue un hombre tranquilo, siempre dispuesto a ayudar, mesurado, ecuánime, estudioso, objetivo y muy acertado.

Por eso me atrevo a calificarlo como un médico bueno.

Y hago esta precisión, porque alguna vez, el periodista Roberto Blanco Moheno, cuando uno de sus hijos se recibió de médico, le escribió diciéndole, que nunca se olvidara que gracias al pueblo de México, él había podido cursar esa carrera universitaria. Que en otro país, su padre no le la habría podido costear.

Pero que recordara siempre que más que ser un buen médico, lo importante era que lograra ser un médico bueno, bondadoso y generoso con sus semejantes.

Invariablemente, esa idea me venía a la mente cuando pensaba en o hablaba con Eduardo, porque tengo para mí que fue un médico bueno.

Me gustaba que no era alarmista. Nada de asustar al paciente para que permaneciera como cliente. Si acaso su enfermedad no era de su especialidad, de inmediato los canalizaba con otro colega; e incluso llegaba a decirles que en realidad no tenían nada, que su problema era mental.

A la hora que se le requiriera, él estaba ahí para asistir a sus pacientes. Y digo eso, porque en contrapartida, conozco médicos que se esconden para no atender fuera de sus horas de trabajo.

Ante la necesidad de cambiar de medicamentos, primero le regalaba a uno una muestra, para ver qué tal le sentaba y no lo hacía gastar de inmediato en algo que quizá no le ayudara.

Pienso ante estos razonamientos, que de nada nos sirve tener buenos médicos, si son personas deshumanizadas, para quienes los pacientes son sólo un número de expediente o un medio para poder pagar el abono del coche.

Los viejos maestros de la medicina y los antiguos abogados, se han ido extinguiendo. Son contados los que en las aulas les enseñan a sus alumnos los valores fundamentales de una profesión.

El mercantilismo se ha adueñado de nuestras aulas y sólo importa enseñar aquello que deja dinero. El servicio comunitario y la rectitud de pensamiento y acción, han desaparecido y en su lugar se rinde culto al dinero y a las cosas materiales que simbolizan malamente, para muchos, el éxito de una persona.

Por eso, más lamento la pérdida de un médico como Eduardo que supo transmitir y conducirse de acuerdo con esos valores.

Sus hermanos, esposa e hijos, deben sentirse orgullosos de lo que fue. Orgullosos de que seamos muchos los que lloramos su ausencia y extrañemos su presencia.

Sobre todo sus pacientes que, insisto, nos sentimos desamparados, porque no sabemos a quién recurrir para continuar atendiéndonos.

Se afirma que Dios nunca se equivoca y seguramente ÉL tuvo sus razones para haberlo mandado llamar, cuando aún podía tener muchos años por delante. Espero que haya sido para atender pacientes más necesitados y de mejor calidad, que la que tenemos los que aquí nos quedamos.

Hoy más que otras veces, repito esta frase, por Eduardo y mis seres queridos que se adelantaron: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 441614

elsiglo.mx