“El optimista ve una oportunidad en cada calamidad; el pesimista ve una calamidad en cada oportunidad”.
Anónimo
Optimismo o pesimismo, cada quien encuentra razones. Al final los dos senderos están plagados de subjetividad. Tenemos el derecho de navegar por la vida con velámenes diferentes, incluso a cambiar de velamen. Hay pesimistas sistemáticos, asumidos como tales, que comprenden los límites de su lectura de la vida. Lo mismo ocurre con los optimistas confesos. Cada quien que haga con su vida lo que quiera. El problema con este oficio, con la enorme responsabilidad de tener foro, es que somos los primeros obligados a pararnos frente al espejo. De nosotros se exige y con razón no ser rehenes de nuestras pasiones o estados de ánimo.
Un medio no puede ser por definición optimista o pesimista. El lector demanda nuestro mayor esfuerzo por acercarnos a ese limbo, a ese territorio de la conciencia que denominamos objetividad. Santiago Genovés, el brillante antropólogo y aventurero, ha afirmado que la objetividad es un invento de la subjetividad humana. ¡Viva el ilustre invento! La objetividad total no existe, pero imaginemos si nuestra intención cada vez que nos sentamos frente al teclado fuera huir de esa sana invención. Si la objetividad nos parece resbalosa pensemos en otro riesgo. Todos los que nos dedicamos al complejo oficio de informar y analizar, estamos obligados a poner en duda los hechos de los que se nos informa. Tenemos el mandato ético de comprobar lo que se nos dice y lo que aseveramos. Pero ¿debemos ser escépticos? Tenemos todo el derecho a expresar nuestro escepticismo sobre un anuncio oficial y por supuesto sobre los múltiples lances de los políticos que, incansables, quieren convencernos de sus locuras o mentiras. Ocurre todos los días. Quizá por ello el riesgo es mayor. La mula no era arisca...
El problema es volverse un escéptico sistemático. ¿Tenemos derecho a sembrar escepticismo a diestra y siniestra? En ese momento cancelamos al lector de entrada la duda razonable de que las cosas funcionen. Caemos en lo que Montaigne llamaba la dulce almohada del escepticismo. Ser escéptico es muy cómodo, siempre tiene uno la oportunidad de volver el rostro y decir se los dije. Pero también tiene uno la obligación de corregir cuando las cosas de las que dudamos prosperan. A dónde voy con todo esto. En una situación de crisis es muy fácil caer en una actitud de escepticismo irracional. Los nubarrones que vemos venir pueden llevarnos a imaginar otros y otros. Al caer en las garras del escepticismo contribuimos a lo que se ha dado en llamar profecías auto-construidas. En días de crisis tenemos la obligación de vacunarnos contra ese mal.
Las medidas económicas anunciadas por el presidente la semana pasada merecen el beneficio de la duda. No es un acuerdo nacional como los que vivimos en otras ocasiones, cierto. El sector privado y el sector laboral no asumieron compromisos. El asunto de los energéticos es contradictorio, es cierto. Para lograr mayor competitividad necesitamos que estén en rangos internacionales. Ese es el fondo. El Diesel quedó fuera del paquete. Se dice que los recursos no son suficientes. Nunca lo serán. Se ha solicitado que el IETU quede sin efecto, en fin las críticas llovieron. Pero de nuevo, las medidas caminan en el sentido correcto, se inyectarán más recursos a las PYMES en particular en el sector energético. Habrá más dinero para el campo. Las compras oficiales apoyarán a empresas nacionales, hay sustancia.
Los pilares -empleo, energéticos y apoyos directos- hacen uso de las herramientas que el Ejecutivo tiene a su alcance. Se aceleran posproyectos de infraestructura que pueden ser un gran detonador, hay prisa. Los excedentes petroleros de 2008 serán canalizados a inversión pública. Las instituciones estatales de crédito y fomento tendrán más recursos. El Gobierno Federal dio un paso adelante y hay que reconocerlo. Los recursos serán un fuerte apoyo para llegar al segundo semestre y esperar la salida. El acuerdo es una buena noticia. Falta ahora que el sector privado adopte una postura de defensa del empleo. Los ejemplos están allí, en Europa sobre todo. Reducción de la jornada, pero no despidos. Suspensión de actividades, pero no despidos. Reducción temporal acordada de salarios y prestaciones, pero no despidos. El reto pasa por la disposición de patronos y trabajadores, incluso por la imaginación.
Pero el escepticismo también ha tocado a la visita del presidente a Washington. Motivos para ser escéptico sobran: del intercambio de rifles en los setenta a las inútiles visitas a los ranchos de hace seis años. Pero que el escepticismo no nos ciegue. De entrada es una gran distinción; la Cancillería y la Embajada merecen reconocimiento. Pero más allá de las distinciones, se trata de nuestro principal socio comercial. Sólo faltaba no aprovechar la coyuntura. Dentro de las múltiples cualidades de Obama no está el conocimiento del área. No podíamos esperar a que venga, por lo pronto tendrá otras prioridades. Por si fuera poco la narcoviolencia que vivimos pasa por la actitud de Washington hacia su vecino sureño y por supuesto hacia al consumo interno de ellos, que es el origen último del problema. La relación México-Estados Unidos es una de las más complejas del orbe. Los acercamientos personales sirven cuando no se cae en la frivolidad y no fue el caso. Bien por la visita, algo saldrá. Optimismo o pesimismo son opciones personales, no profesionales. El escepticismo puede ser irresponsable.
P.D: Mi solidaridad con los compañeros de Televisa y de todos los medios amenazados. En eso somos uno.