Llevaron a "Princesa" a consulta y a la aplicación de vacunas, se trataba de una perrita "Hoskie Siberian" de trece años de edad, su dueño le ayudaba a bajar del automóvil con el cuidado y delicadeza como si se tratase de una persona senil, sus movimientos eran lentos y vacilantes, ya no tenía la energía de los perros jóvenes que tiran de la correa de su amo y quieren olfatear todo lo que encuentran a su paso, al hablarle no surgía el movimiento de cola que distingue el estado de ánimo de las mascotas. Después de haber dado los mejores años de su vida con sus amos, ahora era ella quien recogía los frutos de su lealtad y del buen carácter que siempre le caracterizó, "Princesa" no pudo haber tenido mejores dueños, con quienes personalmente guardo una gran amistad.
Tenía un año de conocerla y ser mi paciente, en general había gozado de buena salud, sus malestares eran los típicos que se relacionan con la edad. En esta ocasión el apetito de "Princesa" había mermado y había presentado vómito, al auscultarla noté inflamación del intestino, le suministré algunos medicamentos para problemas gástricos. A la siguiente semana al revisarle presentaba algo de fiebre, había cesado el vómito, pero seguía con la inapetencia, también notaron un aumento en el consumo de agua. Mandé a realizar algunos estudios de laboratorio, temía alguna falla renal o algún problema con la glucosa, descarté "piometra" por encontrarse ya operada de su aparato reproductor. Los estudios de laboratorio indicaban una infección, lo demás se encontraba normal, descarté insuficiencia renal y diabetes, me incliné hacia una úlcera duodenal, principalmente por el color del excremento. A la siguiente semana "Princesa" había evolucionado satisfactoriamente, había cesado el vómito y la diarrea, ya presentaba algo de apetito, así que aplicamos el esquema de vacunas. Volvió a recaer la siguiente semana, el poco excremento que evacuaba era oscuro y fétido, volvió a presentarse el dolor abdominal. Las visitas se convirtieron diarias para la administración del antibiótico y valoración. Pasaron algunos días y uno de sus dueños tal vez desesperado por no ver mejoría en su mascota, mencionó la posibilidad de la eutanasia, esto hacía que me sintiera ineficaz al no poder hacer más por "Princesa" y tenía razón, hasta que en un comentario hizo mención del color oscuro de la orina, vi una pequeña luz en la oscuridad, palpé por enésima vez en lo más profundo del vientre de mi paciente tratando de buscar algo más que me diera alguna pista de su malestar, buscando alguna anomalía probablemente en riñón, entonces logré palpar una masa de "algo" que no debería estar en ese lugar, así que me afiancé de esa nueva patología y les dije a sus dueños que necesitaba operar, era el único recurso que nos quedaba y por cierto muy riesgoso, fui honesto y le dije que no sabía de qué se trataba con precisión, era muy probable que fuese un tumor, pero no sabía dónde, además ya no había tiempo para estudios y era necesario la cirugía al día siguiente, no muy convencido uno de ellos quien se angustiaba al ver a su mascota, callaba y con su silencio me decía que no quería más sufrimiento para "Princesa". Mientras la otra opinión era con un optimismo que verdaderamente contagiaba y sin dudarlo ni un segundo aceptó inmediatamente la operación. Les dije que lo pensaran, de cualquier forma se haría hasta mañana. Al día siguiente a primera hora se encontraba "Princesa" y sus dueños en la clínica, volví a explicar las probabilidades de la cirugía, el post operatorio y lo primordial; la capacidad de respuesta del organismo.
Por más que hagamos cirugía los veterinarios, todas las intervenciones son diferentes, recuerdo que esa noche no conciliaba el sueño tratando de adivinar dónde encontraría ese tumor, bueno estaba casi seguro que se trataba de un tumor, no lo quise mencionar, pues me he llevado cada sorpresa cuando les digo a los propietarios lo que tiene su perro con el solo hecho de palpar, que he llegado a confundir una gestación por una parte del intestino en una hernia inguinal. Así que mejor me reservo mi opinión y trato de no quedar en ridículo, también espero que mis colegas no sean tan duros al juzgarme.
No dejaba de influir la excelente amistad que tenía con los dueños de "Princesa" y sentir una presión extra de querer aliviar a como diera lugar a mi paciente, incluso les llegué a comentar que podían buscar otra opinión respecto al diagnóstico de "Princesa", en ningún momento dudaron de lo que había estado haciendo con su mascota y con esa fe ciega continuaron conmigo.
Inmediatamente la intervenimos, tenía como asistente a mi hija Alejandra, que se encuentra a tan sólo unos días de convertirse en un anhelado colega. Al introducir mi mano en cavidad abdominal y localizar aquella masa que estaba seguro que era el origen del problema no me equivoqué, tenía en mis manos un tumor intestinal que había estado obstruyendo durante meses el alimento y ahora lo hacía de manera total, pues es ahí donde realmente son absorbidos los nutrientes que van al torrente sanguíneo. Sólo imaginaba el dolor de "Princesa" y el tiempo que ha de haber sufrido sin causar a sus dueños alguna molestia y tolerar ese martirio sin queja alguna. La cirugía consistía en extirpar el tumor junto con esa parte del intestino y volver a conectarlo una vez más. Al momento que quise unir los extremos de intestino que había cortado había una gran diferencia de diámetros, y me quedé pensando, era como si tratase de unir un tubo de un cuarto de pulgada con uno de media pulgada, el tumor había ocasionado donde daba inicio aumentara tres veces su tamaño y el otro extremo donde terminaba como no pasaba alimento se había atrofiado disminuyendo su diámetro. Fue entonces cuando mi hija Alejandra me dijo, corta en diagonal el intestino más pequeño hasta darle el mismo diámetro que el grande para unirlos, confieso que aún no se me había ocurrido esa alternativa. Ella manejaba los clamps y mantenía los extremos juntos del intestino para yo suturarlos y unirlos, éstos son un par de pinzas enormes que hacen la función de oprimir e impedir que el contenido intestinal se derrame, al terminar de suturar y al ver que no existía una mínima fuga, procedimos a cerrar cavidad abdominal, la cirugía fue cuidadosa y limpia, es decir sin ninguna complicación. Inmediatamente al aplicar el antídoto para la anestesia, "Princesa" despertó a los tres minutos y le llamé a sus dueños dando excelentes noticias. A los pocos minutos vinieron a verle. Recuerdo aquel encuentro de amor y cariño del dueño hacia su querida "Princesa", con su mirada ella le agradecía el haberle quitado el sufrimiento, pues estoy seguro que había pasado por un martirio, él sin articular alguna palabra sólo acariciaba la cabeza de su fiel mascota. Al darse cuenta que era tarde se disculparon por el tiempo, realmente disfrutaba ese momento de alegría pensando en que hace unas horas todo era tristeza y se tenía como alternativa la eutanasia. Se despidieron muy contentos con la idea de llevarla a casa al día siguiente completamente restablecida.
Al marcharse, "Princesa" se encontraba muy inquieta y sus constantes fisiológicas empezaron alterarse, temperatura, respiración, ritmo cardíaco, lo cual no me dio muy buena señal, me fui hasta que se estabilizó. Volví a pasar mala noche pensando en mi paciente, al día siguiente antes de amanecer fui a revisarla y lamentablemente "Princesa" había fallecido.
Aún conservo esa bella estampa en mi memoria donde "Princesa" se despide alegremente de su amo con el movimiento de su cola que había recuperado, diciéndole: ¡No te preocupes amo, estoy bien, ya voy a descansar!
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