Algo está sucediendo en este país que no gusta a los interesados en asuntos públicos que ven un país formado por políticos convenencieros dispuestos a servir a cualquiera de los partidos registrados, figurando como candidato, de uno u otro, a puestos en los que menos importa que se estén compartiendo ideologías antagónicas. Es decir, que se carece de un determinado ideario o que importa poco cuál sea el programa de Gobierno que sustenta, con tal de que se tenga la oportunidad de figurar.
Lo mismo da atrás que en ancas, lo único que importa es abordar el tren de la felicidad que los lleve a un jugoso cargo de elección popular. No hay compromiso que lo ate a ninguno de los partidos. Hoy soy conservador, mañana revolucionario, pasado engrosaré las filas de un partido de izquierda. No importa dónde se generen mis candidaturas, con tal de que me den la oportunidad de andar en el mitote. Es cierto que fui legislador postulado por el Partido de la Revolución Democrática, como antes me cobijó el PRI para llegar a una diputación federal. Luego aspiré a gobernador del Distrito Federal por el Partido de Acción Nacional, lo que no pudo ser.
Soy Demetrio Sodi de la Tijera, candidato a la jefatura de la delegación Miguel Hidalgo, en el Distrito Federal. Se dice que rebasé el tope de gastos en mi campaña electoral, afirmando hice un desembolso de dinero, a pesar de que no se ha comprobado fehacientemente, que lo haya erogado en pagar tiempo publicitario en la televisión.
Es verdad que apareció mi imagen en una entrevista en los medios electrónicos, sentado en una de las gradas del estadio, durante la celebración de un partido de futbol de la liguilla mexicana. No contraté el diálogo que tuve con el reportero, ni hay constancia de que la empresa haya recibido un solo centavo por ese concepto. La entrevista durante el juego de futbol al que asistía como aficionado que soy al balompié no debió ser computada. No solicité que me pusieran el micrófono enfrente por lo que malamente debió tomarse como un gasto de campaña, independientemente de que está claro que no realicé pago alguno. Fue como cualquier aficionado al que el reportero de la televisión decidió interviuvar quizá motivado por ser una persona conocida.
En una resolución anterior el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación consideró la entrevista como legal, por lo que no debería ser computada como gasto de campaña. Los magistrados del DF la ignoraron paladinamente, no obstante estar obligados a ajustarse a ese criterio, decidiendo ahora incluirla como donación en especie, pues la normatividad que rige los procedimientos electorales es muy clara al establecer que todo acto de propaganda electoral debe ser cuantificado y ese lo fue en grande cuando hay la mayor audiencia, tratándose de un evento deportivo que atrae a las masas. Pero ¿qué es un donativo?
El diccionario de la lengua lo define como una dádiva, regalo o cesión que se hace a otra persona sin recibir el donante nada a cambio. El que dona da y no espera que haya una recompensa de cualquier tipo o que se cubra el importe en la misma medida.
En el asunto que aquí nos ocupa se trató de determinar si era o no sancionable. Pero no obstante, los magistrados consideraron que era necesario cuantificar su costo pues de acuerdo con la ley electoral en todo acto de propaganda electoral debe explicitarse a cuánto asciende su monto.
Lo que se trata de evitar es que alguien le tome ventaja a los otros candidatos, violando el tope de gastos autorizado por la autoridad electoral disfrazando o encubriendo sus egresos. Si me lo preguntan de pronto contestaré que no creo en la bondad de una empresa que no suele dejar títere con cabeza, esto es, que hasta donde sabemos, no acostumbra a proporcionar gratuitamente sus servicios a políticos.
Esperar que de balde le haga al buen samaritano, es creer que la luna es de queso. Si usamos un lenguaje coloquial podemos decir que no la bailan sin huarache. Una propaganda difundida sin costo pone a pensar a cualquiera. ¿Qué habrá detrás de esa obsequiosidad? ¿No cobraron?, ya lo harán, dice la voz popular. La jefatura de la delegación bien vale una misa, remedando la frase de Luis XVI acerca de París.