Existen instituciones que le han costado al pueblo, sangre, sudor y lágrimas. Una de ellas, es el derecho al voto.
Y no se diga en el caso de las mujeres, que son la mayoría de electores, pues ese derecho les fue reconocido en México, hasta la década de los cincuenta.
Por eso, no me parece justo que se esté promoviendo la anulación de votos para la próxima elección federal.
Son muchos años de luchar por la consolidación de la democracia, que por cierto no nació el año 2000, como para venir a impulsar una propuesta que la daña sin lugar a dudas.
Entiendo el enojo de ciertos sectores sociales, por la forma en que se han comportado los partidos políticos y la gran mayoría de los legisladores federales. Pero debe de haber otra forma de hacerles sentir ese repudio.
Esas son maniobras que aparecen de cuando en vez y algunas de ellas, lo reconozco, tienen un sentido políticamente válido, como fue el caso del voto útil, en las elecciones de dos mil. Había que apoyar al candidato con más posibilidades de derrocar al más fuerte, como así sucedió.
Pero, eso de acudir a votar y anular el voto se me hace lo más antidemocrático que pueda existir.
Los derechos nos han sido reconocidos para que los ejerzamos con todos sus asegunes.
Ahí tenemos la libertad de expresión y la de prensa. Por su uso se han perdido vidas humanas y no por ello, o por el riesgo que entraña, vamos a dejar de ejercerla o a publicar periódicos en blanco.
¿Que ningún candidato nos convence plenamente? Pues votemos por el que reúna el mayor numero de atributos entre los que exigimos, pero no dejemos de hacerlo.
O aún mejor, obliguemos a los candidatos a que suscriban pactos sociales concretos, en el sentido de que pugnaran por determinadas propuestas. Aprendamos a dirigir la conducta de nuestros legisladores, pero no renunciemos a nuestro derecho de votar.
Con todos nuestros atrasos, tenemos que reconocer que hemos avanzado y mucho, desde los tiempos en que las elecciones se ganaban a punta de pistola o mediante el asesinato del opositor.
Respeto y admiro a la señora Dennis Dresser, pero en esta aventura no la acompaño, pues disiento de su visión.
Necesitamos un mejor Congreso federal. Fuerte, dinámico y propositivo. Que sirva de contrapeso al Ejecutivo, pero sin ser un estorbo al desarrollo.
Un Congreso que vea por los intereses de la ciudadanía antes que los de los partidos políticos.
Entre todos los candidatos en campaña, debe de haber algunos buenos, bien preparados y abiertos al diálogo entre pares, a fin de llegar a acuerdos benéficos.
No caigamos en trampas de una extrema derecha intransigente, que a todo dice que no, pero nada bueno propone.
Es sospechoso que, tras esa propuesta se encuentren algunos personajes políticos que se ubican dentro de este espectro y por tanto debemos pensar que hay una trampa oculta en la maniobra, a más de ser antidemocrática.
Por pensar e impulsar esa irracional propuesta, no han caído en cuenta que ésta sólo tendrá eco, a lo más, en las clases media alta y alta; y en consecuencia, la elección recaerá entonces en las clases populares, que no suelen razonar mayormente su voto.
En esa tesitura es posible que se llegue a conformar un Congreso totalmente desbalanceado que lejos de ayudar perjudique más.
Los diputados, pueden proponer reformas a la ley electoral, para reducir el número de legisladores; para introducir figuras como: el plebiscito, el referéndum y la revocación del mandato, que nos ayuden a avanzar en la forma de exigir a los gobernantes el cumplimiento de sus responsabilidades.
No andemos tentando al diablo con propuestas retrógradas. El derecho de voto es un derecho constitucional y no podemos renunciar a él de esa forma.
Tenemos una sociedad en descomposición, con altos índices de desempleo y mucha miseria.
Fortalezcamos nuestra democracia al través de las instituciones y los derechos que tenemos reconocidos. No renunciemos a ellos, por seguir peregrinas ideas que nos lleven a una situación aún peor.
Somos un país proclive a dejar que otros se encarguen de los asuntos públicos, así sea una dictadura, si el dictador nos resuelve los problemas. Recuérdese el viejo dicho: "Dios omnipotente y don Porfirio presidente".
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".