El sustantivo corresponde al de un candidato estrafalario y chocante. La visión que tenemos de él quizá, y sin el quizá, está influida por la foto aparecida en una revista en la que se muestra voluminoso, insolente e inmenso, completamente desnudo, cubriéndose las partes pudendas con una pequeña hoja que lleva el logotipo del partido político al que, en aquel entonces, pertenecía y al cual representaba como asambleísta. Está por demás decir que actualmente no pertenece más a esa agrupación de la que fue arrojado, como el padre Adán fue desterrado con todo y hoja de parra del Paraíso, por no respetar las reglas dictadas por el Altísimo.
En efecto, el Señor Dios hizo la Tierra y el cielo, modelando al hombre con arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida y convirtió al hombre en un ser vivo. Luego lo tomó y lo colocó en el jardín del Edén. El Señor Dios mandó al hombre comer de todos los árboles del Edén, menos de uno, siendo expulsado al comprobarse su desobediencia, no pudo negarlo, pues se le había atorado un bocado de manzana en la garganta que su mujer, engañada por la serpiente, le había convidado.
¿Usted amable lector pensaría que los desplantes del ex diputado asambleísta del Distrito Federal lo vuelven inelegible, para ocupar un cargo público, de elección popular?, pues me permito decirle que quien así piense está rotundamente equivocado. La ciudadanía lleva desde tiempo atrás visos de cerrar los ojos para no darse cuenta de lo que está pasando a su alrededor.
Un hombre como Pancho Cachondo, -un remoquete del que no reniega-, es, en estos azarosos tiempos, más atractivo para el electorado que un hombre de letras premiado por la Real Academia de la Lengua. Hace tiempo que hemos caído en lo pueril, en lo trivial, en lo despreciable. Tan es así que el Cachondo tiene sus fanáticos que lo admiran por su desparpajo e independencia de criterio. Si no lo cree, vea usted que el presidente nacional del Partido Socialdemócrata, Jorge Carlos Díaz Cuervo, le ha ofrecido la jefatura delegacional de Cuauhtémoc, estando éste por resolver, de un momento a otro, si acepta participar como candidato de esa fuerza política.
¿Tendrá los meritos suficientes para figurar en una planilla de un partido político serio? Por lo que se ve la respuesta es sí. -Al hablar de serio lo refiero a que tenga registro legal, no a si se considera contrapuesto a jocoso o bufo-.
Pancho Cachondo conoce por dentro y por fuera los giros negros de esa delegación que aspiraría a jefaturar. Otra pregunta que se antoja ¿tendrá posibilidades de obtener el voto mayoritario, sean quienes sean sus oponentes? Es también obvio que sí. Su arrastre es manifiesto, apabullante, sobre todo aplastante. Los mexicanos estamos con el rumbo perdido, la brújula se ha enmohecido por lo que no encontramos lo correcto. Hace un largo tiempo que se extravió junto al sentido común; justo desde que cambió a los candidatos de un partido por otro que consideraba decente, sabiéndose ahora que salió de Guatemala para entrar en guatepeor.
De entonces a ahora se movían como gallinas descabezadas. En fin, el electorado ya no está indeciso. Sabe que los panchos cachondos, que abundan en este país, cuentan con gran simpatía y enorme popularidad.
¿Pero, quién es este personaje que desató la santa ira de sus compañeros de partido? Se llama Francisco Solís Peón, nacido en Mérida en el año de 1968. Es un hombre corpulento que no pasa desapercibido, tanto por su masa ventral, como por sus opiniones nacidas de un surrealismo (André Bretón: 1896-1966) en que considera que para ser un político de avanzada se debe desnudar mientras, con aparente deleite, trasiega el contenido de un tarro de cerveza. Sus fotos muestran a un político desinhibido que enseña, además de sus abundantes carnes, su sentido del humor y un cerebro desconchinflado que dice tener conectado con la realidad.
Él se sabe frívolo por eso no tuvo reparo en salir en una revista donde aparece irreverente “como Dios lo trajo al mundo”, tachando a la clase política actual como carente de imaginación. Habla de que los políticos de esta época son muy acartonados. Los acusa de políticos solemnes, comparándolos con la misma muerte.