Decía Winston Churchill, quien de política sabía un buen, que la democracia es el peor sistema político existente
Algunos defectos de la democracia han sido tratados de paliar de diversas maneras: los Estados Unidos, padres de la moderna república democrática representativa, diseñaron el extraño sistema de colegio electoral en sus elecciones presidenciales para evitar lo que Jefferson llamaba "el mandato de la chusma"; o la dictadura de la mayoría inculta, si se quiere.
Otros países recurren al plebiscito para zanjar cuestiones que se consideran demasiado importantes como para que sean resueltos por un puñado de políticos que no necesariamente las tienen todas consigo.
Pero incluso aquellas medidas que se supone diseñadas para prevenir las imperfecciones de la democracia, suelen volverse en contra de ella. Así lo vimos en el año 2000 con el triunfo de Bush en el colegio electoral, pese a que Gore le sacó más de un millón de votos a pie de urna.
Y así lo vimos el domingo, cuando mediante un referendo medio mañoso, Hugo Chávez se las ingenió para modificar la Constitución de manera tal que podrá reelegirse per sécula seculorum. Amén. Y cuando se muera, ya amenazó con convertir a Dios en todo un socialista bolivariano. Algo me dice que al rato hará un plebiscito para que el pueblo venezolano permita que su reencarnación regrese al poder, luego de que haya ahuecado el ala en el Más Acá.
La pregunta que se presenta de inmediato es: ¿qué rayos están pensando los venezolanos? ¿Cómo es posible que le den carta blanca a ese dictador tropical, que notoriamente está mal de la cabeza? ¿Para qué ponerle en bandeja de plata la tentación totalitaria, como si el hombre no tuviera de por sí tendencias a la megalomanía? Bailador el indio, y le dan maraca
La popularidad de Chávez entre los más pobres es indudable. Que ello se traduzca en un esfuerzo nacional conjunto, es otra cuestión. El referéndum sólo hizo que sus opositores confirmaran sus peores presagios: el tipo no va a querer bajarse de la silla hasta que salga del Palacio de Miraflores con las botas por delante. Y ello no puede sino representar una involución caudillista, que no le conviene a Venezuela.
Sin embargo, hay imponderables: ¿qué pasará cuando el dinero por la venta de petróleo se acabe? ¿Quién garantiza que Chávez se reelija de nuevo en 2013? ¿Y si la naturaleza, ésa sin colores partidistas, dice otra cosa?
Eso sí: ahorita, lo que es ahorita, las cosas pintan muy mal para los venezolanos. Pero ¿qué quieren? Ellos lo consienten