El 2 de julio del año 2000 inició una nueva era para México. Por décadas miles de mexican@s habían trabajado a todos los niveles para lograr una tarea que parecía imposible: romper el monopolio del PRI en el Ejecutivo. Fox, tal vez el mejor candidato presidencial que México haya visto, reunió los casi 16 millones de votos que llevaron al PAN a Los Pinos.
Las siete décadas del PRI en Los Pinos se derrumbaron con una elección y un eslogan: "Ya, Ya, Hoy, Hoy". Fox dio esperanzas con el arranque de su Gobierno, creó expectativas sobrehumanas y el sueño de que México ya era ahora sí una verdadera democracia, en la que la alternancia en la Presidencia era ya posible, en la que la participación política aumentaría, la represión bajaría, la libertad de expresión florecería y el respeto a los derechos humanos sería la norma y no la excepción.
Fox llegó a la Presidencia con el impulso y el mandato de sacudir el sistema, de romper con los compromisos con el viejo régimen y tenía elementos para ser un agente de cambio excepcional. Se rodeó inicialmente de un Gabinete plural, al punto de que pronto se convertiría en un presidente sin partido, alejado de los ritos y la pompa del presidencialismo priista.
Contra el sector más conservador de la sociedad, Fox impulsó iniciativas como la creación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, resultado de un informe creado por una Comisión Ciudadana de Estudios contra la Discriminación de 2001. Contra el sector más conservador de su partido, el Conapred y Censida impulsaron una campaña contra la homofobia, producto del trabajo de Jorge Saavedra, Arturo Díaz y José Luis Gutiérrez en 2005.
Contra el reclamo del sector más laico, Fox defendió su fe religiosa al asumir el cargo con un Cristo, rompiendo simbólicamente la tradición de la separación entre Iglesia y Estado en México, pero al mismo tiempo se echó encima a los sectores más religiosos al defender su libertad personal al volverse a casar con Marta Sahagún y al no entrometerse en las discusiones de las Sociedades de Convivencia en el DF y de los Pactos Civiles de Solidaridad en Coahuila, primeros reconocimientos legales a las parejas del mismo sexo.
En materia de derechos humanos, la política exterior de Fox sacudió también al viejo régimen. Jorge Castañeda, el máximo agente provocador de la diplomacia mexicana, incorporó el tema como piedra angular de su política exterior. En los tres primeros años del foxismo, México aprovechó ese bono democrático y como tal se asumió como una democracia funcional en el exterior. México revisó los viejos principios de su política exterior, como la Doctrina Estrada, y empezó a opinar en los foros internacionales de derechos humanos y a señalar las violaciones cometidas por dictaduras como la cubana. El lamentable "comes y te vas" y las iracundas declaraciones de Castañeda contra sus pares cubanos, se llevarían los titulares, enterrando lo significativo del hecho de que México asumiera ese papel y de que votara en la ONU a favor de la visita de un representante del Alto Comisionado de Derechos Humanos en la isla en 2002.
Diez años después del arribo de Fox a Los Pinos su legado está en entredicho, no sólo por no haber sabido manejar las expectativas creadas entre la sociedad, también por las propias expectativas que él y sus funcionarios crearon. En entredicho sobre todo porque Fox se fue traicionando la forma en la que llegó. Al inmiscuirse con todo en la contienda electoral de 2006, al atacar a López Obrador, al participar en la campaña del miedo del "peligro para México", Fox pasó de ser un paladín de la democracia a convertirse en un traidor a la democracia para un amplio sector de la población.
El desolador panorama que hoy enfrenta México, las casi 23 mil muertes que lleva el sexenio actual, las violaciones a los derechos humanos señaladas informe tras informe, el retorno a los rituales del PRI que ya se ve de regreso en 2012, la política de (in) seguridad coronada como el eje rector del actual Gobierno, como una cabezada de caballo con un antifaz que no le permite ver a los lados, un Presidente que ya parece pensar en el exilio y que, según rumores, ya profetiza irresponsablemente: "Me iré y la violencia se queda".
Antes de dejar la Presidencia, desde Madrid, Fox profetizó encolerizado: "Les digo que me van a extrañar después de que me vaya, después de 2006". La autoprofecía de Fox se cumplió.
Twitter @genarolozano
Politólogo e internacionalista