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A CIEN POR HORA

RICARDO RUBÍN

Banderazo De Salida.- De Tijuana, en Baja California, adonde fue a pescar grandes y azules peces vela, José Torreblanca me envía sus impresiones de la ciudad más cosmopolita de la península bajacaliforniana: "Un millón de turistas visita cada mes a Tijuana, y cada uno de ellos deja un promedio de 300 dólares. Calcula lo que recibe el gobierno local por ello, pero nadie sabe a dónde está ese dinero porque las calles están destrozadas, y no hay servicio de agua potable, hay cantinas por doquier y la prostitución, el tráfico de drogas y los asesinatos son cosa natural y común. Las tiendas grandes ofrecen la más completa variedad de ropa de marca, relojes Rolex auténticos, televisores y máquinas electrónicas de escribir a mitad de precio. Ello hace pensar que se trata de mercancía robada, pero por supuesto nadie puede asegurar nada.

 CURVA PELIGROSA.- "Si se interesa usted por algo, lo que sea, se lo conseguimos" es lo que ofrecen misteriosos hombres que pululan en las afueras de los grandes hoteles. Y eso incluye drogas, mujeres y toda clase de mercancía. El dinero corre aquí a manos llenas. El hipódromo está a reventar, el galgódromo está repleto, las canchas donde se juega jai alai. Todos los viernes en la tarde, miles de automóviles procedentes de los Estados Unidos cruzan la frontera de México. Vienen a Tijuana a divertirse en grande el fin de semana. Todo es más barato aquí para ellos. Por pocos dólares pueden comprar lo que se les antoje. Naturalmente, una de las primeras cosas que hacen es llenar de gasolina los tanques de sus vehículos. Aquí el combustible les sale casi regalado, pues lo pagan en pesos.

 RECTA FINAL.- Aunque se nota que hay pobreza por todas partes, también se nota que el dinero corre en abundancia. En cada cuadra hay dos cantinas por lo menos. En los bares es cosa común la presencia de bailarinas topless. Los propietarios ya no saben qué hacer para atraer a la clientela. Hubo uno que construyó una jaula inmensa y encerró a media docena de muchachas semidesnudas. El atractivo era organizar batallas campales de lucha libre entre las seis muchachas, hasta que sólo quedara una vencedora. Por supuesto eso atrajo clientes de todas partes. Otro centro nocturno puso a dos muchachas a boxear con guantes. A un tercero se le ocurrió la idea de poner a una chica a luchar contra una pantera a la que previamente se la había quitado los dientes y las garras... La gente, más que emocionarse se reía del espectáculo, pero acudía a llenar el local. Y de eso se trataba.

 META.- El avión en que llegué a Tijuana no traía absolutamente nada de comer ni de leer. La mayoría de los pasajeros éramos norteamericanos y todas las azafatas no hablaban una sola palabra en inglés. Al llegar al aeropuerto tardaron más de una hora en entregarnos el equipaje, y ante las protestas de algunos viajeros vino una explicación típicamente mexicana: "Estábamos despidiendo a un político importante y no se podía hacer nada mientras estuviera aquí"... En cuanto pesque el primer pez vela me regreso a Estados Unidos.

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