Un crujir desde el cielo hasta la tierra se escuchó en pleno medio día del jueves. En minutos el firmamento pasó de nublado a negro y como no sucedía en años cayó una tromba en el pueblo de Ignacio Allende, Veracruz.
Al igual que muchas casas, la de la familia Vázquez sufrió las consecuencias: 40 años de trabajo, recuerdos y todo lo ahí contenido fue devastado por el agua de una lluvia intensa, que a decir de los pobladores "tenía desde 1999 que no se veía".
El pequeño poblado, enclavado en las montañas verdes del municipio de Papantla, Veracruz, se vio opacado hasta la mañana del viernes por un "diluvio" que cambió el cielo por el techo de algunos, y tierra por el piso de sus viviendas a otros.
Los rostros de Ana y Belem, de 13 y 15 años, reflejan la angustia de no saber dónde dormirán los próximos días y si su padre, Andrés Vázquez, podrá recuperar lo invertido en la cosecha de cítricos que anegó la lluvia la madrugada del viernes.
"Constantes, así son las lluvias en el estado", sostiene doña Carmela Aguilar, de 53 años de edad, originaria del pueblo. Acepta que como la lluvia de la noche del jueves y madrugada del viernes no se registraba desde hacía años, "aunque los daños no fueron tantos".
Ella vive en una ladera del cerro y el viernes amaneció con la letrina de su casa desbordada. "Afortunadamente no nos quitó nada, ni familia ni cosas materiales", agregó, tras recordar que en 1999 "una tromba" le arrebató su casa, su hijo y su hermana Rosa, quienes quedaron sepultados en lodo.
Una pequeña capilla, aún en construcción, está habilitada como albergue. A un costado, luego de un camino de lodo, un comedor comunitario busca operar.
Mientras, el gobernador de la entidad, Fidel Herrera; el secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, y el titular de la Conagua, José Luis Luege, visitan la zona para supervisar los daños.
Reciben demandas de vivienda por parte de los pobladores damnificados, quienes además piden empleo temporal porque sus siembras de cítricos, plátano y maíz, principales productos que se cultivan en la zona, no fueron respetados por la lluvia.
Unos piden a los funcionarios federales y estatal apoyo, otros se anotan en una lista para trabajar, y unos más permanecen a la expectativa, pues afortunadamente sus casas "están intactas".
Pero también hay quienes que, como don Germán Minas, permanece dentro de la capilla confiando en que algún apoyo le toque, y mientras ve desfilar gente piensa en cómo sacar tanto lodo de su casa situada a la orilla del cerro, donde pensaba "echarle la loza antes de la temporada de lluvia".