Amables lectores, ¿han escuchado en alguna ocasión el término de "valle de lágrimas"?, es con este término que mucha gente se refiere a esta vida que nos tocó vivir, haciendo entender con esto que nuestra existencia está marcada por el sufrimiento y la desdicha. Existe otra expresión que nos dice; que "hay gente que nace con estrella y otros estrellados" dando a entender que hay personas que en la vida les ha ido muy bien y a otras las acompaña la más espantosa de las desdichas.
Cierto es que conocemos gente que ha tenido "mucha suerte" y lo pongo entre comillas porque vemos que en la mayoría de los casos han sido exitosos en varios aspectos de la vida, por otro lado también conocemos gente que ha pasado por malas situaciones en forma repetitiva y a veces no se explica uno qué es lo que ocurre.
Todos los seres humanos, salvo los que nacen con alguna deficiencia (y a veces ni éstos) nacemos con las mismas oportunidades ante la vida, existen infinidad de casos de personas que de la nada y en base a trabajo honrado han logrado escalar las cumbres más altas del éxito. Pero independientemente del factor económico o el éxito que logran algunos seres humanos, hay algo que nada ni nadie puede arrebatarte en la vida (salvo que tú lo permitas) que es tu propia felicidad.
La felicidad no tiene costo económico y es invaluable, para mí, una de las cosas más falsas que he escuchado es que esta vida es un valle de lágrimas o venimos aquí a sufrir, cuando en realidad todos llegamos a esta vida a ser felices y no se diga poco sino inmensamente felices.
Hace años, conocí a una joven de 25 años a la que le fue diagnosticado un raro padecimiento que desgraciadamente hasta la actualidad no se conoce la cura, y poco a poco iba consumiendo la existencia de esa muchacha, pero cada vez que ella venía a la consulta aparte de contarme sobre la evolución de su enfermedad yo la veía sonreír, con una hermosa sonrisa que nunca voy a olvidar y al preguntarle por qué nunca la veía triste me contestaba; doctor es poco el tiempo que me queda de vida y ¡usted cree que lo voy a desperdiciar llorando!, ¡no doctor, yo soy feliz! y lo voy a ser hasta el día que me muera. Y créanme amables lectores que lo cumplió. Hace tiempo leí un artículo sobre un sacerdote del cual no recuerdo su nombre, quien al sentirse enfermo acudió con un facultativo que le diagnosticó un cáncer avanzado, y al enterarse de la noticia esbozó una amplia sonrisa y agradeció al médico, el facultativo pensando que el sacerdote no había comprendido lo que él le había comunicado le reafirmó -padre tiene cáncer avanzado -sí contestó él -ya le entendí doctor -¿entonces no le da tristeza? -¡No! Al contrario estoy contento porque ya sé de lo que voy a morir. Desde entonces se escuchaba decir al sacerdote muy seguido -contento señor, contento, (con lo cual se refería a Dios y le daba las gracias de su enfermedad), y fue feliz hasta el día en que murió.
Estos dos ejemplos amables lectores, nos hacen reflexionar sobre cuál es nuestra finalidad en esta vida, o a qué venimos a este mundo, aunque cierto es que todos hemos pasado momentos de tristeza o angustia en nuestra existencia, y también nos hemos sentido abatidos ante los problemas que enfrentamos en este mundo, no podemos negar que afortunadamente estos acontecimientos ocurren de manera esporádica y sólo ocupan una pequeña parte de nuestra vida, pero a veces nos enfocamos tanto en las desgracias que nos ocurren, que andamos cargando con ellas durante años, desaprovechando el tiempo que nos resta de vida. Por lo tanto amables no perdamos el tiempo (ni nuestra vida), sumidos en la tristeza ni en el llanto, a nadie le gusta ver caras tristes ni convivir con gente que se queja todo el tiempo de su situación, para ser feliz se necesita muy poco, sonríe cada mañana por el solo hecho de estar vivo, ¡vive Feliz! Y manda las penas a volar, pues si tú a pesar de las arideces de la vida vives contento con lo que tienes, entonces solo así lograremos un ¡mundo feliz!
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