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Veinte años del Annus Mirabilis (I): Tiananmen

Los días, los hombres, las ideas

FRANCISCO JOSÉ AMPARÁN

Sólo hacía falta echarle un vistazo al calendario: en este 2009 se cumplen veinte años de un montón de acontecimientos ocurridos (¡Brujo, brujo!) en 1989; eventos que, por su cantidad e impacto, le dieron a ese año el título de Annus Mirabilis, el Año de los Prodigios, como en la Edad Media llamaban a esas temporadas en que ocurrían cosas extrañas como lluvias de sapos, nevadas en agosto o aristócratas poniéndose a trabajar en algo útil. Y sí, en 1989 ocurrieron muchas cosas totalmente fuera de lo esperado: el PRI perdió su primer gubernatura (Baja California), el bloque comunista se vino abajo como un castillo de naipes y Berlín volvió a ser una sola ciudad por primera vez en 28 años. Lo que nunca creímos que verían nuestros ojos ocurrió, a un paso alucinante, hace veinte años.

Como varios de esos acontecimientos resultan bastante interesantes, los iremos analizando uno por uno a lo largo de los próximos meses. Esta semana le toca el turno a un aniversario especialmente pertinente.

En la madrugada del 4 de junio de 1989, el Ejército Popular Chino entró a sangre y fuego a la Plaza de Tiananmen, en pleno Centro de Beijing, para desalojar a balazos a los manifestantes que, durante semanas, habían estado desafiando al régimen gerontocrático de Deng Xiaoping. La matanza dejó varias lecciones que siguen recordándose, y ayuda a configurar la imagen y realidad de la China contemporánea.

Empecemos por el principio.

Una vez que Mao se murió todito (y que lo embalsamaron con las patas) en 1976, los figurones del Partido Comunista Chino se pusieron de acuerdo (¡Hasta allá se pueden poner de acuerdo! En todos lados, menos aquí) en dejar atrás la herencia ideológica del Gran Timonel, eliminar a la camarilla que lo había rodeado en sus últimos años (en especial su detestable esposa, Jian Qing) y cambiar totalmente la manera en que se hacían las cosas

El resultado del experimento de Deng fue notable: en poco tiempo se desataron las enormes potencialidades de un gigante que había estado dormido (¿Dormido? ¡Noqueado!) durante décadas, y especialmente en ciertas zonas empezó a generarse prosperidad y darse notables avances en el nivel de vida de la gente. Aunque muchos miembros de la vieja guardia comunista refunfuñaban, el éxito de las reformas de Deng los mantuvo callados un buen rato.

El nuevo modelo económico requería nuevos cuadros técnicos para manejar fábricas, consorcios y servicios (como los bancarios) que hasta entonces sencillamente no habían existido. Por ello el régimen privilegió a un sector de la población que suele resultar mimado en ese tipo de procesos: los estudiantes.

La matrícula estudiantil china se expandió exponencialmente. Quienes años atrás hubieran podido terminar cultivando remolachas con las manos por cometer el delito de leer un libro extranjero (o tocar un instrumento prohibido, como el violín), ahora se iban becados a Europa y los Estados Unidos. Como ha ocurrido en muchos otros países, los estudiantes tomaron esos beneficios como parte del ser jóvenes, no como un privilegio especial dado por el régimen. Y claro, estaban encantados con las reformas que les abrían perspectivas como nunca.

Pero la vieja guardia comunista no estaba tan entusiasmada y siguió haciendo pataletas y amenazando con detener las reformas. Por fin, en 1987, lograron descharchar a Hu Yaobang como secretario general del Partido Comunista. Éste pasó los siguientes dos años prácticamente bajo arresto domiciliario, y finalmente murió el 15 de abril de 1989.

Hu era visto como el líder del grupo reformista del Partido, y su muerte dio origen a una serie de manifestaciones, especialmente de jóvenes, demandando que se profundizaran las reformas como una forma de honrar la memoria de un hombre que había muerto injustamente en la ignominia. Aunque el Gobierno prohibió las manifestaciones, los chavos (que en todos lados desobedecen a los adultos) siguieron vociferando e hicieron de la Plaza de Tiananmen en Beijing su centro de actividades. Durante semanas, y sin pedirle permiso a nadie, los muchachos (cuyo número no bajaba de 200,000) discutieron, alegaron, colgaron cartelones con propuestas, demandas y quejas, cantaron canciones prohibidas y se divirtieron de lo lindo. Hasta se aventaron la puntada de hacer una estatua monumental de papel maché (sospechosamente parecida a la Estatua de la Libertad de NYC), que pasó a llamarse "La diosa de la democracia". El mensaje era claro: las nuevas generaciones querían no sólo prosperidad sino libertad de elección y de expresión: todo un reto al poder omnímodo del Partido Comunista Chino.

La gota que derramó el vaso fue cuando, durante la programada visita de Mikhail Gorbachev a Beijing el 15 de mayo, los jóvenes lo vitorearon por su política del Glastnost o apertura. ¡Los hijos de Mao haciéndole la ola a un soviético! Los vejetes del Politburó decidieron cortar de cuajo aquella osadía, declarando la ley marcial. Sin embargo, el Ejército se las vio negras para actuar, porque la gente desafiaba a los tanques que empezaban a llegar a la capital. Un hecho sin paralelo en la historia de China.

Hasta que por fin, el 4 de junio, las fuerzas armadas entraron a la Plaza abriendo fuego sobre los jóvenes. Cientos murieron, miles fueron encarcelados, ante el pasmo de la opinión pública mundial. La imagen progresista de la nueva China quedó manchada para siempre y hasta la fecha. Pero eso sí, la lección fue clarísima: se vale enriquecerse, hacer negocios, ser capitalista: pero el Partido Comunista siempre dirá hasta dónde se puede llegar, qué se puede decir, qué hay que pensar. Y aunque China se ha ganado un nuevo papel en la escena mundial, la sangre de Tiananmen nos recuerda que ese gran país continúa gobernado por una camarilla que permite todo, excepto que le disputen el poder. Y así siguen.

Consejo no pedido para hacer chop suey sabor nopal: Vea "Justicia Roja" (Red Corner, 1997) con Richard Gere, sobre el sistema judicial chino. Provecho.

PD: Los invito a la presentación de mi libro de textos eróticos "Tres amores (o más)" este jueves por la noche en el Teatro Nazas. Entrada (y canapés) gratis.

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