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Vueltas y revueltas de la misma historia

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

El presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, no deja pasar ocasión de hablar en público sobre los logros de su Gobierno. Entre éstos destaca la guerra contra el crimen organizado y el blindaje económico frente a la quiebra financiera de Estados Unidos, que ha hecho tambalear a las economías de los países más ricos, y se supone que más solventes, de nuestro mundo.

Pero hemos mejorado: a Calderón se le entiende lo que dice, mientras que el ex presidente Vicente Fox no sabía lo que mal decía; así, el hoy mandatario nacional gana unos puntos, aunque más podría ganar si espaciara sus apariciones públicas.

En esto del bien y el mal hablar hemos tenido peores mandatarios, ciertamente, y también tuvimos mejores; algunos lograron unir oportunidad, ecuanimidad y certeza en sus mensajes y la sociedad los escuchó con interés. Nunca más de un tema, pero el escogido daba para armar una pieza oratoria objetiva, interesante y con el suficiente peso político para vigorizar su condición de líder nacional.

La XEW solía anunciar que el presidente Lázaro Cárdenas daría un mensaje al país en cadena nacional de radio en tal fecha y a tal hora. En casi todas las de Parras, mi pueblo, dicho anuncio solía tener más efecto de convocatoria que el sonido de la campana mayor de la parroquia para la misa dominical: si el mensaje de Cárdenas se producía en horas diurnas, mi padre encendía el radio que tenía en "El Obrero" para escuchar al primer mandatario. Los clientes de la tienda olvidaban a lo que habían ido y se hacían bola ante el mostrador donde estaba el aparato receptor. Cuando el general Cárdenas empezaba a dar su mensaje todos aplaudíamos.

Después era el silencio y cuando concluía no faltaba algún obrero textil que gritase emocionado: ¡Que viva Cárdenas! y todo se volvía un desordenado contrapunto de vítores y aplausos. Ni Manuel Ávila Camacho, ni Miguel Alemán Valdés poseían el efecto que Cárdenas generaba en las masas. Don Adolfo Ruiz Cortines era muy austero y poco dado a la comunicación verbal, sin embargo al pueblo tenía buena impresión del decreto que dio a las mujeres el derecho político al sufragio. La gente sabía, además, de su honradez personal y modesta conducta, mas no creía en la de doña María, su esposa, pues en aquellos años se propaló la versión de que ella aprovechaba su sitial de primera dama para hacer o apoyar negocios poco recomendables.

Después aparecieron en la escena nacional las generaciones jóvenes de la Revolución mexicana, representadas en dos miembros del Gabinete de Ruiz Cortines: el licenciado Adolfo López Mateos, quien conquistó a la ciudadanía con su presencia de buen humor, oratoria bien construida y encendidas metáforas patrióticas, que había sido secretario del Trabajo y Previsión Social antes de ascender a la candidatura presidencial. Y luego surgió la poco atractiva figura del licenciado Gustavo Díaz Ordaz, quien no obstante su poco agraciado rostro, sabía conquistar al pueblo con voz sonora, valiente argüir y buen sentido del humor. Sabía reírse de sí mismo, y esto operaba a su favor. Por desgracia cayó en la paranoia anticomunista alimentada por los vecinos del Norte, lo cual canceló su derecho a la trascendencia histórica ante las masas.

Toda crisis de Gobierno que no es bien manejada se vuelve descrédito y ésta acabó por generar una sucesión de errores políticos que trascendieron. Lo que había sido en el Partido Revolucionario una dinámica dirigida de exitoso tracto sucesivo, se rompió en la sucesión presidencial de Díaz Ordaz, quien se equivocó al escoger a su heredero y éste al subsiguiente y el subsiguiente al otro.

Luis Echeverría Álvarez. De ahí en adelante todo fue errar. Cada presidente creó su propia crisis económica, pero el pueblo sufrió las de todos. Sus errores abrieron paso a la nueva onda de tecnócratas generados en Harvard y en otras universidades estadounidenses. Se trataba de aprovechar la fuerza popular del PRI para luego deformar sus principios económicos, sociales y políticos y entronizar el nuevo orden económico mundial que ahora padecemos con otra crisis. Hoy llega a México el presidente Barack Obama de los Estados Unidos. Seguramente en una visita de cortesía y ocasión oficial de exponer su agenda de intereses respecto a México.

Ignoro si conozca nuestra historia moderna, pero entiendo que escuchará atento la agenda de Felipe Calderón respecto a todos los problemas que ya conocemos, aunque tememos que poco podrá ser resuelto de inmediato y en concreto.

Los hemos visto otras veces, con los anteriores presidentes mexicanos y estadounidenses. Nos ilusionamos y les creímos... ¿y luego? Todo fue palabras, ceremonias, mutuas caravanas, banquetes, proyectos, esperas, humo y nada más. ¿Se repetirá la historia?

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