El pasado sábado 18 de Julio, la Asociación Civil Jóvenes Emprendedores en Solidaridad, entregó la presea al Mérito Ecológico "Jacinto Faya Martínez" a cuatro personalidades de la región en reconocimiento a su consistente lucha por la conservación del ambiente: Magdalena Briones Navarro, Luis Maeda Villalobos, Héctor Medellín Saracho (f) y Francisco Valdés Perezgasga. Los tres primeros, sin menoscabo al reconocimiento que también otros contemporáneos de ellos merecen, forman parte de una generación de laguneros que ha sido ejemplar en su participación ciudadana durante varias décadas, conjuntamente con otras personas no menos importantes que también destacaron, mientras que el cuarto expresa la continuidad de este esfuerzo en la medida que desciende de un compañero de los primeros.
Dicho reconocimiento que realiza esta Asociación Civil es acertado y por sí mismo válido, puesto que con él trasciende su mensaje y aportación a las siguientes generaciones que hoy enfrentamos retos también marcados por el deterioro de los recursos naturales, al parecer mayores que los de nuestra generación anterior, en gran parte por desoír el mensaje que en su momento nos transmitieron. Son una generación ejemplar por su quehacer desinteresado y voluntario, preocupado por la situación que prevalece en su terruño, por el futuro de éste y sus habitantes, quienes nos indicaban con cierta angustia que permanece en su discurso, lúcido aún, la inviabilidad del desarrollo de la Comarca Lagunera, si esa situación de deterioro ambiental que ya afectaba la salud pública, prevalecía en los siguientes años.
Desde entonces, gran parte de su preocupación se centró en la disminución de la calidad del agua por la forma en que se disponía y distribuía socialmente, contraria a la misma ley que ya marcaba como prioridad el uso doméstico-urbano, y adversa a la salud humana porque contenía elementos tóxicos que atentaban contra ella, aún cuando los afectados sólo eran poblaciones de pequeñas comunidades rurales ubicadas en la periferia de la región. Denunciaban esta situación ante los oídos sordos de los políticos convencionales que el sistema acuñaba, descarnados de la población a la que pertenecían, pero también ante el desconocimiento que los ciudadanos tenían de tales hechos a los cuales veían como ajenos.
Esa generación, a la cual recuerdo cuando de joven la escuchaba en un aula donde tuve el privilegio de tenerla como mentora, en los medios de comunicación o en los espacios públicos donde se manifestaba, veía el futuro de nuestra región con temor y angustia, pero pocos la entendimos en su momento, se movilizaban en pequeños grupos de clase media que cuestionaban decisiones autoritarias y contrarias al interés ciudadano, como la instalación de la planta termoeléctrica sobre la principal reserva de agua potable de la hoy denominada zona metropolitana, donde se concentra más del 80% de la población regional, agudizando la contradicción que subyace en el deterioro ambiental, la que ocurre entre la conservación de la naturaleza y el crecimiento económico.
Entonces, los conceptos de desarrollo sostenible aún no habían sido acuñados y/o difundidos como sucede en la actualidad, pero aún así ellos ya denunciaban la insostenibilidad del desarrollo regional con el modelo económico en que se basaba; también entonces buscaban difundir entre el ciudadano alienado dicha problemática, pero hablaban entre sordos porque la mayor parte de los segmentos de la población vivía ajena a ella debido a que sus prioridades eran sobrevivir o sortear los mecanismos de control dentro de las estructuras corporativas gubernamentales, u otros que envueltos en sus privilegios creían imposible un deterioro en sus condiciones de vida; la misma clase media se acomodaba en sus empleos que le permitían movilidad social.
Son una generación a la que distinciones como la que les otorga dicha Asociación Civil, una más entre las que merecen, les reconoce ese esfuerzo honorífico que por ser de esa forma algunos no perciben, pero que la sociedad lagunera ya registra como parte de su historia local.