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¿Y si se quedan para siempre?

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

Conforme se acerca el domingo cinco de julio de 2009, tanto los medios políticos, sus tradicionales protagonistas y los inanes diputados federales van y vienen por el mundo y la nación: padres conscriptos que anticipan su reposo y gastan sus utilidades millonarias, luego de tres improductivos años de hacer mucho por ellos mismos y muy poco, poquísimo, nada pues, por nuestra sufrida, pero generosa madre patria.

Igual fue, hace nueve años, el estreno de la vida democrática mexicana, luego de la victoria de un candidato a presidente de la República vacío de entendederas, junto a otros protagonistas del Poder Legislativo muy dados a la fiesta y ante un pueblo asaz empobrecido al que sólo se le permitió contemplar el enriquecimiento de una familia, casi tan grande como la futilidad privativa en la primera pareja.

Incapaces de penetrar la trascendencia de lo que veíamos: un oleaje de testas con rostros desorbitados. El paneo triunfal de las cámaras de Televisa nos daba la medida de aquella noche cuya brisa rozaba a la multitud reunida en torno a la Columna de la Independencia. Se celebraba el triunfo democrático de un zorro de lengua larga que desde sus dos metros de altura olfateaba la nutrida carne de sus víctimas, las que parecían enloquecer ante la gárrula, redundante eclosión verbal de los juglares blanquiazules.

En la provincia hubo quienes, al depurado estilo de los fanáticos futboleros, improvisaron banderas azules y blancas sobre sus vehículos y salieron a gritar en las atestadas calles de aquella noche. Cohetes hubo, y también hubo otros muy cuetes, que brindaban en la vía pública por el triunfo. Por fortuna los priistas se cuidaron de salir de sus casas aquella noche del dos y tres de julio del año 2000, que parecía la muy mentada de San Silvestre.

(Se abre el telón)

El primero de diciembre de la última añada del siglo XX. El susodicho señor zorro protesta el cargo de presidente de la República. La banda presidencial se le entrega al presidente de la Cámara de Diputados y éste la coloca en el tórax del consagrado, abajo del saco. Otro día triunfal que comparte el núcleo familiar de quien anticipó romper a cocacolazos la espina dorsal de los siete decenios precedentes de monopartidismo. (Se cierra el telón).

 SEGUNDO ACTO. (Se abre el telón).

En alguna choza de la sierra de Puebla, en el desierto de Sonora o en alguna oculta playa de cualquier litoral mexicano. Gente en torno a un vivac. Gente que durmió lejos del boato electoral de la noche del dos de julio, cumpleaños del nuevo mandatario mexicano. "Por eso tenía que ganar, estaba predestinado" dice alguien de la comunidad ante las personas que "hacen la mañanita" con un jarro de sotol y un café bien cargado. Luego otro, el más viejo, sentencia: "¡Va a ser bueno!". El pronóstico cae en el hueco del silencio. "¿Usted votó por él?.. abuelo?", habla un quinceañero. El viejo sonríe y piensa "ah, qué muchacho", luego agrega: "¿Qué no sabe, escuincle, que nosotros siempre hemos votado por el del PRI?". (Ah qué abuelo, ya lo veremos dentro de seis años) piensa el muchacho, mientras acomoda el carbón en la fogata. (El telón se cierra).

 TERCER ACTO. (Otra vez arriba el telón).

El mismo sitio y los mismos personajes, menos el abuelo. Todos hacen memoria de aquella plática casi monosilábica en aquel mismo lugar. El muchacho, profesor rural afiliado al PRD, saca a relucir el tema: "Cómo me gustaría que estuviera aquí el abuelo, sólo por ver si se acuerda de su PRI". Su hermano mayor, también maestro, milita en el PAN. "Ganó tu partido", le dijo el muchacho. El mayor asintió con la cabeza musitando: "Psss sí", mientras su carnal le reta con otra cuestión: Y qué, ¿no te gustó? No, responde meneando la cabeza: "Se me hace que se quieren quedar para siempre en la Presidencia".

El ya madurito maestro rural saca un ¡adió! desde su mero adentro. "¡Bah! ¿Y para qué son la democracia y el voto?". "Mira, güey", abunda el otro: "Eso mismo decían cuando el señor Juárez y se quedó varias veces en la Presidencia. Igual don Porfirio y se quedó 37 años. Y lo mismo hablaron del PRI y se quedaron 70 años. No seas güey, aquí en nuestro país las elecciones sólo son una vez, ¡todas las demás son reelecciones!". La jefa de la familia se persignó al oírlo: ¡Ave María Purísima, quítales tus colores a los cabezudos que traen tu uniforme! ¡En un descuido se quedan para siempre!..

 EPÍLOGO Y CLÍMAX. (Voz in off. Habla don Francisco I. Madero).

Señoras y señores: Este no es un sainete. A pesar de los años la democracia sigue siendo un drama. Votar es un acto serio, responsable y propio de personas maduras. Nada de sufragios en blanco, eso es nadería. Exijan a su Gobierno que convoque a un referéndum popular sobre los asuntos que les inquietan. Por lo pronto voten por el partido y los candidatos que satisfagan sus aspiraciones. No hagan caso al escepticismo ciudadano, ni sigan el ejemplo de los extremistas de la izquierda y la derecha. Votar en conciencia es un deber. Ai' se los haya si se equivocan, me les aparezco. Pero no les voy a reclamar, lo van a sufrir en el futuro de sus hijos. (Se cierra lentamente el telón).

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