Mal servicio. Ir al Seguro Social para saber si se padece influenza A H1N1 puede demorar varias horas y aun así no hay garantía de obtener resultado.
De una ventanilla a otra, pacientes hacen filas interminables para poder ser atendidos.
Tras tolerar un dolor de cabeza de 3 días y enterarse de que un compañero en la oficina padecía influenza, Jaime pensó en ir al doctor. Sus jefes le indicaron que se checara en el IMSS. Con su número de Seguro Social en mano, emprendió lo que se convertiría en una "odisea".
Llegó a la Clínica 16. Era un día entre semana, después de las 6:00 p.m. Había dos ventanillas; hizo fila en la primera. Ambas eran cortas. Aún así, pasaron varios minutos para llegar ante la encargada. "Buenas tardes, quisiera saber dónde me pueden consultar", dijo. "En el consultorio y horario que te tengan asignado", le responde. "Es que no sé cuál me toca, ¿me puedes ayudar?", a lo que la muchacha contesta: "No, yo cerré a las 5:00". "Y ahora
Pasaron otros tantos minutos y al llegar con la trabajadora, le externa la misma duda, a lo que la muchacha le pide su número de seguro. "Te toca en el consultorio 16, por la mañana". "Pero necesito que me revisen ahora", le dice, "tiene que ser por la mañana", le responde. Ya van 40 minutos dentro del hospital.
"Mira", dice Jaime, "me sacaron del trabajo para que me viniera a checar porque tengo síntomas de influenza". Entonces la muchacha se tapa boca y nariz, da un paso hacia atrás, y con la mano que le queda libre le señala: "ahí está el módulo de la influenza". Las personas que lo rodeaban se habían alejado al menos a 5 metros. Con el camino despejado, se dirigió al módulo.
La nueva fila también era corta. Había dos escritorios: en el primero estaba un hombre que parecía doctor; en el otro, una enfermera. El "doctor" no está haciendo nada, pero se negaba a atender a la gente; la enfermera atendía a una señora. Llega el turno. "Buenas tardes, tengo síntomas de la influenza y quisiera revisarme". "Tienes que ir a Urgencias", recibe como respuesta. Ya eran más de las 7:00, la puerta principal estaba cerrada; el camino a Urgencias era por dentro del hospital.
Jaime llega a lo que parecía ser un módulo de información. "Buenas noches, ¿dónde me pueden decir si los síntomas que tengo son por influenza?", pregunta. "Al fondo, a la derecha, tres ventanillas
Sale de ahí, camina al fondo, cuenta ventanillas y vuelve a llegar al módulo de la influenza, de donde acaba de salir. "Esto parece ciencia ficción", piensa.
"Me devolvieron acá", le dice a la enfermera. "No, necesitas traer la hoja que dan en Urgencias".
Ahora pregunta en cada ventanilla que ve, y en todas lo mandan a lugares diferentes. Hasta que alguien le dice: "ahí te atienden". Era un consultorio. "Buenas, ¿usted me puede decir si tengo influenza?", le pregunta al doctor. "Sí, pero primero tienes que formarte". "¿Dónde?". El doctor le señala otra puerta. "De ahí me mandan a las personas que voy a revisar. Te formas, luego te reviso y te digo a dónde vayas", dice.
"Ya estoy aquí, ¿me puede revisar rápido? Sólo necesito saber si tengo o no influenza para volver al trabajo", Jaime insiste. "No se puede", dice el médico.
Sale del consultorio y observa la fila al exterior de esos pasillos a los que ya comenzaba a acostumbrarse. La fila era larga y quienes la formaban lucían desesperados. Apenas se abría la puerta y la gente se amontonaba y empujaba para poder entrar; pero el personal de seguridad lo impedía. Un joven amable (quizá el único en todo el edificio) le dice: "ella te va a dar la hoja que necesitas (señala otra ventanilla). Dile que te haga el 'paro'".
"Buenas noches, ¿me puedes ayudar? Necesito la hoja para que me revisen para saber si tengo influenza". La muchacha no responde, ni siquiera levanta la mirada. Tras insistir, Jaime sólo recibe como respuesta: "tienes que formarte". Ya son más de las 8:00 p.m. El doctor del consultorio que se negó a atenderlo está solo y la fila se hace grande. Van dos horas perdidas. Jaime recibe una llamada del trabajo. Desmotivado, finge que el dolor de cabeza desapareció; no es buen momento para enfermarse.