¿Se ha fijado usted que invariablemente se habla de derechos y nunca de obligaciones?
Hoy día estamos rodeados de incesantes reclamaciones y exigencias de respeto a los derechos individuales o de grupo. Esta ensordecedora insistencia en ningún momento toma en cuenta que la vigencia de los derechos requiere el correspondiente deber u obligación de respetar y ejercerlos.
Por lógica a todo derecho corresponde una obligación. Este principio nos viene desde la más antigua tradición jurídica y se ha diluido al exigir sólo los derechos en todos los ámbitos de la convivencia y relaciones. Los derechos, sin embargo, son sólo uno de los brazos del binomio que hace posible la convivencia civilizada, pacífica, democrática y progresista.
El tan citado apotegma juarista sobre la paz como resultado del respeto al derecho del otro, enuncia lo anterior, dejando claro que las obligaciones nunca se extinguen ni deben eludirse.
La Declaración Universal de los Derechos del Hombre aprobada por Naciones Unidas en 1948 confirma lo anterior al enumerar una larga lista de derechos que asisten a todo ser humano y cuyo respeto asegura una vida civilizada en la comunidad. En su penúltimo Artículo, el 29, establece que en el "ejercicio de sus derechos y el disfrute de sus libertades toda persona estará sujeta solamente a las leyes y la moral con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto a la libertad y los derechos de los demás y satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general de una sociedad democrática".
La Declaración Interamericana de los Derechos y Deberes, aprobada por todos los países de América en 1948, lleva más adelante los conceptos de la Declaración Universal y detalla la simultánea responsabilidad equilibrada y compartida de los derechos y obligaciones.
El Preámbulo es definitivo al decir que "el cumplimiento del deber de cada uno es exigencia del derecho de todos... Derechos y deberes se integran correlativamente en toda actividad social y política del hombre. Si los derechos exaltan la libertad individual los deberes expresan la dignidad de esa libertad".
La Declaración consagra un capítulo específico a los deberes. Los artículos 29 al 38 enumeran uno por uno los deberes ante la sociedad, para con los hijos y los padres, el deber de adquirir al menos instrucción primaria, el de votar, el de obedecer a la Ley, el de desempeñar los cargos de elección popular que le correspondan, el de pagar impuestos, el de trabajar a fin de obtener los recursos para la subsistencia de la comunidad.
Sorprende el que constantemente se denuncien en México violaciones de los derechos humanos sin que jamás se haga referencia a la obligación que tienen, a veces los propios denunciantes, de cumplir sus deberes hacia la sociedad y sus semejantes.
Hace falta que nuestra sociedad recuerde, por ejemplo, que al derecho a la educación corresponde el deber de educarse y sujetarse a la disciplina personal necesaria para que la enseñanza opere. Los derechos sindicales están, por el contrario, por encima del deber que los maestros han contraído para con sus alumnos y a los que sin aviso ni consideración alguna, abandonan para realizar marchas y protestas, causando gravísimos perjuicios que más y más se evidencian en el rezago que nos ha remitido a los últimos lugares de la competitividad internacional.
El derecho al trabajo se ejerce realizando las labores conforme a las reglas que lo hacen eficaz, digna y competitiva para llenar las necesidades del hombre y de la sociedad.
A los derechos políticos corresponde la obligación de votar y la obligación de participar en los comicios y demás procesos democráticos como el de la vigilancia sobre nuestros gobernantes. La liberación de criminales cuyos abogados invocan ralos argumentos de sus derechos humanos o meramente procesales y se confabulan con jueces de cuestionable ética para escapar a la justicia, es burla de los derechos de la sociedad y burdo escape del deber que se tiene de imponer el orden y castigar a los culpables.
La Comisión Nacional y las de rango estatal que tan gallardamente defienden los derechos humanos omiten consistentemente llamar a cuentas a los que, con el pretexto de reclamar sus derechos humanos, no vacilan en agreder a la sociedad que los tolera, reduciéndola a rehén de sus irresponsables reclamos unilaterales. Corregir lo anterior hace necesario que contemos con Comisiones que vigilen tanto el respeto a los Derechos humanos como el cumplimiento de los Deberes Humanos que éstos suponen.