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Una revolución pacífica

GILBERTO SERNA

No están ustedes para saberlo, ni yo para contarlo, pero un fuerte resfriado me ha dejado en cama estos últimos días, como a muchos de mis contertulios de café, a tose que tose, coff coff, sin despegar el pañuelo de las narices por donde fluía un torrente de secreciones, no exagero, más caudaloso que las cascadas que alimentan la laguna de Iguazú. Las noticias sobre la posible mutación del virus de la influenza A H1N1 sobre el que la vacuna Tamiflú, dicen, nada puede hacer, nos pone a reflexionar sobre los peligros que nos acechan en el muy cercano futuro. Imágenes de lo que sucede todos los días en nuestro territorio nacional nos pone la piel de gallina por el horror que produce la posibilidad, a la vuelta de la esquina, de vernos envueltos en una conflagración de proporciones inimaginables para las nuevas generaciones, lo que ha sido ocasión para leer y meditar sobre los sucesos que están acaeciendo fuera y dentro de nuestra ciudad. Algo semejante a un escalofrío, mientras bebía a sorbos una infusión preparada a base de hierbas, me produjo escuchar en labios del presidente Felipe Calderón el exhorto que hace a los mexicanos para que iniciemos una revolución pacífica.

Lo que dijo el Presidente es que "México requiere cambios tan profundos como una revolución, pero de manera pacífica, cambiando lo que haya que cambiar, con todo lo que ello implique". Eso fue en la ceremonia celebrada al pie de la estatua del insigne coahuilense don Francisco I. Madero, que conmemoraba el 99 aniversario de la Revolución Mexicana. Agregó, entre esta y otras profundas y sesudas reflexiones, que más allá de las diferencias y desencuentros, el año próximo, no éste sino el que sigue, o el siguiente o quién sabe, invita a la reflexión en la pluralidad y la democracia que no había antes. ¡Uff¡ No acabo de digerir lo que dijo el Presidente, pero en un sentido puramente semántico, se me hace que los términos son contradictorios. Napoleón Bonaparte sostenía que no existe una revolución social sin terror. Está pretendiendo dar pasos que, de estar convencido en el pronunciamiento, lo llevará a confrontar a los pobres del país con grupos sociales que han sido su asidero natural. No me puedo quitar de la cabeza que sería un golpe de timón para el que no está preparado el Gobierno. No por que no sea necesario, sino por la rudeza con la que se plantea. A menos que sea una licencia gramatical, en cuyo caso habrá que ver lo que sigue.

Es probable que este pronunciamiento tenga relación con las declaraciones de la Arquidiócesis de Guadalajara, que en días pasados señaló que en México a casi 100 años de la Revolución el Gobierno no ha aprendido la lección ya que una y otra vez se adhiere a un sistema económico similar al que provocó ese movimiento social. Por otro lado, el jefe del Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, dice que se tiene una política mediocre en términos del crecimiento económico del país, empleo y oportunidades para los habitantes del país, lo que según él, anticipa un escenario de crispación social. Recordó que a 200 años de la Independencia y 100 de la Revolución en el país existen 18.5 millones de familias que viven en la pobreza alimentaria y 12 millones no tienen acceso a la salud. Expuso que con las decisiones tomadas por las autoridades federales, lo único que se está haciendo es prolongar la recesión económica del país y que con seguir aumentando los impuestos, a cambio de prácticamente nada, se demostrará que ni la democracia ni la redención social han sido logros definitivos en nuestra patria.

Antes de opinar de un país que no conocen, que vean los datos. Así contestaba el voluminoso secretario de Hacienda a los ganadores del Premio Nobel de Economía, de diferentes años, a quienes tachó de no saber lo que ocurre en México. Los laureados economistas habían cuestionado la elevación de impuestos en medio de la recesión. Esta opinión logró levantar airadas voces de burócratas señalando que México no ha equivocado el rumbo económico; así estamos bien y así seguiremos, pareciera que dijeran al tiempo que se tapaban los oídos. Da la impresión de que todo mundo está equivocado excepto los sabihondos que cobran en la nómina presidencial. El Presidente de la República ha hecho las tronantes declaraciones que señalamos arriba, con lo que discrepa de lo que han dicho sus colaboradores. O a lo mejor no. Habló de una revolución pacífica ¿será la que no remueve la placidez con la que se desempeñan quienes manejan la cosa pública? Nada dijo acerca de la nota que aparece en este periódico el día de ayer, bajo el título: Agoniza México. Los mexicanos padecen un cuadro agudo de desánimo por crisis, injusticia y desempleo.

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