Srita. Rocío Guadalupe Rodríguez Basurto captada el día de su boda con el Ing. Daniel Chávez Duarte.- Estudio Morán
Por Dra. Ma. Del Carmen Maqueo / Contraluz / Destellos Veo una imagen que de niña sólo hubiera imaginado en alguna película de ciencia ficción, frente a una sucursal bancaria un vehículo descubierto de la federal con cuatro elementos totalmente camuflados, con sus armas largas preparadas, y hacia la puerta de acceso otros tres elementos de iguales características, mientras la clientela entra y sale. Fue algo real, un destello que me impactó, me llevó a pensar cómo tiene que vivir un niño hoy, en contraste con mi propia infancia hace nueve o diez lustros.
De pequeña al entrar a un banco mi sensación era de amplitud frente a aquellos mostradores continuos de mármol o granito en donde se apostaba hacia adentro el empleado bancario y hacia fuera el cliente. Cualquier ruido emitiría un eco que se perdía, o iba a rebotar en la carátula del reloj de pared dorado que nunca podía faltar. Esas memorias son como instantáneas antiguas en blanco y negro que al evocarlas provocan una nostalgia tan honda que hasta duele.
La situación del país en ratos se antoja insolventable, o bien yo me pregunto dónde está la fórmula mágica para dar marcha atrás y recuperar la tranquilidad de aquellos años cuando los niños jugábamos libres en parques públicos y banquetas hasta que caía la tarde, sin rondar un solo atisbo de temor, y ciertamente nunca nos pasaba nada.
Muy en el fondo todos los mexicanos sabemos que la inseguridad no se resuelve así por la fuerza nada más, y que la paz no llega por imposición; podrán superar numéricamente los elementos de seguridad a los delincuentes pero el problema sigue, mientras esas medidas de control externo no se hagan acompañar del elemento clave, la educación.
Cuando salgo a la calle y me encuentro con que exigir un derecho que es mío, me pone en riesgo de muerte; cuando tengo que prevenir a mis hijos de tolerar agresiones y arbitrariedades en la vía pública, en la plaza, en el antro, porque pueden matarlos. Cuando les digo, tú hazte el que no pasó nada, no te enojes, síguete de largo... Cuando los periódicos no se vuelven otra cosa que un inventario de muertos. Cuando la lealtad es cosa anacrónica, y dejamos de creer en las instituciones, desde la familia hasta la iglesia y el gobierno; cuando el doble discurso se vuelve tan común en el desempeño de autoridades, funcionarios, cónyuges y amigos...
De niña los vecinos vivían siempre en la misma casa, se casaban y sólo la muerte los separaba; el padre tenía empleo constante, y una familia de clase media podía darse sus gustos, como ir al cine o comer fuera los domingos; ahora las cosas son distintas, me duele no haber heredado a mis hijos un país pacífico y tranquilo como el que yo gocé.
Me entristece descubrir el nefasto maridaje entre poder político y poder económico; darme cuenta de que la capacidad de hacer el mal inspira más respeto que la capacidad para hacer el bien, o que la moneda de cambio corriente es la violencia. Todo ello me descorazona, igual lo hace descubrir que se perdió la congruencia entre ser, saber y tener, o más bien que se invirtió el orden de los elementos, y primero está el tener, luego el saber y muy al final el ser... No estoy abatida, simplemente soy una convencida de que sin una política educativa congruente, con maestros auténticos, dispuestos a trabajar con pasión en labrar los cambios que el país requiere, no vamos a erradicar el mal de las calles. Mientras el relumbrón del dinero fácil siga seduciendo a nuestros niños por el camino sin retorno, seguirá acrecentándose el inventario de muertos de cada día.
Entre el catarrito de Carstens y la influenza, y el miedo de que uno u otra nos maten de una neumonía, pasó casi desapercibida la aprobación de la ley del narcomenudeo que tampoco va a resolver el asunto del tráfico de drogas, simplemente va a maquillarlo. Y nuevamente, mientras no exista en nuestros niños la convicción de que las sustancias adictivas finalmente conducen a la destrucción, ninguna otra medida va a erradicar el mal.
Destellos: Veo un maestro con decidida vocación que inyecta amor a su trabajo frente al alumno, un guía que le conmina a explorar sus caminos interiores, a descubrir y aquilatar sus opciones, y finalmente a elegir. Un maestro que con su ejemplo le demuestra que la rectitud paga, que el hombre vale por lo que es, y que la vida constituye una empresa ardua pero plena y satisfactoria... En ese destello instantáneo, en la figura de ese maestro cuya formación académica le permite ser pilar, es donde tengo fincada mi esperanza para que México recupere el edén perdido.
Con una solemne ceremonia celebrada en la capilla de La Divina Providencia, ante el Pbro. Javier Sandoval, el pasado viernes primero de mayo de 2009, en punto de las 19:00 horas, contrajeron matrimonio la Srita. Rocío Guadalupe Rodríguez Basurto e Ing. Daniel Chávez Duarte.
Los acompañaron sus padres, los señores Francisco Rodríguez Mena y María Esther Basurto García; Daniel Chávez Martínez y Esthela Duarte López, quienes lucieron muy contentos por la unión de sus hijos.
Nury Pérez González celebró sus XV años de vida el pasado viernes 08 de mayo de 2009, en punto de las 20:00 horas, en la capilla San José de la Casa de la Madre Lola, ante el Pbro. Ignacio Mendoza Wong.
Ella es hija de los señores Roberto Pérez Jiménez y Lupita González de Pérez, quienes lucieron felices en el festejo de su hija.
Los padrinos que acompañaron a la quinceañera fueron: de álbum, María Teresa Rodríguez López; de ramo, Margarita Pacheco García; de medalla, Silvita Morales de Cruz; de anillo y aretes, Juanita Nájera de Mena; de pastel, Annita y José Magallanes; de fotografía, Margarita García de Pacheco; de filmación, Josefina Rodríguez Martín; de recuerdos, Lucy Morales de Hinojosa; de pala, cuchillo y copa, María Teresa Rodríguez López; de peinado, manicure y pedicure, Lulú Chávez de Pacheco y Malenita Martínez de Chávez.
Nury lució para ese día tan especial, un vestido confeccionado en seda rosa baby, estilo emperatriz con corset bordado en fina pedrería y cristal swarovsky, amplísima falda con detalles de olanes en finísimo encaje, acompañado de un hermoso ramo diseñado en cristal swarovsky, pequeñas rosas y pedrería a tono con el vestido, una linda tiara siguiendo la misma línea imperial.
Después de la celebración eucarística, amigos y familiares de la cumpleañera asistieron a la recepción que se llevó a cabo en Villa Los Olivos, la cual lució bellamente decorada con rosas en tonos rosa y perla, con iluminación a juego con los distintos momentos de la celebración.
La música corrió a cargo del sonido pegajoso, el cual puso a bailar a los presentes con su gran ambiente repartiendo souvenirs de la ocasión para animar aún más la fiesta.
La cena que se ofreció: copos de queso crema, tapizados en nuez y bañados en salsa de chabacano; troncos de pechuga rellena con gravy de champiñón, pasta del rey, manzanitas de puré de papa rellenas de queso y como postre, pastel de piña y durazno.
Margarita Pacheco García, le obsequió como regalo sorpresa a la festejada, un osito y conejito de peluche, así como la quinta temporada de mi bella genio.
El momento más esperado de la noche fue cuando Nury bailó con su papá, el señor Roberto Pérez Jiménez, "El Vals de los Patinadores" y la canción "My Girl" de Los Temptations; y con su chambelán de oro, Sergio Misael Ramírez Valdez, "El Lago de los Cisnes" y "Magic" de Pilot.
MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS MARGARITAS AMARILLAS
En esta ocasión vamos a hablar de Gela, una mujer joven, casada y con dos hijos que nació en Michoacán y que actualmente vive en Ontario, Canadá. Con frecuencia es invitada por grupos católicos de varias partes del mundo para que dé a conocer su testimonio de vida.
Ella recuerda que siendo muy niña, por las noches, veía a su madre vigilar nerviosamente el reloj. Lo miraba una y otra vez, antes de que su padre llegara a la humilde vivienda. Su progenitor era un sargento mexicano "muy macho" que al llegar a casa lo hacía con gritos para sentirse importante y comenzaba a golpear a su madre. Llegaba borracho, y sin motivo alguno la dejaba tirada en el piso. "Muchos hombres de hoy, en toda Latinoamérica -nos dice Gela, miles y miles -tal vez millones, llevan en sus venas ese alcoholismo que transmitirán a sus hijos, y esos hijos a sus hijos, haciéndose una cadena cada vez más grande, y más grande que pasará de generación en generación. ¡Qué pena, qué tristeza me da! ¿Hasta cuándo va a haber hombres verdaderos que rompan esas cadenas que llevamos de nuestros antepasados? ¿Hasta cuándo va a seguir habiendo familias que se destruyen por el machismo y el alcoholismo? Y ahora, además, está de moda, que la mujer también tome".
La madre de Gela, no podía decir nada, porque si decía algo le volaban golpes y palabras que a veces duelen más que una bofetada. En esa familia había niños que se escondían detrás de los muebles para no ver lo que estaba pasando, que crecían temerosos en un ambiente de gritos, de violencia, de infidelidad, de insultos, de machismo y tantas otras cosas que dañan el alma y enferman el cuerpo. Cuando su madre "cuidaba" el reloj, la pequeña Gela no comprendía por qué lo miraba con insistencia. Le daba de cenar a la pequeña, y tomándola de la mano, la llevaba corriendo al cuartito para que se durmiera. Allí la acostaba en su cama y la tapaba con almohadas, y cobijas, dejando únicamente un pequeño espacio para que respirara. Antes de retirarse, su madre le decía al oído: "M'ija, escuche lo que usté escuche, no diga nada, cállese la boca, no diga nada". Y ella se quedaba sola temblando en su camita.
Al llegar el padre, desde muy lejos comenzaban a escucharse los gritos, cerraba de un solo golpe la puerta, y sin motivo alguno, daba rienda suelta a los insultos contra su mujer y los hijos. Aquel macho, aquel sargento, al hacer su entrada "triunfal", arrojaba al suelo todos los objetos que se iba encontrando en el camino, diciendo al mismo tiempo palabras vulgares que penetran como dagas en corazones inocentes. "Pero claro, él era el macho, él era el hombre de su casa, y en su casa se hacía lo que él decía. ¡Qué pena, hombre que me escuchas, que te emborrachas!, ¿para qué? ¿Para sentirte tú bien? Y no te das cuenta que tienes enfermos tirados a tu alrededor y no los ves o no quieres verlos, y no los oyes porque no quieres oírlos".
Lo más triste para Gela era darse cuenta que no podía hacer nada para ayudar a su madre, porque si la ayudaba, también a ella le pegaba. La tormenta terminaba, cuando su padre se iba a buscar más vino para sentirse más hombre y seguir golpeando a la mujer que Dios le había dado por compañera. La pequeña niña se bajaba de la camita en busca de su mamá y la encontraba en el piso llorando en silencio, se le acercaba y la abrazaba diciéndole: "Ya no llores mamita, ya no llores", y trataba de curarle aquellas heridas que su mismo esposo le había abierto a golpes. No tenían para comer, mucho menos para ir a un médico.
Un día, al estar participando en una fiesta de su pueblo en los llanos michoacanos, sus amiguitas le dijeron: "Gela, allí viene tu papá". De inmediato la pequeña salió corriendo a casa de su abuelita, y llegando junto a ella en el pasillo le dijo: "Abuelita, abuelita, escóndeme, allí viene mi papá, escóndeme, yo no quiero ver a mi papá". Pero, cuando el padre se presentó por aquella puerta, sucedió algo que no esperaba. Ese fue el único día que la niña recordaba que su progenitor no estaba borracho, y fue el único día en que empezaron a salir cosas de su boca que no conocía. Le dijo: "M'ija, quiero llevarla a pasear". "No abuela, yo no quiero ir" -suplicó la niña. Pero su abuela le contestó: Vaya m'ija, que su papá no le va a hacer nada malo". Gela recuerda que fue más a fuerzas que de ganas. La llevó a un campo bello donde había margaritas amarillas, y le dijo: "M'ija, vamos a juntar florecitas". La niña recogió entre sus manitas varias flores y se las llevó a su papá, él la sentó en aquel campo bello y empezó a tejer una corona con aquellas margaritas; al terminar, la tomó entre sus manos y la puso en su cabeza, diciéndole unas palabras que todo padre y toda madre deberían por lo menos una vez en la vida pronunciarlas al oído de sus hijos -porque ellos necesitan escucharlas: "M'ija, aunque me vea borracho golpeando a su mamá, quiero que sepa que a usté la quiero mucho y que siempre va a ser mi reina". Desde esa vez, Gela nunca más volvió a ver a su padre; como era costumbre, al estar en el ejército, se iba por semanas, meses, años, pero esta vez se fue para nunca más regresar. Mientras tanto aquella niña iba creciendo con grandes heridas en su corazón.
Diez años después, su madre tuvo que emigrar a los Estados Unidos, llevándose como es natural a todos los hijos; y Gela, como tantas otras jóvenes buscó lo que fuera para sanar su enfermedad. "Joven que vas por el camino desorientada, jovencita ¿en qué has buscado llenar un poco tu vacío? ¿Sexo, drogas, pandillas, amigos, amigas, modas, cuánto te duran? ¿Sabes con qué intentaba llenar ese vacío la protagonista de nuestra historia?
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