Las Naciones Unidas declararon este 2010 como el Año de la Diversidad Biológica, evento que para algunas personas quizá no tiene trascendencia si se desconoce el significado del término y la importancia de esta declaratoria para países como México, e incluso para regiones como La Laguna.
Por diversidad biológica o biodiversidad se entiende como "...el grado de variación entre organismos vivos y los complejos ecológicos en los que ocurren" (Semarnat, 2000); por tanto, no debe verse sólo como un listado de especies distribuidas en distintos sitios o espacios geográficos, sino como individuos, poblaciones y comunidades que interactúan y forman parte de un ecosistema. Para algunos autores, la biodiversidad es un indicador del grado de sostenibilidad en el aprovechamiento que se realiza en un ecosistema (Enkerlin y Correa, 1997).
La biodiversidad es también uno de los principales recursos naturales en los que se ha apoyado el desarrollo de las poblaciones humanas, y su conservación por éstas es una condición para mantener ese desarrollo. La importancia que tiene este concepto, como ya hemos insistido en otras ocasiones y como lo refieren los autores anteriores, reside en valorarlo, puesto que la pérdida de especies y los hábitat y ecosistemas que en ellas se albergan, comúnmente es irreversible, ya no se recuperan, perdiéndose no sólo eslabones de cadenas alimenticias o procesos ecológicos, sino también información genética en la que puede existir la solución a problemas de salud de la población humana.
No todos los países o lugares tienen el privilegio de poseer territorios ricos en diversidad biológica como es el caso de México, considerado uno de los cuatro megadiversos al contener en su seno una de las más diversas biotas del planeta, que se estima entre 180,000 y 216,000 especies, que significa entre el 10 y 12% del total en el mundo, algunas de ellas distribuidas sólo en el territorio nacional consideradas como endémicas. En el país se encuentra entre el 50 o 60% de las especies de plantas, destacando especies endémicas de pinos o cactáceas, pero también el 42% de los peces de agua dulce, el 48% de los anfibios, el 45% de los reptiles, el 11% de las aves y el 31% de los mamíferos. (Conabio, 2009)
Por lo anterior, México fue uno de los países que en 1992 suscribió el Convenio de Diversidad Biológica durante la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, mediante el cual se comprometió a cuidar su biota con diversas estrategias entre las que destaca la creación de normas oficiales que protegen especies en riesgo (NOM-059-Semarnat-2001), donde se identifican 2,583 de ellas, o de conservación in situ (en el lugar), declarando aquellos espacios geográficos que albergan especies silvestres como áreas naturales protegidas, existiendo en 2008 166 de ellas con categoría federal, en 23.15 millones de ha que representan el 11.8% del territorio nacional, además de las de categoría estatal, municipal o comunitaria.
La Laguna, a pesar de ser un espacio geográfico claramente disturbado por las actividades humanas, también tiene aún algunos sitios que albergan una importante diversidad biológica, los cuales se han venido sometiendo a estatus de protección como áreas naturales protegidas; si bien son pequeños manchones insulares, cubren el 6.25% del territorio regional (15 municipios), en diversas categorías como Reserva de la Biosfera (Mapimí, federal), Parque (Cañón de Fernández, estatal) y Reserva Ecológica (Sierra y Cañón de Jimulco, municipal), y posiblemente se agreguen otras como el Cañón del Sarnoso y las Grutas del Rosario.
Como se mencionó al principio, poseer esta biodiversidad en los espacios geográficos aledaños a las áreas urbanas donde residimos, constituye un privilegio, pero a su vez un reto para la sociedad y el Gobierno en la medida que implica asegurar su conservación, como parte de la corresponsabilidad que nuestra generación asume para heredar a las siguientes este valioso patrimonio natural. Al hacerlo, podemos festejar, al menos en 2010, el Año de la Diversidad Biológica.
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