Quizá ha sido el acto más importante en cuanto a relaciones exteriores en lo que lleva de su Presidencia. El discurso de Barack Obama dirigido al mundo musulmán ha tenido el impacto que se esperaba, aunque los resultados del mismo no podrán calibrarse sino mucho después. Y es que la desconfianza y los malos entendidos entre Estados Unidos y el Islam, nutridos a lo largo de décadas, no pueden ser borrados de un plumazo, por más citas del Corán, la Thora y el Antiguo Testamento que se empleen.
En El Cairo, Obama hizo los gestos y pronunció las palabras adecuadas. No sólo rompió con la absurda política de su antecesor, que en sus relaciones con la comunidad islámica del mundo reveló la misma ceguera que en tantas otras instancias. Sino que le tendió la mano a una cuarta parte de la Humanidad (la que reconoce a Mahoma como el Profeta de Alá) como nunca se había visto por parte de un presidente norteamericano.
Obama habló de "un nuevo comienzo" en las relaciones entre su país y los musulmanes. Y que éstas deberían estar marcadas por la identificación de las semejanzas que pueden unirlos y no las diferencias que los apartan. Quizá eso de "un nuevo comienzo" sea inexacto: en realidad los Estados Unidos nunca han tenido una política coherente hacia una comunidad religiosa que es mayoritaria en regiones del mundo que son de importancia estratégica para su seguridad y bienestar. Pero el solo hecho de que busque construir puentes ya es un paso gigantesco, y en la dirección adecuada.
Asimismo, decir que la Unión Americana no es enemiga del Islam, sino de los extremistas que usan a la religión para sus perversos fines, fue la nota adecuada. Después de todo, en el mismo Egipto sobran quienes están hartos de que sean los fanáticos desquiciados quienes se arroguen el derecho de decidir qué es correcto o incorrecto. Lo mismo ocurre en buena parte de la Umma, o comunidad de los fieles.
Pero quizá lo más notable del discurso haya sido la forma cristalinamente directa en que enfocó la problemática del Oriente Medio: hay que encontrar una solución al conflicto palestino-israelí. Y la única viable es la creación de dos Estados, con fronteras seguras según los trazos de 1967, previo desmantelamiento de los asentamientos israelíes en Cisjordania. Lo que se ha venido alegando desde hace décadas
Por supuesto, a las palabras se las lleva el viento, y hechos son amores. Lo importante es que Obama dejó clara la postura norteamericana de buscar mejorar sus relaciones con el mundo musulmán