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Vivir duele

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

La vida es como una montaña rusa. Tiene pendientes inclinadas y bajadas muy pronunciadas, que en ocasiones no advertimos y nos toman por sorpresa.

Pero con todo eso, es la vida y como tal debemos afrontarla.

Porque, si hacemos un recuento de ella, nos encontraremos que han sido más los buenos momentos que los malos.

Que, como dijo el poeta Amado Nervo, en su poesía, "En paz":

"cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú nunca no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tú sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas...".

No se puede pedir más de lo que se está dispuesto a dar.

Pero a veces uno se cansa de navegar por el mundo. Y todo lo que quieres es paz, tranquilidad y sosiego.

Pero el mundo sigue girando y nos envuelve en su torbellino; y nos hace sentir que nada tiene sentido.

¿Serán cosas de la edad o del estado de ánimo?

No lo sé, sólo sé que el desasosiego se apodera de uno y nada ni nadie nos satisface.

No obstante ello, tengo muchas bendiciones que contar y no dejaré de hacerlo.

Debo, entonces voltear a mi alrededor, para apreciar lo que la vida nos regala y que está ahí para que lo disfrutemos.

Así, contemos a nuestra familia. Esos seres que han estado con nosotros desde que nacimos y nos prodigan amor, atención, afecto y cariño.

Hemos conocido el amor, en sus distintas formas y somos amados. ¿Qué más podría pedirse?

Tenemos amigos, fieles, que son capaces de reprendernos cuando nos equivocamos y por tanto, son amigos sinceros. Que disfrutan junto a nosotros los grandes momentos de alegría y se sientan a nuestro lado cuando nos embarga la tristeza.

Pero también tenemos enemigos y eso es bueno, porque nos sabemos vigilados, cuestionados en lo que hacemos, todo lo cual nos ayuda a tratar de ser mejores.

Siempre habrá al lado, quien nos diga nuestras verdades. Y aunque al momento nos duela, sabemos que lo hace porque nos quiere y quiere que seamos mejores.

Tenemos en quién creer y en quién soñar. Eso hace que nunca perdamos la fe y sigamos marchando en pos de nuestros sueños.

¿Qué sería de la vida sin los sueños? Sería algo plano y monótono.

No importa con qué soñemos, lo importante es que lo hagamos. Puede ser el volver a una ciudad o ver de nuevo a aquella persona con la que hemos convivido. Pero hay que seguir soñando, porque en buena parte de eso está hecha la vida: de sueños.

Tenemos un techo y una frazada con qué cubrirnos. Un trozo de pan y un buen vaso de vino, para degustarlo mientras conversamos sobre temas trascendentes.

Tenemos los libros, que nos enseñan tantas cosas, así como, personas a las que podemos transmitir nuestros conocimientos.

Tenemos muchas cosas y poseemos tantos sentimientos, que en realidad no hay razón para caer en la desesperanza.

Porque por encima de todo, estamos nosotros mismos y sabemos que por arriba de los negros nubarrones, hay un sol que sigue brillando para alegrar el nuevo día.

Sí, es cierto, a veces nos gana la tristeza y el desánimo es inevitable.

Pero hay que seguir caminando. Hay que seguir construyendo.

Porque sólo tenemos una vida y es ésta, la que estamos viviendo ahora. Puede incluso que no sea justa, pero es buena y eso debe bastar.

¿Y mañana? Mañana, como decía mi padre: "¡Mañana Dios dirá!".

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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