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Una más

Federico Reyes Heroles

Para Leonora ciudadana

Te imagino caminando gozosa por algún museo, atónita frente a un Rothko o un Marc que sé te enloquecen. Te recuerdo discutiendo apasionada después de tu primera visita a El Prado y también hace unos días sobre si los "Himnos Cívicos" en el MUAC de la UNAM tienen en verdad algún contenido estético o es una simple provocación, un alarido en busca de notoriedad que sin demasiados matices emula al nazismo. No sabemos qué será de tu futuro, por dónde encaminarás tus pasos, pero sí que esa ruta individual, esa arquitectura personalísima de la vida que todos creemos ver es una ficción. Me explicó.

Como sabes Kandinsky al que admiras tuvo que huir de su país para permitir la explosión creativa que llevaba dentro. Picasso tuvo que alejarse de la España fascista para poder seguir siendo lo que era. No es una historia nueva, recuerda a Goya y su compleja relación con la monarquía cuyos horrores denuncia y sin embargo, era la corte de esa monarquía quien lo contrataba, de eso vivió. De cuántos creadores judíos sabemos que, perseguidos, tuvieron que ir a territorios extraños. De cuántos opositores a un régimen no habrás visto obra sin saber lo que tuvieron que hacer para que su visión del arte y de la vida fuera respetada. No tienes que ir tan lejos, ni tan atrás. Manuel Felguérez, El Felguérez como tú le dices, y Tamayo entre otros nadaron contra la corriente de un nacionalismo pictórico que despreciaba lo abstracto y que, oficializado, marginó a los que salían de sus cánones. Así que la próxima ocasión que visites el Museo de Arte Moderno o el fantástico Museo Felguérez en Zacatecas y mires alguna firma que te atraiga, imagina el estudio de ese pintor, pero no sólo el cuarto sino todo lo que está detrás, a qué escuelas y lecturas tuvo acceso, si pudo conocer el mundo, ¿era abierta o cerrada su sociedad? Si te atrajo la obra de Aceves Navarro que está en Bellas Artes te interesará saber dónde se formó y cómo logró escapar a las redes del oficialismo. Porque todos ellos han buscado un alimento insustituible para el alma creativa: la libertad.

Pero no creas que la pintura goza de alguna condición exclusiva de adversidad. Todos los oficios humanos cruzan por ese territorio. Imagina los retos que enfrentó Goeritz o Barragán o Zabludovsky o Teodoro González de León en arquitectura, o de un Ponce a un Lavista pasando por Carrillo en música. Y qué decir de la ciencia: cualquiera que intente romper paradigmas, dinamitar (es metáfora, sabes que no creo en la violencia constructiva) lo existente en busca de algo nuevo necesita libertad. Cada quien sus batallas, hace treinta años ponerle números a las ciencias sociales, contar era "reaccionario". El periodismo sin libertad es imposible. De tal manera que ese día que imagino, cuando contemples silenciosa a quien sea, además de la emoción estética apreciaras la imprescindible libertad que siempre debe estar ahí.

Pero esa libertad no es una concesión divina. La libertad es un invento que debemos renovar todos los días. Esa libertad no sólo se construye en las academias, en las universidades o en los institutos de investigación. Esa libertad se cultiva en las calles, en nuestros actos cotidianos que parecen simples detalles como respetar el paso de los peatones y la luz roja, en el sentido literal y amplio, siempre respetar la ley. Si no estás de acuerdo con ella haz lo necesario para cambiarla, pero la civilidad comienza por aceptar que vivimos entre leyes. Toda libertad exigible está normada, de no ser así es pura fantasía. La ley es nuestra garantía para ejercer la libertad. No hay contradicción: el arte sólo florece en libertad. Esa libertad vive entre leyes cuidadas por ciudadanos.

Las palabras ciudadano y ciudadanía están gastadas. Todo mundo habla de los derechos ciudadanos, pero en realidad los ciudadanos de tiempo completo no abundan. Si todos los que acceden a los 18 años en automático fueran ciudadanos este país, tu México, sería otro. Si con la credencial viniera una dosis fuerte de ciudadanía nos iría mucho mejor ¡qué paradoja! incluso a los herejes. Si todos exigieran sus derechos, pero también cumplieran con sus obligaciones México sería otro. Si asumieran algún compromiso y donaran, no necesariamente dinero, pero sí lo más valioso, tiempo; si compartieran sus conocimientos, si se ocuparan un poco por los demás, si respetaran a los otros ciudadanos todo funcionaría mejor y habría más libertad. Sé que suena romántico, pero esos necios datos que sabes me gustan, lo respaldan. Qué quieres, la ciencia en ocasiones también avala ideas que además suenan bien y entusiasman. Te acuerdas de tus niños de servicio social y de cómo regresabas inyectada de energía, de eso se trata.

Ese mundo que te fascina no es una esfera aparte del otro que no te atrae e incluso desprecias. Si quieres libertad tendrás que mirar a ese otro mundo. Entiendo tu fastidio cuando con mucha frecuencia hablamos de políticos farsantes, de verdaderos cínicos que abundan cuando no de francos pillos metidos en nuestras instituciones, las de tu país. Pero también hay personas honestas, luchadores, auténticos profesionales de ese asunto a veces complejo e inasible. Entiendo que te rebeles cuando reviso periódicos con descabezados y muchas malas noticias siendo que en realidad deseo leer otras cosas. Pero esas otras cosas no podrían existir si no cuidamos la libertad. Todo viene junto.

Diez de febrero del 2009, ya eres mayor de edad. Sé que además serás ciudadana, serás una más, todos somos sólo uno más y a la vez somos imprescindibles. Ahí está la magia de la ciudadanía. Una más que cuidará la libertad que está detrás de lo que mira.

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